MISA SOLEMNE EN HONOR A LA VIRGEN DE LOS DOLORES DE SORIANO, COLON QRO.

Soriano, Colón, Qro. 26 de marzo de 2021.

Mons. Fidencio López Plaza, X Obispo de la Diócesis de Querétaro, visito la Basílica de Nuestra señora de los Dolores de Soriano, para presidir la Solemne Eucaristía con ocasión de la Fiesta Grande de la Virgen de los Dores, patrona de la Diócesis de Querétaro, en el año Jubilar de san José y de la Familia. Concelebraron esta Misa el Pbro.  Víctor Manuel Avendaño Jiménez Rector, y los Confesores Pbro. Gregorio José Francisco Javier Aguilar Vargas y Pbro. Manuel García Hernández, Mons. Fidencio les compartió diciendo: “Llegan momentos en la vida, en los cuales nos es necesaria una fe y una esperanza como la de María. Esto pasa cuando parece que Dios ya no escucha nuestras oraciones, cuando se diría que se contradice a sí mismo y a sus promesas, cuando nos hace pasar de derrota en derrota, y las fuerzas de las tinieblas parecen triunfar y se produce oscuridad dentro de nosotros, como se produjo oscuridad aquel día sobre el Calvario. Cuando, como dice un salmo, él parece “haber olvidado su bondad y cerrado con ira sus entrañas”. Cuando te llega esta hora, recuerda la fe de María, quizás se esté gestando algo nuevo entre nosotros, porque de las crisis nunca se sale igual, o avanzamos o retrocedemos”.

En el momento de la Homilía Mons. Fidencio les compartió lo siguiente: «Saludos a mis hermanos sacerdotes, los que están aquí presentes y a los que también nos siguen en sus parroquias, saludo también a nuestros hermanos enfermos les quiero decir que el sufrimiento tiene un valor muy grande cuando se vive junto a Jesús y a nuestra madre dolorosa, saludos a todos ustedes, hermanas y hermanos que presencial y virtualmente celebran con nosotros esta santa Eucaristía, en la fiesta de nuestra querida madre la virgen dolora patrona de nuestra Diócesis.

La palabra que Jesús dirige desde la cruz a María, y luego al discípulo amado hace ya casi 2000 años, llega a nosotros en tiempos de pandemia con una vibración llena de luz y de esperanza. ¿Qué significa celebrar la fiesta de la virgen de los Dolores, en tiempos de tanto sufrimiento y tanto miedo causado por la crisis sanitaria, económica y social que estamos viviendo? ¿Acaso Dios nuestro Padre y nuestra Madre dolorosa gozan viendo a sus hijos llenos de miedo y de sufrimiento? ¿Tiene algún valor nuestra fe, nuestras lágrimas y nuestras promesas a la Santísima Virgen de los Dolores? ¿Qué significa contemplar y escuchar a Jesús que desde la cruz dice a su madre: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!” y luego al discípulo: “¡Ahí tienes a tu madre!”? ¿Qué significa tener a María en la casa como el discípulo amado?

En medio de tanta incertidumbre, son muchas las preguntas y pocas las respuestas, sin embargo, estas palabras tienen un significado inmediato y concreto: Jesús confía María a Juan y Juan a María, pero también tienen un significado trascendente: María es vista, como una madre, y una madre no se entiende sin sus hijos. María es el miembro más excelente de la Iglesia, pero un miembro de ella y madre de ella. Así lo afirma san Agustín: “Santa es María, dichosa es María, pero más importante es la Iglesia que la Virgen María. ¿Por qué? Porque María es una parte de la Iglesia, un miembro santo, excelente, superior a todos los demás, pero, sin embargo, un miembro de todo el cuerpo. Si es un miembro de todo el cuerpo, sin duda más importante que un miembro, es el cuerpo.”

Orígenes, teólogo y Padre de la Iglesia, pudo percibir algo acerca del secreto que encierra tener a María como madre y en casa, dice: “Primicia de los Evangelios es el de Juan, cuyo sentido profundo no puede captar quien no haya apoyado la cabeza sobre el pecho de Jesús ni haya recibido de él a María, como su propia madre”. Dos gestos que son parte de la identidad de los verdaderos discípulos, y criterios para poder encontrar la luz y la fuerza transformadora de la Palabra que se hace carne ayer, hoy y siempre.

El Evangelio de Juan comienza con la historia de un rechazo de la salvación por parte del hombre: “Vino a su casa, y los suyos no le recibieron”; pero culmina en el vértice de la cruz con una acogida: “El discípulo la acogió en su casa”. Así María sirve de puente para restaurar relaciones rotas entre el Hijo de Dios, engendrado en su vientre, y los hijos adoptivos engendrados a los pies de la Cruz. María es nuestra madre.

Finalmente, contemplemos a María al pie de la Cruz como modelo de esperanza. La esperanza siempre unida a la fe y a la caridad, ahora con ocasión de la pandemia, ha sido desempolvada, y podemos ver su rostro adentro y afuera de los hospitales, en los rostros de los médicos y de las enfermeras, y sobre todo de los familiares y sobrevivientes de Covid 19.

Llegan momentos en la vida, en los cuales nos es necesaria una fe y una esperanza como la de María. Esto pasa cuando parece que Dios ya no escucha nuestras oraciones, cuando se diría que se contradice a sí mismo y a sus promesas, cuando nos hace pasar de derrota en derrota, y las fuerzas de las tinieblas parecen triunfar y se produce oscuridad dentro de nosotros, como se produjo oscuridad aquel día sobre el Calvario. Cuando, como dice un salmo, él parece “haber olvidado su bondad y cerrado con ira sus entrañas”. Cuando te llega esta hora, recuerda la fe de María, quizás se esté gestando algo nuevo entre nosotros, porque de las crisis nunca se sale igual, o avanzamos o retrocedemos.

Quizás Dios nos está pidiendo justamente ahora, que le sacrifiquemos, como Abraham, a “nuestro hijo Isaac”, es decir la persona, cosa, proyecto, fundación, o tarea, que nos es más querida, que Dios mismo un día nos confió, y por el cual hemos trabajado toda la vida. Ésta es la ocasión que Dios nos ofrece para demostrarle con hechos que lo amamos sobre todas las cosas y que no tenemos más que decir: que se haga su voluntad así en la tierra como en el cielo.

Dios dijo a Abraham: “Te he constituido padre de multitud de pueblos” después del sacrificio de Isaac: “Por haber obrado así, por no haberte reservado a tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré tu descendencia. Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra por haber obedecido mi voz”. Lo mismo, y mucho más, dice ahora a María al pie de a cruz: ¡Te haré Madre de muchos pueblos, madre de mi Iglesia! En tu nombre serán benditas todas las estirpes de la tierra. ¡Todas las generaciones te llamarán bienaventurada!

Gracias Señor Jesús por el derroche de misericordia que derramas permanentemente para nosotros desde la Santa Cruz. Que así sea».

Al terminar la celebración Mons. Fidencio dio la bendición y el Padre Víctor agradeció a todos los que hicieron posible esta celebración, en honor a la Virgen de los Dolores de Soriano, a las autoridades, a los confesores y todos los que unieron a esta celebración virtualmente y puso en las manos de la virgen a los enfermos así mismo agradeció al Sr. Obispo y al Diacono, por su visita a la Basílica.