Homilía en la Misa de la 121ª peregrinación de Querétaro al Tepeyac

Canalejas, Edo. de México, 14 de Julio de 2011

Deseo saludar a todos los peregrinos, a los del decanto de Amealco que se unen a nuestra romería, a los papás y padrinos, y muy especialmente a los niños que reciben hoy por primera vez a Jesús en la Eucaristía. Me uno a su intención y pido a Dios que esta alianza con Jesús se mantenga fiel durante toda su vida.

He aceptado con gusto la invitación a participar con ustedes en esta Eucaristía y manifiesto mi aprecio por la atención dada durante esta peregrinación y por su apoyo a todas las familias. Está ante nuestros ojos la imagen que acompaña nuestra reflexión para este día y nos motiva a centrarnos en el valor de la fidelidad matrimonial, éste es hermanos peregrinos uno de los grandes pilares sobre los cuales se edifica un buen matrimonio y una sólida familia. Hoy amenazados por el cáncer del adulterio y el influjo negativo de los medios masivos de comunicación, como el uso inapropiado del internet y del chat, que pretenden destruir lo que Dios ha unido.

El Documento de Aparecida al analizar nuestra realidad constataba que existe en nuestro pueblo una gran crisis de sentido (DA 37), crisis motivada en parte por los medios que consideran las relaciones humanas como objetos de consumo y de mercadotecnia, que han erosionado los grandes valores matrimoniales y familiares, y en parte, porque nosotros no hemos sabido responder adecuadamente a esta pérdida de sentido. Este desafío nos impulsa a que con creatividad pastoral busquemos reconstruir el valor de la fidelidad en los matrimonios y la fidelidad a Jesús en nuestra vida cotidiana.

La Primera Lectura de la Liturgia de la Palabra de este día, nos hace constatar cómo Dios revela a Moisés su nombre, yo soy el que soy como un acto de absoluta confianza. Con esta revelación Moisés recibe el encargo de una misión a la que pretende renunciar oponiendo diversas dificultades sea por parte del faraón sea por parte de su pueblo, hombres de dura cerviz. Me detengo un poco en ésta frase yo soy porque es muy importante, pues en la cultura hebrea revelar el nombre a alguien es un signo de confianza absoluta y de amistad incondicional, no se revelaba el nombre a cualquiera, por el temor de los maleficios o embrujos, sólo se manifiesta a una persona de absoluta confianza.

Así, los matrimonios en el día de su boda, Dios les confía este sacramento de misión para guardar la unidad del matrimonio frente a la tentación del adulterio, y la indisolubilidad del sacramento frente a una creciente mentalidad divorcista. Seguramente, muchos de ustedes se han visto en la misma tentación como Moisés, la de renunciar a la misión, oponiendo las diversas dificultades de la vida cotidiana. La primera lectura nos devuelve la confianza y nos asegura que Dios nos dará su ayuda en esta misión confiada a nuestras débiles y frágiles fuerzas.

En este contexto de la misión y del llamado de Moisés, también nosotros, junto con estos niños recibiremos a Jesús en la Eucaristía, pues él confía en nosotros, y esto, debe significar el inicio de un camino de fidelidad al Señor, como el camino matrimonial de los esposos, que se debe prologar durante toda la vida y que tal vez, haya que reconstruir a través del perdón muchas veces más, sobre todos cuando mucho se ha fallado.

En el Evangelio Jesús vuelve a llamar a sus discípulos a caminar con él, nos vuelve a decir a todos nosotros y en especial a estos niños, también ustedes vengan a mi, porque nos quiere como sus discípulos, porque sólo con Jesús se puede tener una vida plena  y feliz, sólo con Jesús la vida y sus responsabilidades se hace más ligeras y llevaderas. Hermanos este gesto profético realizado por el Señor, recuerda la costumbre que tenían los antiguos rabinos de elegir a sus discípulos, de entre aquellos que tenían las mejores cualidades y confiar a ellos sus enseñanzas, así Jesús nos invita a caminar con él y como un acto de confianza nos entrega el Reino y la Iglesia.

Las palabras que siguen en el texto bíblico: Tomen mi yugo, y aprendan de Mí, pronunciadas en el contexto de las escuelas farisáicas de la época, con sus 613 preceptos, que habían hecho de la fe en Dios una mera cuestión jurídico-legal. Jesús, ahora propone en su mensaje unas exigencias morales que no derogan ni suprimen las leyes ya existentes ni siquiera propone nuevas leyes, él se da a sí mismo como guía, con su propia autoridad de hijo. Y con esta autoridad da a los esposos en su estado específico, la posibilidad de asumir las tareas del matrimonio ya no como yugos insoportables sino con la fuerza y suavidad de la gracia.

Hermanos peregrinos, por otra parte, en el marco de la operatividad del Plan Diocesano de Pastoral que asumí en su integridad desde mi llegada a la Diócesis de Querétaro, y en continuidad con el año dedicado a la prioridad diocesana «refundamentar la familia», en el que juntos como discípulos y misioneros, estamos llamados a trabajar para que esta situación sea transformada y la familia asuma su ser y su misión, busquemos caminos concretos y nuevas formas de atender al llamado de los Obispos reunidos en Aparecida y con su empuje recomenzar todo desde Cristo.

Por esta razón, meditamos este día sobre el valor de la fidelidad matrimonial, hay que volver a los matrimonios para toda la vida, como ha manifestado el Santo Padre Benedicto XVI en sus encuentros con las familias: uno de los mayores servicios que podemos prestar a nuestros semejantes es el testimonio sereno y firme de la familia fundada entre un hombre y una mujer, la familia es la mejor escuela donde se aprende a vivir aquellos valores que dignifican a la persona y hacen grandes a los pueblos. Entre esos múltiples valores aprendidos en el seno de las familias está el don de la fidelidad. Porque la familia está fundada en el sacramento del matrimonio entre un varón y una mujer, signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de Cristo por su esposa, la Iglesia.

Los esposos cristianos asumen la fidelidad como una de las tareas principales en su matrimonio, esto implica el proyecto de vivir juntos para toda la vida, asumiendo las dificultades con la ayuda de Dios y enseñando a los hijos este precioso tesoro. Este es su aporte específico a la evangelización como discípulos y misioneros del Señor. Porque la familia fundada en el matrimonio ha sido la vía primaria para la transmisión de la fe. Matrimonios recen con sus hijos, acérquense a los sacramentos con ellos, no tengas miedo de leer la Sagrada Escritura en la intimidad doméstica y dejen que su luz los ilumine, su matrimonio y su familia están llamados a dar su valioso aporte a la Iglesia y al mundo compartiendo su ser y su quehacer.

Hermanos con estas reflexiones los acompaño en su caminar, pido al señor que les renueve el entusiasmo para que en la Diócesis, las parroquias, las comunidades religiosas, los movimientos y asociaciones se trabaje con alegría en la misión permanente, y así cada familia y cada comunidad encuentre en el amor del Señor la clave para realizar sus tareas.

Finalmente quiero dar las gracias a los que hacen posible esta fiesta, a los catequistas y a los sacerdotes, por esta celebración de la fe, por su presencia y por su alegría en esta etapa del camino, y por este hermoso encuentro con el Señor.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro