Homilía en la Misa con la comunidad educativa del Colegio Centro Unión

Colegio Centro Unión, San Juan del Río, Qro., jueves 10 de abril de 2014
Año de la Pastoral Litúrgica

Queridos alumnos y profesores,
muy estimados padres de familia:

 

1. Me alegra poder encontrarme con ustedes en esta noche y celebrar juntos la Eucaristía en este contexto de ejercicios espirituales cuaresmales, mediante los cuales ustedes buscan prepararse de manera más intensa, para la celebración anual de los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Sabemos muy bien que la Cuaresma es la oportunidad que Dios no da, de volver la mirada a nosotros mismos y descubrir aquellas realidades que han nublado su imagen en nosotros y nos han orillado muchas veces, a perder la identidad cristiana que nos ha dado el Bautismo. En este tiempo de ayuno, penitencia y de oración la Palabra de Dios es el principal recurso que nos ayuda a lograr estos objetivos.

2. Al escuchar la primera lectura tomada del libro del Génesis (Gn 17, 3-9), nos encontramos con uno de los textos más significativos y más emblemáticos para el pueblo de Israel, pues en él, se narra la manifestación que Dios le hace a Abram, para establecer con él su alianza perpetua de amor, de generación en generación, siendo para él y sus descendiente, el único Dios. Además, mediante esta alianza, Abram y sus descendentes quedan vinculados al Señor a través  la filiación con la única condición de cumplan esta alianza.

 3. Por su parte en el Evangelio escuchamos un texto de san Juan (8, 51-59), donde Jesús les dice a los judíos: “Yo les aseguro. El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”. Lo cual provoca una seria discusión y el enojo por parte de los judíos, pue sin duda que no comprenden la dimensión de las palabras de Jesús. Su afán por cumplir la ley, los ha llevado a la cerrazón y la ceguera espiritual, donde no cabe la idea de la buena nueva de la salvación en Jesucristo, quien viene a dar cumplimento definitivo a la ley y a sellar la nueva alianza con el hombre. Es más, el estilo de vida de cumplir la ley sólo por cumplirla, ha provocado en ellos el endurecimiento de su corazón,  llevándoles a sufrir la “cardiesclerosis espritual”, que no les permite abrirse a las mociones del Espíritu, considerando la ley como lo único que los salva, ignorando el dinamismo del Espíritu.

4. Queridos jóvenes, maestros y padres de familia, estos textos leídos en este contexto litúrgico y en este tiempo de la cuaresma, nos llevan a reflexionar en algunos aspectos fundamentales para nuestra vida.

5. En primer lugar nos llevan a pesar en la alianza que Dios ha establecido con cada uno de nosotros al hacernos sus hijos de adopción en el bautismo, destinando nuestra vida a la bienaventuranza futura; sin embargo hoy sería bueno que cada uno de nosotros pensemos si realmente estamos viviendo como Hijos de Dios, si sus mandamientos  son en nuestra vida, el camino que nos conduce y que nos inspira para ser en el mundo testimonios de fe. Quiero invitarles esta noche a que nos detengamos un momento y analicemos nuestra conciencia a la luz de la gracia, buscando reorientar el camino que nos conduzca a la casa del Padre, buscando reorientar nuestro sí a la alianza con Dios como Jóvenes o como adultos, pero cada uno a su nivel. Pues como nos los enseñaba el Papa Benedicto XVI: “Podríamos decir también que el rostro de Dios, el contenido de esta cultura de la vida, el contenido de nuestro gran «sí», se expresa en los diez Mandamientos, que no son un paquete de prohibiciones, de «no», sino que presentan en realidad una gran visión de vida. Son un «sí» a un Dios que da sentido al vivir (los tres primeros mandamientos); un «sí» a la familia (cuarto mandamiento); un «sí» a la vida (quinto mandamiento); un «sí» al amor responsable (sexto mandamiento); un «sí» a la solidaridad, a la responsabilidad social, a la justicia (séptimo mandamiento); un «sí» a la verdad (octavo mandamiento); un «sí» al respeto del otro y de lo que le pertenece (noveno y décimo mandamientos)” (cf. Homilía de la fiesta del bautismo del Señor, 08 enero 2016).

6. Sin embargo, los diez mandamientos no es lo más importante en la vida de un cristiano,  pues de ser así caeríamos en  el error que Jesús les echa en cara a los judíos  en el evangelio. Lo más importante es el encuentro con Jesús en su Palabra, vivir en la fidelidad a la Palabra de Dios. La novedad de Jesús consiste, esencialmente, en el hecho que él mismo «llena» los mandamientos con el amor de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo que habita en él. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que nos hace capaces de vivir el amor divino. Por eso todo precepto se convierte en verdadero como exigencia de amor, y todos se reúnen en un único mandamiento: ama a Dios con todo el corazón y ama al prójimo como a ti mismo. «La plenitud de la Ley es el amor», (Rm 13, 10).

7. Todo esto nos ha de orientar para centrar nuestra vida y nuestra fe en Jesús.  Jesús es el Hijo de Dios que descendió del cielo para llevarnos al cielo, a la altura de Dios, por el camino del amor. Es más, él mismo es este camino: lo único que debemos hacer es seguirle, para poner en práctica la voluntad de Dios y entrar en su reino, en la vida eterna. Es necesario que abramos el corazón para acoger la palabra de Dios. pues “Hemos sido creados en la Palabra y vivimos en ella; no nos entenderíamos a nosotros mismos si no nos abriéramos a este diálogo. La Palabra de Dios revela la naturaleza filial y relacional de nuestra vida. Estamos verdaderamente llamados por gracia a conformarnos con Cristo, el Hijo del Padre, y a ser transformados en Él” (cf. Verbum Domini, 22).

8. En la antífona del evangelio escuchamos que se nos decía: “Hagámosle cado al Señor que nos dice: No endurezcan el corazón” (cf. Sal 94, 8). Creo que en este sentido  la tarea es ardua, que muchas veces estamos vacunados contra la novedad del evangelio, acostumbrados  a escuchar la palabra de Dios nos hacemos inmunes a lo que nos quiere decir. La Palabra de Dios, en efecto, no se contrapone al hombre, ni acalla sus deseos auténticos, sino que más bien los ilumina, purificándolos y perfeccionándolos. Qué importante es descubrir en la actualidad que sólo Dios responde a la sed que hay en el corazón de todo ser humano. En nuestra época se ha difundido lamentablemente, la idea de que Dios es extraño a la vida y a los problemas del hombre y, más aún, de que su presencia puede ser incluso una amenaza para su autonomía. En realidad, toda la economía de la salvación nos muestra que Dios habla e interviene en la historia en favor del hombre y de su salvación integral. Por tanto, es decisivo que mostremos la capacidad que tiene la Palabra de Dios para dialogar con los problemas que el hombre ha de afrontar en la vida cotidiana. Jesús se presenta precisamente como Aquel que ha venido para que tengamos vida en abundancia (cf. Jn 10,10). Por eso, debemos hacer cualquier esfuerzo para mostrar la Palabra de Dios como una apertura a los propios problemas, una respuesta a nuestros interrogantes, un ensanchamiento de los propios valores y, a la vez, como una satisfacción de las propias aspiraciones.

9. San Buenaventura nos enseña que “El fruto de la Sagrada Escritura no es uno cualquiera, sino la plenitud de la felicidad eterna. En efecto, la Sagrada Escritura es precisamente el libro en el que están escritas palabras de vida eterna para que no sólo creamos, sino que poseamos también la vida eterna, en la que veremos, amaremos y serán colmados todos nuestros deseos” (cf. Prol.: Opera Omnia, V, Quaracchi 1891, p. 5, 201-202). Queridos jóvenes les quiero invitar a que conozcan la Sagrada Escritura, así conocerán a Dios y conocerán su mensaje. Inspírense en ella para escribir canciones, para escribir poesías, para dibujar y plasmar en sus obras de arte el mensaje de la vida de Jesucristo. Pero sobretodo inspírense en ella para realizar su proyecto de vida personal y profesional.

10. A ustedes padres de familia les animo para que apoyados en la Palabra de Dios sepan educar a sus Hijos, conducirlos por el camino del bien e imprimir en ellos sentimientos de fe esperanza y caridad.

11. Me alegra de verdad que en este colegio se ofrezcan estos espacios. Muchas felicidades y ánimo en la tarea educativa.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro