Homilía en la Misa con motivo del Inicio del Año Escolar 2013-2014

Santa Iglesia Catedral,  Ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., viernes 23 de agosto de 2013.

Annus Fidei – Año de la Pastoral Social – Año Jubilar Diocesano

Queridos alumnos y profesores,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. Les saludo a cada uno de ustedes en el Señor, con la esperanza que la sabiduría que brota de los labios del Altísimo les muestre en su vida y en su itinerario estudiantil, el camino de la salvación. Saludo cordialmente al P. Carlos Hernández Reséndiz, recientemente nombrado encargado diocesano de la Pastoral Educativa, con el propósito de impulsar los proyectos pastorales que fortalezcan una sólida promoción de la cultura educativa, anclada en los valores cristianos del evangelio. Gracias Padre por tu disposición y tu generosidad. Agradezco muy especialmente la presencia de los profesores, maestros y directores de las diferentes instituciones educativas aquí presentes, a todos ustedes mi cordial saludo. Me complace sobremanera poder encontrarme con cada uno de ustedes queridos alumnos, pues de esta manera tengo la oportunidad de poder saludarles y desearles abundantes frutos académicos e intelectuales, en esta nueva experiencia de aprendizaje y de encuentro con el basto mar de la ciencia y de la cultura.

2. En esta hermosa tarde en que nos encontramos reunidos, quiero reflexionar con ustedes, algunos puntos que considero pueden ayudarnos para aprovechar mejor el año académico que estamos comenzando en nuestras diferentes instancias educativas.

3. El primero de ellos brota de la Palabra de Dios que hemos escuchado en la lectura del santo evangelio (Mt 22, 34-40). En esta breve página, el evangelista expone una síntesis de la “Ley de Dios”, de manera que quienes escuchamos esta palabra, tengamos claro cuáles son los dos mandamientos principales, base y medida de una vida conforme a las prescripciones de Dios. Sin embargo, es claro que esto sólo es un mínimo que puede servir de pauta para la vida cotidiana y que no anula los demás mandamientos de Dios, ni dispensa de cumplir su voluntad con una justicia sobreabundante.

4. Queridos hermanos y hermanas, hoy día, para cada uno de nosotros, el amor a Dios, el amor al prójimo y el amor a sí mismo, es un desafío. El amor a Dios invita a desarrollar y cuidar un profundo vínculo personal y emocional con Dios del mismo modo que se fomentan y profundizan también las relaciones humanas,  especialmente con los amigos. El mandato del amor al prójimo exhorta a no escoger al prójimo, sino a tratar a todos como uno quisiera ser tratado. El añadido como a ti mismo no debe ser minimizado y convertido sólo en la medida del amor al prójimo, sino que también hoy debe ser entendido como mandato de amor a sí mismo. Con el amor así mismo no se está pensando en el egoísmo o el narcicismo sino en un sano sentido de la autoestima afectuosa y crítica que es la que me posibilita ver a todo prójimo como alguien realmente igual a mí.

5. Queridos amigos, de este mensaje del evangelio se desprende la segunda idea que quiero reflexionar. Un profesor cristiano, un joven estudiante cristiano, un niño estudiante cristiano, lleva en su interior el amor apasionado, fruto de la experiencia de un encuentro personal con Dios. Por eso, la educación  aunque sea laica, tiene que llevar al alumno a que a través de la ciencia se encuentre con Dios, quien es el artífice de la creación, donde Jesucristo se encuentra en el culmen de ella, y en él cada ser humano. Es necesario que cada uno de nosotros tengamos un encuentro personal con el amor de Dios con su Hijo Jesucristo. El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo (cf. DA, 243). ¡No vamos a amar a Dios al quien no conocemos, es imposible! Mucho menos vamos a darlo a conocer, cuando cada uno de nosotros no ha tenido una experiencia personal con él. El Papa Benedicto XVI nos lo dicho con mucha claridad: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (cf. Deus caritas est, 12). Este acontecimiento, esta persona se llama Jesucristo, Jesucristo resucitado. Queridos profesores el estilo de vida que cada uno de ustedes asuma, según la fe que profesan, debe ser un puente para que sus alumnos descubran a Dios en su vida, este debe ser el talante de la calidad educativa en las escuelas. Por muchas actividades y asignaturas sobre valores que se tengan, sino damos testimonio con el ejemplo serán como campanas que resuenan al vacío.

6. Es necesario educar en el temor de Dios, lo que no significa que debamos educar en el miedo, sino que significa educar para sentir hacia Dios un profundo respeto, el respeto de la voluntad de Dios que es el verdadero designio de mi vida y es el camino a través del cual la vida personal y comunitaria puede ser buena; y hoy, con todas las crisis que hay en el mundo, vemos la importancia de que cada uno respete esta voluntad de Dios grabada en nuestro corazón y según la cual debemos vivir; y así este temor de Dios es deseo de hacer el bien, de vivir en la verdad, de cumplir la voluntad de Dios.

7. Además, considero que es necesario que la educación tenga como objetivo implícito fomentar el amor al prójimo. Necesitamos ser educados para amar. Pues el amor es el origen, el medio de realización y el destino último de todo ser humano (cf. Educar para una nueva sociedad, 50). Educados para amar significa en primer lugar superar el egoísmo que nos limita el horizonte de nuestra realización. Para que nuestras capacidades afectivas colaboren en el desarrollo de nuestra humanidad, es necesario que seamos educados a través de las virtudes y de experiencias significativas que las promuevan. Por eso, el ejercicio de la caridad deberá ser una característica de la educación y más de la educación cristiana. Debemos estar atentos para que la educación de nuestras instituciones deje de conducirse por los caminos de la sola competitividad, la tecnología y la despersonalización. Esto no quiere decir que vaya en contra de la ciencia y la tecnología; el problema está cuando éstas se interponen y promueven la despersonalización y la materialización de las personas. No es mejor educación la que te capacita para ganar más, sino la que te explica el sentido de tu vida y de tu existencia, la que te educa en la verdad y en la libertad.

8. Finalmente, es necesario educar al hombre en su conciencia. Lo que significa que ayudemos al ser humano a ser consciente del tesoro y la huella de Dios que lleva dentro de sí. En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. El concilio Vaticano II nos enseña que “La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo (Concilio Vaticano II, Const. Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, 16).

9. La educación, precisamente porque aspira a hacer al hombre más hombre, puede realizarse auténticamente sólo en un contexto relacional y comunitario. Por ello, educar a las jóvenes generaciones en comunión y a la comunión, es un empeño serio que no se improvisa. Y que nos necesita a cada uno de nosotros, pastores, laicos comprometidos, estudiantes y padres de familia.

10. Queridos estudiantes, deben sentirse afortunados de poder acceder a la educación, pues ella no sólo es una garantía para el futuro, sino que es la oportunidad de hoy para ser más humanos y mejores ciudadanos.  Integren a su vida todos los elementos que la escuela les ofrece, de manera que al final puedan sentirse satisfecho porque han aprovechado los recursos que sus padres les han podido ofrecer.

11. Les deseo el mejor de los éxitos en este curso escolar, animo a los profesores a no desfallecer en esta noble tarea pues ustedes necesitan también y sobre todo una “formación del corazón”. Se les ha de guiar hacia el encuentro con Cristo que suscite en ustedes el amor y abra su espíritu al otro, de modo que el amor al prójimo, ya nos sea un mandamiento sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad (cf. Ga 5, 6).

12. Que nuestra Madre Santísima la “Sede de la Sabiduría”, nos obtenga de Dios los dones necesarios y las gracias para poder cada día más amar a Dios, amar al prójimo como a uno mismo. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez.
Obispo de Querétaro