Homilía en la consagración perpetua de la Hna. Claudia Segoviano Bárcenas, Marcelina

Santa Iglesia Catedral,  Ciudad Episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., 5 de septiembre de 2015

Año de la Vida Consagrada – Año de la Pastoral de la Comunicación

 

Queridos hermanos sacerdotes,

muy querida hija Claudia,   

estimados miembros de la vida consagrada,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con alegría nos hemos reunido en esta mañana para celebrar la Santa Eucaristía en la que Cristo Jesús, se ofrece continuamente como el alimento que da la vida al mundo y en donde encuentra su fundamento y su fuerza la vida consagrada. Así nos lo hace notar la exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata cuando enseña “La Eucaristía, memorial del sacrificio del Señor, centro de la vida de la Iglesia y de cada comunidad, aviva desde dentro la oblación renovada de la propia existencia, el proyecto de vida comunitaria y la misión apostólica. Todos tenemos necesidad del viático diario del encuentro con el Señor, para insertar la cotidianidad en el tiempo de Dios que la celebración del memorial de la Pascua del Señor hace presente”  (Juan Pablo II, Exhort. Apost. Post. Vita Consecrata, 95).  

2. Es, en este contexto litúrgico que hoy queremos celebrar la consagración perpetua de la Hna. Claudia Segoviano Bárcenas, quien con alegría y con generosidad quiere responder a la llamada de Jesús, viviendo los consejos evangélicos bajo el carisma específico de las Hermanas de Santa Marcelina. Agradezco la amable invitación que me han hecho para presidir esta Eucaristía, que nos llena de júbilo y de alegría. Les saludo a cada uno de ustedes en el Señor, particularmente a la Hna. Antonia Contaldo, Delegada Regional del Instituto en México. Saludo a los señores Antonio y Leticia, papás de la hermana Claudia. A todos ustedes le deseo la paz y la gracia de Dios.

3. Me alegra que esta celebración se lleve a cabo en el Año de la Vida Consagrada al que Su Santidad el Papa Francisco nos ha convocado y que jubilosos estamos viviendo, pues sin duda que la mejor forma de celebrar y vivir este año, es poniendo sobre el altar de Dios, el deseo concreto de la hermana Claudia, quien desea  consagrarse para siempre en la vida de pobreza, castidad y obediencia por el Reino de los cielos. Pues como nos lo señaló el Santo Padre en la carta con ocasión de este año  “Es vuestra vida la que debe hablar, una vida en la que se trasparenta la alegría y la belleza de vivir el Evangelio y de seguir a Cristo…El valor de la Iglesia, fundamentalmente, es vivir el Evangelio y dar testimonio de nuestra fe. La Iglesia es la sal de la tierra, es luz del mundo, está llamada a hacer presente en la sociedad la levadura del Reino de Dios y lo hace ante todo con su testimonio, el testimonio del amor fraterno, de la solidaridad, del compartir”. (cf. Francisco, Carta apostólica a todos los consagrados con ocasión de año de la vida consagrada).

4. En el Santo Evangelio que se ha proclamado, hemos escuchado el momento sublime en el cual Jesús mediante una triple pregunta,  interroga a Pedro sobre su opción fundamental, es decir, sobre su respuesta y su compromiso ante la propuesta concreta de su amor. Cuando Jesús  le pregunta a Pedro si le ama más que los otros, su pregunta se dirige al futuro más que el presente. Pedro no es elegido porque ame más —lo cual quedó desmentido por los hechos—, sino porque al ser elegido, deberá amar en adelante más que los demás. Aquí se entiende que el Señor Jesús le deja en claro a Pedro que la misión de la Iglesia será en primer lugar, mostrar el amor de Jesús y en después, llevar a cada bautizado a enamorarse de él.  

5. Esta propuesta que Jesús le hace a Pedro en el evangelio  y que exige una triple respuesta, es la misma propuesta que el Señor Jesús le dirige hoy a Usted, querida hija Claudia, pues “la vida consagrada está llamada a reflejar este esplendor del amor, porque confiesa, con su fidelidad al misterio de la Cruz, creer y vivir del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo … Su fidelidad al único Amor se manifiesta y se fortalece en la humildad de una vida oculta, en la aceptación de los sufrimientos para completar lo que en la propia carne « falta a las tribulaciones de Cristo » (Col 1, 24), en el sacrificio silencioso, en el abandono a la santa voluntad de Dios, en la serena fidelidad incluso ante el declive de las fuerzas y del propio ascendiente. De la fidelidad a Dios nace también la entrega al prójimo, que las personas consagradas viven no sin sacrificio en la constante intercesión por las necesidades de los hermanos, en el servicio generoso a los pobres y a los enfermos, en el compartir las dificultades de los demás y en la participación solícita en las preocupaciones y pruebas de la Iglesia” (cf. Exhort. Apost. Vita Consecrata, n. 24).

6. Querida hija, Jesús necesita de ti la respuesta firme y contundente. Una respuesta que sea capaz de llevarte al abandono en sus manos y poder así extender el Reino, más allá de los límites físicos, humanos y existenciales. “Hay toda una humanidad que espera: personas que han perdido toda esperanza, familias en dificultad, niños abandonados, jóvenes sin futuro alguno, enfermos y ancianos abandonados, ricos hartos de bienes y con el corazón vacío, hombres y mujeres en busca del sentido de la vida, sedientos de lo divino…” (cf. Francisco, Carta apostólica a todos los consagrados con ocasión de año de la vida consagrada). En este sentido, creo que el carisma fundacional de la Congregación de las Hermanas de Santa Marcelina, sigue siendo una realidad viva que enriquece con su suave  y agradable aroma la vida y la misión de la Iglesia, pues sigue promoviendo que la semilla del Evangelio, germine y crezca especialmente en el corazón de la niñez y de la juventud.  Ya lo decía Mons. Biraghi: “El Señor no quiere que descansemos sobre lo que se ha hecho hasta ahora, sino que vayamos más lejos”. Y este “ir más lejos” significa: acogida a los refugiados, de cercanía a los pobres, de creatividad en la catequesis, en el anuncio del Evangelio, en la iniciación a la vida de oración, que se aligeren las estructuras, se reutilicen las grandes casas en favor de obras más acordes a las necesidades actuales de evangelización y de caridad, se adapten las obras a las nuevas necesidades.

7. La primera lectura tomada del primer libro de los Reyes (19, 9a. 11-16), nos permite entender que “La pasión por el Señor” (v. 14), es lo que nos hace salir de nosotros mismos y encaminarnos por la consecución de su causa. Elías, ante la incertidumbre y el miedo por defender la verdad huye al desierto y en el Horeb, el Señor le sale a su encuentro. Un encuentro que le dio luces para continuar por el camino. En este sentido quizá muchas veces en la vida ordinaria de la consagración, tras defender la dignidad humana y buscar educar el corazón del hombre, en la cercanía con Dios y su evangelio. Muchos querrán quitarnos del camino, pero debemos tener la certeza que en esos momentos el Señor saldrá a nuestro encuentro y de la forma más inesperada, sutil y confortante, nos mostrará el camino por el que debamos continuar. Por ello, es necesario que no se descuiden los momentos de la oración. “Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga” (EG, 262).

8. Queridos hermanos y hermanas todos en el Señor, esta celebración al mismo tiempo que es ocasión para sellar la alianza de amor entre Dios y nuestra hermana Claudia, es una oportunidad muy propicia para que cada uno de nosotros, renovemos nuestro compromiso con Dios, para que cada uno de manera personal, responda a la misión que el Señor le ha dado.

9. Pidamos la intercesión de los santos fundadores para que siguiendo siempre su ejemplo, no dudemos en decirle a Jesús: “Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero” (cf. Jn 21, 17). Que la maternal intercesión de la Santísima Virgen María, Esposa sin arruga y sin mancha, conserve virginalmente la fe íntegra, la esperanza firme y el amor sincero, de todas y cada una de las consagradas. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro