Homilía en la Misa de Apertura del Inicio de la Maestría en Ciencias de la Familia

Patio de la Universidad Anahuac, Campus Querétaro, El Marqués, Qro, a 23 de Agosto de 2013.
Annus Fidei – Año de la Pastoral Social – Año Jubilar Diocesano

 

Queridos alumnos y profesores,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. Al celebrar esta Eucaristía, mediante la cual queremos encomendarnos a Dios y poner en sus manos de Padre este ciclo escolar, les saludo a cada uno de ustedes con la alegría del Señor Resucitado. Saludo a mis hermanos sacerdotes, a los Padres Legionarios del reino de Cristo, al P. Carlos Pi, Delegado de la Dirección Territorial, al P. Gaspar Guevara, Vicepresidente del Instituto Superior de Estudios para la Familia, al P. Jaime Gutiérrez, Presidente diocesano de la Comisión diocesana de la familia, juventud, laicos y vida, y a quienes concelebran esta mañana. De manera especial saludo al Mtro. Luis Eduardo Alverde Montemayor, Rector de la Universidad Anáhuac, al Mtro. José Abraham Belio Mendoza, Director del Instituto Superior de Estudios para la Familia. Saludo a los directivos de la Universidad Anáhuac y del Instituto Superior de Estudios para la Familia. A todos ustedes, queridos alumnos y profesores de la Universidad Anáhuac y de la 5ta generación de la maestría en ciencias de la familia  mi cordial saludo.

2. Les agradezco la invitación que han tenido a bien hacerme para presidir esta celebración eucarística, implorando a Dios su gracia de manera que nos veamos sostenidos por la fuerza del Espíritu Santo y seamos así capaces de discernir los caminos más seguros para el conocimiento de la verdad, la sabiduría y la libertad. Pues nos reconocemos limitados y necesitados de los auxilios divinos. De modo muy particular es necesario sentirnos iluminados para vislumbrar los caminos necesarios para conducir a la familia por los senderos de la vida, de la fe y del amor.

3. Al escuchar la palabra de Dios en esta mañana, se nos ofrecen algunas líneas que pueden ayudarnos a la reflexión y que deseo compartir con ustedes:

4. En primer lugar en la breve página del evangelio (Mt 22, 34-40), el evangelista expone una síntesis de la “Ley de Dios”, de manera que quienes escuchamos esta palabra, tengamos claro cuáles son los dos mandamientos principales, base y medida de una vida conforme a las prescripciones de Dios. Sin embargo, es claro que esto sólo es un mínimo que puede servir de pauta para la vida cotidiana y que no anula los demás mandamientos de Dios, ni dispensa de cumplir su voluntad con una justicia sobreabundante.

5. Como Institución académica cuyos principios se fundamentan en el evangelio no debemos olvidar que “la ley divina y natural muestra al hombre el camino que debe seguir para practicar el bien y alcanzar su fin” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1955). Además, “es universal en sus preceptos, y su autoridad se extiende a todos los hombres. Expresa la dignidad de la persona y determina la base de sus derechos y sus deberes fundamentales”. (Ibidem,1956). Hoy día, para cada uno de nosotros y para las instituciones educativas, el amor a Dios, el amor al prójimo y el amor a sí mismo, representa un desafío, pues la educación pudiera desvirtuar su naturaleza y su objetivo principal que es la humanización donde Dios, el prójimo y el hombre mismo, están llamados a vivir en la comunión. El amor a Dios invita a desarrollar y cuidar un profundo vínculo personal y emocional con Dios del mismo modo que se fomentan y profundizan también las relaciones humanas, especialmente con los amigos. El mandato del amor al prójimo exhorta a no escoger al prójimo, sino a tratar a todos como uno quisiera ser tratado. El añadido como a ti mismo no debe ser minimizado y convertido sólo en la medida del amor al prójimo, sino que también hoy debe ser entendido como mandato de amor a sí mismo. Con el amor así mismo no se está pensando en el egoísmo o el narcicismo sino en un sano sentido de la autoestima afectuosa y crítica que es la que me posibilita ver a todo prójimo como alguien realmente igual a mí.

6. En necesario que en un dinamismo renovado por el cambio social, tecnológico y cultural, no perdamos de vista la centralidad del amor, el cual lejos de ser una realidad etérea, debe ser una experiencia viva con Dios, con el prójimo y consigo mismo. Por ello, es urgente asumir el compromiso de educar para amar, superando el egoísmo que limita el horizonte de nuestra realización. La experiencia del amor es otra de las dimensiones de la trascendencia del hombre: no sólo es apertura hacia los demás, sino búsqueda incesante de Dios. Como institución educativa hemos de guiar hacia el encuentro con Cristo, que suscite en el corazón de los alumnos y de cada joven el amor, abriendo su espíritu al otro, de modo que el amor al prójimo ya no sea un mandamiento, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad (cf. Ga 5, 6).

7. El Instituto Juan Pablo II para la Familia, fundado por el beato Juan Pablo II para colaborar con la Iglesia en transmitir, promocionar y  lograr la defensa los valores de la persona, el matrimonio y la familia con el fin de capacitar profesionistas éticos y honestos que influyan positivamente en la sociedad, quiere seguirse poniendo al servicio del evangelio de la vida, asumiendo precisamente este desafío “educar para amar”. Su objetivo es formar líderes profesionales capaces de instaurar una cultura de familia mediante estudios sólidos y multidisciplinarios con bases y evidencias científicas, que promuevan, defiendan y difundan los valores que sustentan a la persona, al matrimonio, la familia y la vida. La Maestría en Ciencias de la Familia forma egresados capaces de influir positivamente en sectores estratégicos de la sociedad orientando y transformando sus estructuras de acuerdo a valores universales y trascendentes de la familia. Agradezco la disposición y el servicio que prestan a esta Iglesia particular a través de esta maestría. Desearíamos que fueran muchísimos más quienes aprovecharan esta grande oportunidad, sin embargo, las circunstancias son estas.

8. La Palabra de Dios esta mañana nos da la luz de por donde hemos de emprender este itinerario formativo: grabar en el corazón de las nuevas generaciones la  ley de amor, que hace obrar por el amor que infunde el Espíritu Santo más que por el temor; la ley de gracia, porque confiere la fuerza de la gracia para obrar mediante la fe y los sacramentos;  y finalmente la ley de libertad (cf St 1, 25; 2, 12), porque nos libera de las observancias rituales y jurídicas de la Ley antigua, inclinándonos a obrar espontáneamente bajo el impulso de la caridad y haciéndonos pasar de la condición del siervo “que ignora lo que hace su señor”, a la de amigo de Cristo, “porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15, 15)(cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1972).

9. El año de la fe que como Iglesia estamos viviendo, nos invita a fortalecer nuestros lazos de amistad con Dios en su Hijo Jesucristo. Que los esfuerzos que durante este ciclo escolar se vean fortalecidos por la luz de la fe la cual “no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: siendo participación en su modo de ver” (cf. Lumen fidei, 18).

10. Les animo a cada uno de ustedes jóvenes universitarios a no dejarse envolver por la arrogancia de la ciencia, sino más bien con una actitud humilde y sencilla, aprendan a escuchar la voz de Dios que les invita a ser discípulos y misioneros de su amor en los ambientes donde no es bien recibido. Eso es lo mejor que podemos hacer. Y la mejor manera de decir que le amamos y que nos comprometemos con él. Sobre todo en aquellos ambientes secularizados y en aquellas familias donde se cree que Dios no cabe o es un estorbo.

11. Que nuestra madre la Santísima Virgen María nos asista con su gracia y su bendición Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro