HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR  ASAMBLEA DIOCESANA DE LA VIDA CONSAGRADA

Capilla de teología del Seminario Conciliar de Querétaro, Hércules, Querétaro, 25 de marzo de 2019.

Año Jubilar Mariano

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Muy estimados sacerdotes

Queridos consagrados y consagradas,

Hermanos y hermanas todos en el Señor:

  1. Profundamente agradecido con Dios de poder celebrar esta I Asamblea Diocesana de la Vida Consagrada en esta Diócesis de Querétaro, les saludo a cada uno de ustedes. Saludo de manera muy particular al Pbro. Sacramento Arias Montoya, Vicario Episcopal para la vida Consagrada, a quien le agradezco su empeño y dedicación en preparar y ejecutar esta fiesta de comunión, de fraternidad y de convivencia recíproca, donde todos y cada uno hemos puesto nuestra esperanza, con el deseo que cada vez más hagamos nuestras aquellas palabras del evangelio « que todos sean uno » (Jn 17, 21).

  1. Este acontecimiento eclesial de profunda trascendencia para la vida de nuestra Iglesia diocesana, se vive en el marco de la Solemnidad de la Anunciación del Señor. En efecto, la encarnación del Hijo de Dios es el misterio central de la fe cristiana, y en él, María ocupa un puesto de primer orden. Pero, ¿cuál es el significado de este misterio? Y, ¿cuál es la importancia que tiene para nuestra vida concreta? ¿Cuál es la enseñanza que nos ofrece para la Vida Consagrada?

  1. Veamos ante todo qué significa la encarnación. En el evangelio de san Lucas hemos escuchado las palabras del ángel a María: « El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios» (Lc 1,35). En María, el Hijo de Dios se hace hombre, cumpliéndose así la profecía de Isaías: «Mirad, la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”» (Is 7,14). Sí, Jesús, el Verbo hecho carne, es el Dios-con-nosotros, que ha venido a habitar entre nosotros y a compartir nuestra misma condición humana. El apóstol san Juan lo expresa de la siguiente manera: « Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros » (Jn 1,14). La expresión « se hizo carne » apunta a la realidad humana más concreta y tangible. En Cristo, Dios ha venido realmente al mundo, ha entrado en nuestra historia, ha puesto su morada entre nosotros, cumpliéndose así la íntima aspiración del ser humano de que el mundo sea realmente un hogar para el hombre. En cambio, cuando Dios es arrojado fuera, el mundo se convierte en un lugar inhóspito para el hombre, frustrando al mismo tiempo la verdadera vocación de la creación de ser espacio para la alianza, para el «sí» del amor entre Dios y la humanidad que le responde. Y así hizo María como primicia de los creyentes con su « sí » al Señor sin reservas.

  1. Por eso, al contemplar el misterio de la encarnación no podemos dejar de dirigir a ella nuestros ojos, para llenarnos de asombro, de gratitud y amor al ver cómo nuestro Dios, al entrar en el mundo, ha querido contar con el consentimiento libre de una criatura suya. Sólo cuando la Virgen respondió al ángel, «aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), a partir de ese momento el Verbo eterno del Padre comenzó su existencia humana en el tiempo. Resulta conmovedor ver cómo Dios no sólo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla. Y vemos también cómo el comienzo de la existencia terrena del Hijo de Dios está marcado por un doble «sí» a la voluntad salvífica del Padre, el de Cristo y el de María. Esta obediencia a Dios es la que abre las puertas del mundo a la verdad, a la salvación. En efecto, Dios nos ha creado como fruto de su amor infinito, por eso vivir conforme a su voluntad es el camino para encontrar nuestra genuina identidad, la verdad de nuestro ser, mientras que apartarse de Dios nos aleja de nosotros mismos y nos precipita en el vacío. La obediencia en la fe es la verdadera libertad, la auténtica redención, que nos permite unirnos al amor de Jesús en su esfuerzo por conformarse a la voluntad del Padre. La redención es siempre este proceso de llevar la voluntad humana a la plena comunión con la voluntad divina. En este sentido la obediencia siempre será uno de los retos vigentes para los consagrados y consagradas pues como enseña la Exhortación Apostólica Vita Consecrata: « Esta hace presente de modo particularmente vivo la obediencia de Cristo al Padre y, precisamente basándose en este misterio, testimonia que no hay contradicción entre obediencia y libertad. En efecto, la actitud del Hijo desvela el misterio de la libertad humana como camino de obediencia a la voluntad del Padre, y el misterio de la obediencia como camino para lograr progresivamente la verdadera libertad. Esto es lo que quiere expresar la persona consagrada de manera específica con este voto, con el cual pretende atestiguar la conciencia de una relación de filiación, que desea asumir la voluntad paterna como alimento cotidiano (cf. Jn 4, 34), como su roca, su alegría, su escudo y baluarte (cf. Sal 1817, 3) » (n. 91).

  1. Queridos consagrados y consagradas: hoy alabamos a la Virgen Santísima por su fe y con santa Isabel le decimos también nosotros: «Bienaventurada la que ha creído» (Lc 1,45). Como dice san Agustín, María concibió antes a Cristo por la fe en su corazón que físicamente en su vientre; María creyó y se cumplió en ella lo que creía (cf. Sermón 215, 4: PL 38,1074). Pidamos nosotros al Señor que nos aumente la fe, que la haga activa y fecunda en el amor. Pidámosle que sepamos como ella acoger en nuestro corazón la palabra de Dios y llevarla a la práctica con docilidad y constancia.

  1. La Virgen María, por su papel insustituible en el misterio de Cristo, representa la imagen y el modelo de la Iglesia, modelo para la Vida Consagrada. También la Vida Consagrada, al igual que hizo la Madre de Cristo, está llamada a acoger en sí el misterio de Dios que viene a habitar en ella. Soy consciente de cuantos esfuerzos hace cada uno de ustedes todos los días para instaurar el reino de Dios, desde los diferentes carismas y lugares de misión. Les animo para que pongan su esperanza en la vida de la gracia y no en sus fuerzas o en sus conocimientos, pues como bien lo señal el Papa Francisco, denunciando el gnosticismo y el neo pelagianismo: «En los dos casos, ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente. Son manifestaciones de un inmanentismo antropocéntrico. No es posible imaginar que de estas formas desvirtuadas de cristianismo pueda brotar un auténtico dinamismo evangelizador» (Evangelii Gaudium, 94). Que sea el Evangelio hecho carne en su vida a ejemplo de María, lo que les mueva a vivir su consagración y su entrega decidida por el Reino.

  1. Podámosle a la Virgen María, especialmente en este Año Jubilar Mariano que nos enseñe a todos, a decir “si”, con la boca pero sobre todo con el corazón y con la voluntad. Amén.

+ Faustino Armendáriz Jiménez

IX Obispo de Querétaro