Triturando resistencias

VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Mc. 2, 1-12

Recuerdo que en mi primera visita a una comunidad parroquial rural, desde el sitio de la recepción, inicio la festiva procesión presidida por la imagen de San Miguel, quien con su lanza somete al maligno bajo sus pies. Una imagen bastante pesada, lo cual se reflejaba en el esfuerzo de las cuatro personas, que con una gran fe portaban al santo en la larga caminata. Sin embargo con fortaleza, sudor y una gran dosis de fe, llevaron a su destino tan venerada imagen del santo, venerado patrono de la comunidad. En la celebración contemplé, impresionado y edificado, los rostros de fe, especialmente de los enfermos allí presentes.

Cuatro son los hombres que han tomado la camilla, para llevar al paralítico y ponerlo en la presencia de Jesús. El episodio se caracteriza por los obstáculos con que se encuentran los portadores del enfermo, a causa de la multitud que rodeaba al Señor.

El atractivo de Jesús por escucharlo y ser bendecidos con los prodigios que realizaba, su bondad y su disponibilidad, hace que la gente se acerque, le rodee, se aglomere en los lugares donde se encuentra o por donde pasa. Coloquialmente decimos, “más hace el que quiere que el que puede”; por las multitudes, no era fácil para todos interrelacionarse con él, sin embargo la fe tritura distancias y con sólo tocar su manto una mujer cree que recibirá la sanación; con sólo decir una palabra, la salud se hará realidad en el enfermo; con gritarle desde lejos: “Jesús Hijo de David, ten piedad de mí”, un ciego cree que el Señor le bendecirá y devolverá la vista. ¡Y en efecto, así sucede!

Por ello, en el pasaje del Evangelio de hoy, a pesar de los obstáculos para acercarse al Señor, quienes cargan la camilla y al paralítico, buscan el camino para llegar hasta Jesús y ante Jesús. Ellos tenían, como los portadores de la imagen de San Miguel, una gran dosis de fe para lograr sus propósitos; por ello vale la pena arriesgarse y abrir huecos que rompan cualquier estructura que obstaculice el encuentro con Cristo; para el enfermo, desde la fe, vale la pena correr el riesgo de ser descolgado en medio de la muchedumbre, con tal de estar frente a la fuente de vida, quien le podía resucitar de su vida pasada diciéndole “levántate”. No podían desaprovechar la oportunidad y por ello, los portadores, ponen en juego toda su creatividad y empeño para llevar al hermano a un encuentro decisivo, y ser sanado.

La invitación hoy es a asumir la tarea que tenemos, de llevar a quien en su parálisis no puede o no ha tenido la oportunidad de encontrarse con el Señor; los obstáculos, y a veces pretextos, pueden ser muchos, sin embargo la audacia del hombre y la mujer de fe, trituran resistencias que vale la pena afrontar, porque no estamos solos, es la fuerza del Espíritu Santo que posibilita la tarea.

El Papa Benedicto XVI, dirigiéndose a la Iglesia en África nos lo confirma: “Este encuentro con Jesús, es lo que la Iglesia debe ofrecer a los corazones afligidos y heridos, anhelantes de reconciliación y de paz, sedientos de justicia. Debemos ofrecer y anunciar la Palabra de Cristo que sana, libera y reconcilia”.

Esto es lo que aporta la Iglesia ante la realidad que vivimos: contribuir, con el anuncio del Evangelio, de manera incansable y permanente, a sanar, liberar y reconciliar.

† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro