Homilía en la Misa de la Cena del Señor

Santiago de Querétaro, Qro., 1º de Abril de 2010

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 1. La celebración de este Jueves Santo se llama Misa de la Cena del Señor, en la que conmemoramos la Institución de la Santa Eucaristía, mediante la cual Jesús, en despedida solemne con sus Apóstoles, les deja, y deja a toda la Iglesia, el Memorial de su Cuerpo y de su Sangre; la Institución del Sacerdocio cristiano y el Mandamiento del Amor fraterno como signo de distinción. Triple regalo del Corazón de Jesús, en el momento cumbre de su vida: La Santa Eucaristía, el Sacerdocio de la Nueva Alianza y en Amor fraterno como herencia cristiana.

2. La Eucaristía, su Cuerpo entregado a la muerte por nosotros y su Sangre derramada para la remisión de los pecados, la celebra Jesús en el contexto de la Pascua judía, la gran fiesta de la liberación de la esclavitud de Egipto y la entrada en la tierra prometida, tierra de libertad. Así, nuestra Eucaristía, es la fiesta de la liberación de la esclavitud del pecado, y de la muerte, que esclaviza a toda la humanidad. Esclavo de la muerte somos por fuerza natural; esclavos del pecado por voluntad antinatural.  La Eucaristía es la fiesta de la libertad y de la vida. Por eso es también banquete de los hijos de Dios, cuyo Pan santo nos alimenta y cuyo Cáliz de salvación nos alegra y regocija. Por eso la Iglesia conquistó el domingo como día de fiesta y descanso para sus hijos, y la Semana santa como espacio de meditación sobre el significado de su vida y para recobrar la libertad de las nuevas esclavitudes a las que nos someten los poderosos y nosotros nos dejamos someter. Santificar el domingo es experimentar la libertad que Cristo nos dio.

3. Como estamos celebrando el Año Sacerdotal, y el Patrono de los sacerdotes es el Santo Párroco de Ars, San Juan María Vianney, voy a citar algunas de sus frases sobre el sacerdocio: Decía el santo Párroco de Ars:

El sacramento del orden sacerdotal es un sacramento que interesa poco a la mayoría de ustedes, sin embargo es un sacramento que debe importar a todo el mundo… Dejen una parroquia 20 años sin sacerdote: terminarán adorando a las bestias… Cuando se quiere destruir la religión, se comienza por atacar al sacerdote… Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de Cristo no servirían de nada… Es el sacerdote el que continúa la obra de la Redención sobre la tierra…Cuando ustedes vean a un sacerdote, piensen en Nuestro Señor Jesucristo…Ustedes no podrán recordar un solo beneficio de Dios sin encontrar junto a este recuerdo, la figura de un sacerdote… El sacerdote, es el regalo del Corazón de Jesús… El sacerdote no será comprendido sino en el cielo… (Bernard Nodet: Jean-Marie Vianney, Curé D’Ars. Sa pensée – Son Coer, Pg. 99s).

Quizá a alguno parezca que al Santo Párroco de Ars le sobró audacia, aunque también podemos pensar que quizá a nosotros nos falta fe. Lo cierto es que él vivió conforme a estos pensamientos y enseñanzas. Pídanle que sus sacerdotes  hagamos lo mismo, con la gracia de Dios.

4. Sobre el Mandato del Amor fraterno, expresado en el Lavatorio de los pies, nos recordaba el Papa Juan Pablo II que San Juan, en su Evangelio, en lugar del relato de la Institución de la Eucaristía que traen los otros tres Evangelios y San Pablo, nos narra el episodio que escuchamos del Lavatorio de los pies a sus discípulos. No es porque a san Juan se la haya olvidado la Eucaristía, sino porque nos quiere enseñar que la Eucaristía termina en el Lavatorio de los pies de unos a otros, es decir, en el servicio cotidiano. Por eso es que la Liturgia representa y, en cierto modo escenifica, este acontecimiento de Jesús en que, convertido en esclavo —lavar los pies era tarea del esclavo—, se arrodilla a los pies de los discípulos, para que, como él hizo, hagamos también nosotros. Este gesto de Jesús, que repetimos hoy desde el Santo Padre hasta su último Servidor, no es para la foto, para el espectáculo, sino para el ejemplo. La foto es para admirarse, el ejemplo para imitarse. La moderna cultura llamada también “de la imagen”, tiende a volverlo todo espectáculo, desde el crimen hasta lo más sagrado. De lo espectacular a lo banal y ridículo hay un solo paso. A la Liturgia no interesa el espectáculo que conmueve de momento pero que sólo adormece la conciencia, sino el Misterio que penetra el alma y transforma la vida. Los invito a dejarse traspasar el corazón de este gesto de nuestro esclavo Jesús, para que aprendamos a amar y servir de corazón a los hermanos, comenzando en el ámbito familiar.

 
† Mario De Gasperín Gasperín
VIII Obispo de Querétaro