Homilía en la Misa de la Fiesta Patronal del Templo de Santo Domingo

Santiago de Querétaro, Qro., 8 de agosto de 2011

Saludo de corazón  en el Señor:

al Superior de la Orden de Predicadores Fr. José Luis Martínez, OP;

a Fr. Martín García, OP, Rector del Templo de Santo Domingo;

a Fr. Eugenio Torres, OP, Dir. Del Instituto de Investigaciones Dominicanas;

a Fr. Ignacio De la Cruz Morales, OFM, Guardián del Templo de San Francisco;

A los hermanos Sacerdotes que forman parte de esta Orden y a los Consagrados y Consagradas;

A ustedes hermanos y hermanas de las diferentes cofradías:

1. Agradezco la invitación que he recibido de Usted Padre José Luis, para presidir esta celebración eucarística, en la que celebramos a Jesucristo vivo y resucitado y mediante la cual nos alimentamos con su Palabra y con su Eucaristía, en el santo misterio del Altar; en este día en el cual veneramos la memoria de Santo Domingo de Guzmán, padre y fundador de la  Orden de los Predicadores (Dominicos), quien en su vida “ejercitó una exégesis viva de la Palabra de Dios, viviendo los consejos evangélicos” (Cf. VD 83), pues la interpretación de la Sagrada Escritura quedaría incompleta si no se estuviera también a la escucha de quienes han vivido realmente la Palabra de Dios, es decir, los santos. Santo Domingo de Guzmán «se manifestaba por doquier como un hombre evangélico, tanto en las palabras como en las obras», y así quiso que fueran también sus frailes predicadores, «hombres evangélicos» (Cf. VD 48).

2. La Palabra de Dios que hemos escuchado en este día, del libro del Deuteronomio (10, 12-22) permite sumergirnos en la dinámica de la salvación del pueblo de Israel, pues refleja una nueva serie de exhortaciones sobre la alianza y los mandamientos. A ella conduce la triste historia de lo sucedido en el Horeb y la generosa renovación de la alianza por parte del Señor. Es una invitación a renovar el deseo de aceptar plenamente la relación de alianza con el Señor que es la esencia misma de la vida de Israel. Moisés exhorta al pueblo con diferentes expresiones y diferente énfasis, a la fidelidad al Señor y a la observancia de sus mandamientos y después de cada una de las palabras de exhortación, motiva  al pueblo a la fe y a la obediencia.

3. En el primer bloque, la exigencia se plantea en forma de pregunta: ¿Qué te pide el Señor tu Dios, sino que lo temas, camines por sus caminos, lo ames y lo sirvas con todo el corazón y con toda el alma y observes sus mandamientos y normas? Para motivar una respuesta positiva de compromiso y obediencia se señala que el Señor es el dueño de los cielos y la tierra, pero además se indica el intenso amor que mostró a los antepasados de Israel y sólo a ellos y la elección de su descendencia, los allí presentes, por encima de todos los demás pueblos.

4. En el segundo bloque, la exigencia toma una forma muy peculiar, por el uso de la expresión“circuncidar el corazón”, de hacerlo dócil y receptivo al amor y a la Palabra del Señor. Esta expresión se ve completada  por otra equivalente, que usa otra metáfora corporal “ya no endurezcan su cabeza”. Actuando con justicia hacia los más desprotegidos: el huérfano, la viuda y el forastero, quienes representan a los más necesitados de la comunidad.

5. Haciendo una lectura de este texto, podría caber una pregunta: ¿No es acaso este el secreto que Dios le confió a Santo Domingo?  Y después de caminar por sus caminos, cautivado por su amor se sintió conmovido a fundar una Orden y así servirle de manera concreta predicando al Buena Noticia en la misión ad gentes, es decir, a aquellos que aún no conocían a Jesús, y la misión a aquellos que vivían en las ciudades, sobre todo las universitarias, donde las nuevas tendencias intelectuales eran un desafío para la fe de los cultos. “Viajando, Domingo se dio cuenta de dos enormes desafíos para la Iglesia de su tiempo: la existencia de pueblos aún sin evangelizar, en los confines septentrionales del continente europeo, y la laceración religiosa que debilitaba la vida cristiana en el sur de Francia, donde la acción de algunos grupos herejes creaba desorden y alejamiento de la verdad de la fe. La acción misionera hacia quien no conoce la luz del Evangelio, y la obra de reevangelización de las comunidades cristianas, se convirtieron así en las metas apostólicas que Domingo se propuso perseguir” (Cf. Catequesis del Papa Benedicto XVI, 03/08/11)

6. Históricamente nuestra amada diócesis de Querétaro se ha visto favorecida por el amor que Santo Domingo de Guzmán experimentó del Señor y por el Señor, pues desde el siglo XVI los hijos de Santo Domingo dirigieron sus pasos de la Evangelización a la nación mexicana. En 130 años (de 1526 a 1656), con la eficaz ayuda de las provincias dominicas de la vieja España, crearon cuatro provincias en lo que hoy es México y América Central: Santiago de México (1532); San Vicente Ferrer de Chiapas y Guatemala (1551); San Hipólito Mártir de Oaxaca (1529) y San Miguel y los Santos Ángeles (1656).

Concretamente en Querétaro fue el P. Galindo quien obtuvo del rey de España, Carlos II, cédula para la fundación de las misiones Dominicanas de la Sierra Gorda y de los dos conventos de la ciudad de Querétaro y San Juan del Río; tierras que ya antes habían sido evangelizadas por los hijos de San Francisco de Asís; cuyas ciudades vivían, a finales del siglo XVII, la vida cristiana en plenitud.

Es preciso hacer notar que el esplendor de las misiones Dominicanas en la Sierra Gorda coincide  con el esplendor de nuestra ciudad colonial. En el siglo XVIII, Querétaro había nacido a la vida cristiana bajo el cuidado vigilante de los hijos de San Francisco. El Colegio de la compañía había educado a las grandes familias queretanas. La presencia dominica consolidó su grandeza. A ella contribuyeron hombres próvidos como Fr. José Navarro, quien trabajó en Nuestra Señora de los Dolores de Zimapán (1693 – 1697); Fr. Luis Guzmán, quien se realizó como apóstol en Querétaro. Dominó la lengua de los naturales, de carácter amable y bondadoso y al mismo tiempo firme y enérgico, se hizo amar por los indígenas y los poderosos. Fundador de la Misión de N. P. Santo Domingo de Soriano, donde permaneció largos años. Seguramente a él debe nuestra tierra y nuestra diócesis la bendita imagen de Nuestra Señora de los dolores de Soriano. Fr. Luis Guzmán es sin ningún género de duda, uno de los apóstoles dominicos que mayor influencia ejerció en las tierras queretanas.

El dominico queretano más ilustre lo es Fr. Antonio de Monrroy e Hijar, quien alcanzó el supremo magisterio en la Orden de los Predicadores, siendo el primer sucesor Americano  de Santo Domingo. “Los últimos años de su vida era voz común el decir: Nuestro Arzobispo no vive, quien vive en él son los pobres y el Santo Apóstol que lo mantiene para bien de su Iglesia” (Cf. Anuario dominicano, Tomo I 2005, IDIH, Providencia de Santiago de México).

7. Queridos Padres de la Orden de los Predicadores y hermanos todos, el ejemplo de Santo Domingo y de sus hermanos dominicos en nuestra Diócesis, en la época colonial, hoy es un testimonio para nosotros de que es posible hacer vida el Evangelio y poder así responder al llamado de Jesucristo: “Vayan pues y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 18-20).

8. Los Obispos de América Latina en Aparecida hemos dicho que “la vida consagrada es un don del padre por medio del Espíritu, y constituye un elemento decisivo para la Misión”. Las nuevas realidades exigen de cada uno de nosotros consagrados que nuestro estilo de vida sea un “verdadero camino de seguimiento a Cristo, para dedicarse a él,  con un corazón indiviso, y ponerse, como él, al servicio de Dios y de la humanidad, asumiendo la forma de vida que Cristo acogió para venir a este mundo: una vida virginal, pobre y obediente” (Cf. DA 216).

9. En comunión con los Pastores, los consagrados y consagradas son llamados a hacer de sus lugares de presencia, de su vida paterna en comunión y de sus obras, espacios de anuncio explícito del Evangelio, principalmente en los más pobres, como dice la primera lectura los nuevos“huérfanos, viudas y forasteros” de nuestra comunidad, como lo han hecho en nuestro continente desde el inicio de la evangelización. De este modo colaboran según sus carismas fundacionales, con la gestación de una nueva generación de cristianos discípulos y misioneros, y de una sociedad donde se respete la justicia y la dignidad de la persona humana (Cf. DA 217).

10. La Orden de los Predicadores se ha distinguido por el amor al estudio, conocimiento y anuncio de la Palabra de Dios, hoy su carisma es completamente actual y los exhorto a que juntos unamos fuerzas en la tarea y misión de nuestra Diócesis de Querétaro. “La verdad estudiada y compartida en la caridad con los hermanos es el fundamento más profundo de la alegría” Contagiemos de esta alegría a los que viven tristes por el pecado, la ignorancia y la soledad de sus vidas, con los que viven afligidos por las injusticias y el desorden social, con los que son poco protegidos por algunos sectores de la vida social. Anunciemos en su corazón que “Cristo ya ha pagado el precio del pecado y de la muerte por ti y por mí” con su pasión, muerte y resurrección (Cf. Mt 17, 27).

11. Termino con unas palabras del Papa Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini: “Al exhortar a todos los fieles al anuncio de la Palabra divina, los Padres sinodales han reiterado también la necesidad en nuestro tiempo de un compromiso decidido en la missio ad gentes. La Iglesia no puede limitarse en modo alguno a una pastoral de «mantenimiento» para los que ya conocen el Evangelio de Cristo. El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial. Además, los Padres han manifestado su firme convicción de que la Palabra de Dios es la verdad salvadora que todo hombre necesita en cualquier época. Por eso, el anuncio debe ser explícito. La Iglesia ha de ir hacia todos con la fuerza del Espíritu (cf. 1 Co 2,5), y seguir defendiendo proféticamente, el derecho y la libertad de las personas de escuchar la Palabra de Dios, buscando los medios más eficaces para proclamarla, incluso con riesgo de sufrir persecución. La Iglesia se siente obligada con todos a anunciar la Palabra que salva (cf. Rm 1,14)” (Cf. VD 95).

Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro