HOMILÍA EN LA MISA DEL DOMINGO DE RAMOS.

Santa Iglesia Catedral, ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 09 de abril de 2017.

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Muy queridos jóvenes,

Queridos hermanos y hermanas todos en el Señor:

En este domingo comenzamos la Semana Santa, la que la tradición de la Iglesia denomina Semana Mayor, por la grandeza del misterio pascual que celebramos y en ella se nos marca la ruta que el cristiano debe seguir, como Jesús, y culminar en una nueva vida, en la resurrección.

En  la palabra de Dios que escuchamos al inicio de la procesión, se nos narró una escena muy conocida para todos y donde se da una autentica manifestación popular, pero también donde se mezclaba una fe profunda en Dios y  muchos sentimientos nacionalistas de los más diversos signos; pero además contemplamos un tumulto con gestos muy significativos para comprender el mensaje y la vida de Jesús. Es acontecimiento en la vida de Jesús,  comienza conmemorando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y acaba narrando la historia dolorosa de su pasión y muerte en el evangelio de San Mateo, y en la que resuena aquella otra narración del justo sufriente, tal y como ha quedado plasmada en los “Cantos del Siervo” de Isaías.

Fijándonos en los detalles, notamos que se resalta el nombre de la ciudad santa como queriendo subrayar que, a partir de este momento y hasta el desenlace final en la vida de Jesús,  Jerusalén será el lugar en el que desarrollara su actividad mesiánica redentora. Ese acontecimiento ocurre hoy entre nosotros de manera sacramental. Jesús recorre e inicia su misión en muchas de las comunidades y localidades de nuestra ciudad, de nuestra diócesis. Jesús ha recorrido de manera simbólica las calles del centro histórico, porque quiere que Querétaro sea una ciudad de paz. Una ciudad donde se aclame y bendiga su nombre.

Es curioso como en la narración de deja entrever la confianza y seguridad de Jesús. Él,  conoce lo que le espera, pero no se echa a atrás, sino que se enfrenta a la muerte con total lucidez y libertad en actitud de obediencia al Padre. En vez de aparecer montado sobre un caballo, típica cabalgadura de guerra, el Señor entra en Jerusalén en lomos de una borrica. Jesús aparece como el rey que viene, el Mesías esperado, del que se habla en el profeta Zacarías, pero su modo de manifestarse no corresponde con las expectativas de quienes esperaban la restauración política de la nación. No viene para imponer su Reino con la violencia y el poder. Su modo de manifestarse se realizara como lo señala el profeta Zacarías, como “un rey justo y victorioso”; sin embargo estos dos calificativos Mateo los elimina para subrayar la actitud humilde y pacífica de Jesús. Es aclamado como rey, como “hijo de David”, como el Mesías, el Salvador. Sin embargo al entrar en la ciudad,  su presencia causa una fuerte “sacudida” en “toda la ciudad”, como en el día en que se anunció su nacimiento.

La gente sencilla sabe que es un profeta y por ello le aclama, sin embargo los habitantes de Jerusalén, especialmente sus autoridades denotan hostilidad hacia el Señor, la cual ira creciendo hasta provocar su muerte. Sin duda, la humildad del Mesías no corresponde a la idea de un Salvador que viene y se acomoda a los intereses de quienes, cumpliendo unas reglas y practicando un culto se sentían salvados y diferentes a los demás, a los considerados pecadores. Jesús estorba a los intereses de algunos que no quieren seguirle con un estilo su vida, que se acomoda más a los sencillos del pueblo, quienes tienen una sensibilidad más grande para acoger la propuesta del Señor.

Hoy gritamos gozosos la presencia del salvador y lo expresamos con nuestro cantico y el batir de las palmas, pero al mismo tiempo nos corresponde caminar detrás de El como verdaderos discípulos dispuestos a hacer su voluntad, recorriendo el camino que el mismo realizó, el de la cruz. Es una invitación a meditar nuestro caminar a lo largo de esta Semana Santa.

Todos nosotros decimos ser seguidores del Maestro. Anhelamos y esperamos un Mesías, que nos libere hoy de nuestras opresiones personales y sociales. Deseamos que entre en nutra vida, en nutra ciudad y tome posesión como lo que él es. Rey de justicia y de paz. El Mesías esperado. Hoy, muchos pretender presentarse ante nosotros como redentores, como liberadores sociales. Como quienes tienen la respuesta a los problemas que más nos aquejan. Sin embargo, hemos escuchado en la pasión según san Mateo, el señor Jesús es el verdadero Mesías. La entrega de su vida, no ha sido una simulación, o un querer quedar bien. Ha sido una entrega real, total y desinteresada.

Queridos jóvenes quienes se han reunidos esta tarde para la celebración de la XXXII Jornada Mundial de la Juventud. La propuesta del evangelio es que todos y cada uno de ustedes acojan a Jesús como su Mesías, como su líder, como su Señor. Su propuesta es una propuesta al servicio del Reino. Donde lo único que nos pide es voluntad y decisión. Si cada uno de ustedes se decide a seguir al señor como discípulo suyo, el itinerario es el camino de la cruz.  San Agustín, en su búsqueda del camino recto, buscó por algún tiempo apoyo en aquellas filosofías. Pero, al final, tuvo que reconocer que su respuesta no era suficiente, que con sus métodos no habría alcanzado realmente a Dios. Dijo a sus representantes: reconoced por tanto que la fuerza del hombre y de todas sus purificaciones no bastan para llevarlo realmente a la altura de lo divino, a la altura adecuada. Y dijo que habría perdido la esperanza en sí mismo y en la existencia humana, si no hubiese encontrado a aquel que hace aquello que nosotros mismos no podemos hacer; aquel que nos eleva a la altura de Dios, a pesar de nuestra miseria: Jesucristo que, desde Dios, ha bajado hasta nosotros, y en su amor crucificado, nos toma de la mano y nos lleva hacia lo alto.

La realidad nos interpela y no podemos emprender ajenos. En este sentido los animo y les invito a prepararnos con la oración, la reflexión y el seguimiento del Sínodo de los obispos que se celebrará Dios mediante en el próximo mes de octubre de en Roma y tendrá como objetivo reflexionar sobre: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Quien es joven hoy vive la propia condición en un mundo diferente al de la generación de sus padres y de sus educadores. No sólo el sistema de obligaciones y oportunidades cambia con las transformaciones económicas y sociales, sino que mudan también, subyacentemente, deseos, necesidades, sensibilidades y el modo de relacionarse con los demás. Por otra parte, si desde un cierto punto de vista es verdad que con la globalización los jóvenes tienden a ser cada vez más homogéneos en todas las partes del mundo, se mantienen sin embargo, en los contextos locales, peculiaridades culturales e institucionales que tienen repercusiones en el proceso de socialización y de construcción de la identidad. En muchas partes del mundo los jóvenes experimentan condiciones de particular dureza, en las que se hace difícil abrir el espacio para auténticas opciones de vida, en ausencia de márgenes, aunque sean mínimos, de ejercicio de la libertad.

Que estos días Santos nos animen para fortalecer nuestra adhesión a Cristo como Rey y Señor de nuestra vida. Amén.