Homilía en la Misa de la Reunión de Asistentes Eclesiásticos del MFC

Casa de los Misioneros del Espíritu Santo, Corregidora, Qro., 29 de abril de 2015

Año de la Pastoral de la Comunicación – Año de la Vida Consagrada

 

Queridos hermanos sacerdotes, asistentes eclesiásticos del Movimiento Familiar Cristiano,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. Llenos de alegría por el gozo pascual, esta mañana celebramos nuestra fe: escuchando la palabra de Dios y alimentándonos del cuerpo y de la sangre de Cristo. Lo hacemos en el contexto de esta reunión, mediante la cual “se pretende  compartir el ser y quehacer del Movimiento Familiar Cristiano y la necesidad que se tiene de la presencia y acompañamiento de cada uno de nosotros los pastores”. Se ha querido, además, llevar a cabo esta reunión motivados por el sentir de la Iglesia universal que desea asumir cada vez más, con mayor valentía y parresía, el anuncio del evangelio de la familia, de cara a las circunstancias adversas y a los desafíos sociales y culturales que se enfrenta la familia hoy en día. Tales como el creciente peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto;  la soledad, fruto de la ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las relaciones; las consecuencias negativas desde el punto de vista de la organización social son evidentes: de la crisis demográfica a las dificultades educativas, de la fatiga a la hora de acoger la vida naciente al sentir la presencia de los ancianos como un peso, hasta el difundirse de un malestar afectivo que a veces llega a la violencia. Son muchos los niños que nacen fuera del matrimonio, especialmente en algunos países, y muchos los que después crecen con uno solo de los padres o en un contexto familiar ampliado o reconstituido. El número de divorcios es creciente y no es raro el caso de opciones determinadas únicamente por factores de orden económico. Con frecuencia los niños son motivo de contienda entre los padres y además los hijos son las verdaderas víctimas (cf. Relatio Synodi de la III Asamblea General Extraordinaria, 5-19 de octubre 2014, nn. 5-10).Todo este contexto nos debe urgir, tanto a pastores como fieles, para que decididamente redoblemos esfuerzos  por hacer de nuestra tarea un evangelio vivo para los demás.

2. En este contexto  la palabra de Dios que hemos escuchado en esta mañana es iluminadora y además nos llena de profunda esperanza. San Juan en el Evangelio (12, 44-50) nos relata el epilogo de la vida pública de Jesús. La proximidad de la hora es inminente y su deseo es que todos tengamos puesta la fe en Aquel que le ha enviado. Y que todos aquellos que le conozcan a él conozcan también al Padre, para que creyendo tengan vida en él y se vean libres de la condenación. El propio Jesús dirige una clara y definitiva llamada a todos los discípulos para que orienten su propia vida en lo esencial con una adhesión  convencida y vital a su divina palabra.  Jesús nos recuerda que el objeto de la fe reposa en el Padre, que le ha enviado. “El que cree en mí, no solamente cree en mí, sino también en el que me ha enviado y el que me ve a mí v también a aquel que me ha enviado” (v. 44).  Existe una plena identidad entre el “creer e” en Jesús y el “ver” a Jesús, entre el creer en el Padre  y el ver al Padre. Para e evangelista nos encontramos frente a un ver sobrenatural  que experimenta el que coge  la palabra del Hijo de Dios  y la vive.

3. Queridos hermanos sacerdotes, nuestra tarea como guías y pastores de la comunidad radica en  buscar caminos que nos permitan propiciar que cada vez más los miembros de la familia logren encontrarse con Jesús y mediante éste con el Padre.  Pues quien se encuentra con el Hijo, se adhiere a él y acepta el amor del Padre.  Al respecto el Papa Francisco nos enseña “a fin de verificar nuestro paso en el terreno de los desafíos contemporáneos, la condición decisiva es mantener fija la mirada en Jesucristo, detenerse en la contemplación y en la adoración de su rostro […]. En efecto, cada vez que volvemos a la fuente de la experiencia cristiana se abren caminos nuevos y posibilidades inesperadas” (Francisco, Discurso del 4 de octubre de 2014). Jesús miró a las mujeres y a los hombres con los que se encontró con amor y ternura, acompañando sus pasos con verdad, paciencia y misericordia, al anunciar las exigencias del Reino de Dios. Cada uno de nosotros los sacerdotes estamos llamados a pasar en medio de nuestro pueblo, en medio de la realidad por la que  atraviesa la familia, siendo reflejo del rostro y de la persona del Hijo de Dios. que nuestra persona diga algo hoy en día. Que nuestras palabras sean eco de las palabras de Jesús. Que nuestras actitudes sean las mismas actitudes de Jesús.

4. Volviendo al texto del Evangelio escuchamos que Jesús se revela como luz del mundo. “Yo he venido al mundo como la luz para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas” (v. 46). La luz hace posible la vida. Hace posible el encuentro. Hace posible la comunicación. Hace posible el conocimiento, el acceso a la realidad, a la verdad. Y, haciendo posible el conocimiento, hace posible la libertad y el progreso. El mal se esconde. Por tanto, la luz es también una expresión del bien, que es luminosidad y crea luminosidad. Es el día en el que podemos actuar. El que Dios haya creado la luz significa que Dios creó el mundo como un espacio de conocimiento y de verdad, espacio para el encuentro y la libertad, espacio del bien y del amor.  Pero, ¿cómo puede suceder esto? ¿Cómo puede llegar todo esto a nosotros sin que se quede sólo en palabras sino que sea una realidad en la que estamos inmersos? Por el sacramento del bautismo y la profesión de la fe, el Señor ha construido un puente para nosotros, a través del cual el nuevo día viene a nosotros. En el bautismo, el Señor dice a aquel que lo recibe: que exista la luz. El nuevo día, el día de la vida indestructible llega también para nosotros. Cristo nos toma de la mano. A partir de ahora él te apoyará y así entrarás en la luz, en la vida verdadera. Por eso, la Iglesia antigua ha llamado al bautismo iluminación.

5. En este sentido, queridos sacerdotes, nuestra tarea será evangelizar mostrando que la gracia del sacramento es una realidad bella y hermosa que nos ofrece la gracia. “El don recíproco constitutivo del matrimonio sacramental arraiga en la gracia del bautismo, que establece la alianza fundamental de toda persona con Cristo en la Iglesia. En la acogida mutua y con la gracia de Cristo los novios se prometen entrega total, fidelidad y apertura a la vida, y además reconocen como elementos constitutivos del matrimonio los dones que Dios les ofrece, tomando en serio su mutuo compromiso, en su nombre y frente a la Iglesia. Ahora bien, la fe permite asumir los bienes del matrimonio como compromisos que se pueden sostener mejor mediante la ayuda de la gracia del sacramento. Dios consagra el amor de los esposos y confirma su indisolubilidad, ofreciéndoles la ayuda para vivir la fidelidad, la integración recíproca y la apertura a la vida. Por tanto, la mirada de la Iglesia se dirige a los esposos como al corazón de toda la familia, que a su vez dirige su mirada hacia Jesús (cf. Relatio Synodi de la III Asamblea General Extraordinaria, 5-19 de octubre 2014, n. 21).

6. Es decisivo resaltar la primacía de la gracia y, por tanto, las posibilidades que el Espíritu dona en el sacramento. Se trata de hacer experimentar que el Evangelio de la familia es alegría que llena el corazón y la vida entera, porque en Cristo somos “liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” (Exot. Apost. Evangelii Gaudium, 1). El anuncio debe hacer experimentar que el Evangelio de la familia responde a las expectativas más profundas de la persona humana: a su dignidad y a la realización plena en la reciprocidad, en la comunión y en la fecundidad. No se trata solamente de presentar una normativa, sino de proponer valores, respondiendo a la necesidad que se constata hoy, incluso en los países más secularizados, de tales valores.

7. Agradezco a cada uno de los responsables y  agentes que organizan este Encuentro pues sin duda es de una riqueza extraordinaria. Es  el deseo que sean muchos los sacerdotes lo que se sumen a este proyecto esperanzador.

8. Roguemos al Señor que nos haga experimentar la alegría de su luz, y pidámosle que nosotros mismos seamos portadores de su luz, con el fin de que, a través de la Iglesia, el esplendor del rostro de Cristo entre en el mundo (cf. Lumen gentium, n. 1). Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro