¡Qué terrible decapitación!

No puedo contener mi tristeza y al mismo tiempo mi impotencia y dolor profundo por la tragedia que hemos presenciado el pasado martes con un video en que el Estado Islámico lanzaba un mensaje al presidente Obama con la decapitación de un reportero americano. ¡Hasta dónde somos capaces de cometer semejantes actos desalmados y vergonzosos!

James Foley fue prisionero desde el 2011 por las fuerzas partidarias del gobierno de Libia. Detenido en Trípoli y liberado después de pasar 45 días de cárcel. A través de una carta que escribió dejó expresar un magnífico testamento de vida donde manifiesta su profunda fe y confianza en Dios. Así lo relataba: “Mis colegas y yo fuimos capturados y detenidos en un centro militar de Trípoli”. Cada día, decía el periodista, “aumentaba la preocupación por el hecho de que nuestras madres se desesperaban”. “No sabía a ciencia cierta que mi madre supiera lo que había pasado”. James, afirmaba que su madre tenía mucha fe y que él mismo “rezaba para que supiera que estaba bien y poder comunicarse con ella”. Él mismo contaba que comenzó a rezar el rosario, porque era como su madre y su abuela rezaban y eso lo hacía sentirse consolado al confesar su debilidad y su esperanza con ella y conversando con Dios, más que estando en silencio.

Era de esperar, nacido en el seno de una familia católica de Boston sus padres han sembrado y acompañado la fe de sus hijos y eso no se olvida. Ha sido como un recurso muy valioso, que ha sabido cosechar en este momento duro de su vida.

Sus amigos fueron su fuerza. Narra como días más tarde los periodistas fueron trasladados a otra prisión con presos políticos, donde fue acogido y tratado bien. Unos días después no se explica cómo lo liberaron de la celda y le comunicaron que quizás querría llamar a su familia. Dijo una oración y marcó el número de su casa y pudo hablar con su mamá, donde le pidió perdón. Ella incrédula le respondió que no debía pedir perdón, más bien que le dijera cómo se encontraba, mientras le respondió que se alimentaba, que tenía la mejor cama y que lo trataban como un huésped. James comentaba que rezaba para que supiera que estaba bien y rezaba para poder comunicarse con ella.

En todo momento fue muy consciente que el poder de la oración sería siempre su aliento y luz que iluminaría el camino de su prisión. La certeza de sentirse que no está solo en esta tragedia de ver contadas sus horas.

Sus padres se han sentido muy orgulloso de su hijo James. Su derramamiento de sangre ha querido mostrar al mundo el sufrimiento del pueblo Sirio. Sólo unos padres saben y conocen lo que significa el sufrimiento de un hijo.

Todos nos seguimos uniendo en oración para pedir al Príncipe de la paz, que mueva los corazones de tantos hombres a una conversión sincera para que cese el odio, el fanatismo por la religión y vivamos el mandamiento del amor, que conlleva el respeto a la dignidad de cada ser humano.

James Foley, fue a los lugares más oscuros para iluminar con la luz de la verdad, fue un valiente y atrevido, y ningún cobarde enmascarado podrá nunca robar el legado de este osado americano que encarnó el significado de la palabra periodismo, y cuya decapitación exhibida por los yihadistas del Estado Islámico clama al cielo. Él sabía rezar y supo experimentar en momentos difíciles el bálsamo de la oración.

Imploremos para que los secuestradores perdonen la vida del resto de los rehenes, que son inocentes y no tienen control sobre la política del Gobierno estadounidense en Iraq, en Siria, en Gaza ni en ningún lugar del mundo. ¡Hablemos claro!

Pbro. Luis Ignacio Núñez
Publicado en el semanario «Diócesis de Querétaro» del 24 de agosto de 2014