Homilía en la Misa del Centenario del Nacimiento de Mons. Sebastián Berumen Silva, fundador de la Congregación de las Misioneras de San Juan Bautista

Parroquia de Santiago Apóstol, Ciudad Episcopal de Santiago de Querétaro., Qro., a 5 de septiembre de 2015.

Año de la Vida Consagrada –Año de la Pastoral de la Comunicación

 

Estimados hermanos sacerdotes,

muy queridas Religiosas Misioneras de San Juan Bautista,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con júbilo y alegría nos reunimos en esta tarde para celebrar la Eucaristía, es decir, la acción de gracias a Dios por excelencia, mediante la cual reconocemos las bendiciones que día con día recibimos de su bondad y de su providencia. Especialmente, en este día se eleva a Dios nuestra acción de gracias por la celebración del centenario del nacimiento de Mons. Sebastián Berumen Silva, fundador de la Congregación de la Misioneras de San Juan Bautista; hombre del Espíritu que con visión de pastor, descubrió la necesidad de promover la tarea impostergable de la Iglesia: la misión, especialmente “para calmar y aún, si posible fuera, saciar la ardiente sed de almas que le abrasan”.  

2.  Me alegro de poder estar con ustedes en esta tarde y unirme a esta celebración tan importante para cada una de ustedes. Saludo con especial afecto a la Rev. Madre Carlota del Perpetuo Socorro Bautista González, Superiora General del Instituto, a quien le agradezco su servicio por promover  que el carisma de los padres fundadores, sea siempre fiel al evangelio.  A todos ustedes la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo.

3. Celebrar este feliz aniversario es, una oportunidad muy hermosa que nos permite volver la mirada al “pasado con gratitud”, con la intención de descubrir cómo Dios desde el momento en el que nos llama a la vida, nos prepara una misión específica. Especialmente hoy reconocemos este en la vida de Mons. Sebastián Berumen. Es providencial que este aniversario coincida con la celebración de Año de la Vida Consagrada pues como nos ha dicho el Papa Francisco: “Poner atención en la propia historia es indispensable para mantener viva la identidad y fortalecer la unidad de la familia y el sentido de pertenencia de sus miembros. No se trata de hacer arqueología o cultivar inútiles nostalgias, sino de recorrer el camino de las generaciones pasadas para redescubrir en él la chispa inspiradora, los ideales, los proyectos, los valores que las han impulsado, partiendo de los fundadores y fundadoras y de las primeras comunidades. También es una manera de tomar conciencia de cómo se ha vivido el carisma a través de los tiempos, la creatividad que ha desplegado, las dificultades que ha debido afrontar y cómo fueron superadas. Se podrán descubrir incoherencias, fruto de la debilidad humana, y a veces hasta el olvido de algunos aspectos esenciales del carisma. Todo es instructivo y se convierte a la vez en una llamada a la conversión. Recorrer la propia historia es alabar a Dios y darle gracias por todos sus dones” (cf. Francisco, Carta apostólica a todos los consagrados con ocasión de año de la vida consagrada, 21 de noviembre de 2014). Así, reconocer nuestro origen, es reconocer como Congregación,  nuestra misión en la Iglesia y en el mundo.

4. Celebrar este aniversario es también, la oportunidad para renovar las fuerzas y el compromiso de vivir el “presente con pasión”, anclados sobretodo en la palabra de Dios y en lo que los signos de los tempos nos van exigiendo dar. De manera que sin caer en la mundanidad espiritual, tengamos siempre claro lo que Dios nos pide hacer en el  mundo. Hoy necesitamos que el evangelio de Jesús permee todas y cada una de las realidades que vivimos y que nuestro ser y quehacer corresponda a la identidad de discípulos misioneros. especialmente manifestando la alegría del evangelio y la belleza de nuestra fe. “En el mundo de hoy, con la velocidad de las comunicaciones y la selección interesada de contenidos que realizan los medios, el mensaje que anunciamos corre más que nunca el riesgo de aparecer mutilado y reducido a algunos de sus aspectos secundarios” (EG, 34). “El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos. ¡Esa invitación en ninguna circunstancia se debe ensombrecer! Todas las virtudes están al servicio de esta respuesta de amor. Si esa invitación no brilla con fuerza y atractivo, el edificio moral de la Iglesia corre el riesgo de convertirse en un castillo de naipes, y allí está nuestro peor peligro. Porque no será propiamente el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas. El mensaje correrá el riesgo de perder su frescura y dejará de tener «olor a Evangelio»” (EG, 39). Ustedes, muy bien se dan cuenta que  la urgencia de la misión es una realidad impostergable, y que no podemos renunciar a la propia identidad bautismal. “El Instituto de las Misioneras de San Juan Bautista nació misionero, ha vivido misionero y justamente debe decirse que es esencialmente misionero, pues brotó como una respuesta sincera, ardiente y generosa al Corazón Sacratísimo de Jesús, para calmar y aun, si posible fuera, saciar la ardiente sed de almas que le abrasan”. Hoy me hago portavoz de aquellas palabras del evangelio que hermosamente el papa francisco ha retomado como una denuncia profética: “¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!” (EG, 80).

5. Finalmente, celebrar este aniversario es una valiosa oportunidad para “abrazar el futuro con esperanza”,  Hoy, la palabra de Dios que escuchamos en la primera lectura tomada de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses nos ha dicho: “Es necesario que ustedes permanezcan firmes y bien fundados en la fe, sin apartarse de la esperanza transmitida por la Buena Noticia que han oído y que fue predicada a todas las criaturas que están bajo el cielo” (Col 1, 23). Aquí está el rumbo que se debe seguir y en el cual nos debemos mover para vivir el presente con pasión. La cultura, los jóvenes, la sociedad, lao niños, necesitan que les anunciemos la Esperanza que salva.  El lema que ustedes proclaman: “Adveniat regnum tuum”, no sólo es un lema, sino que es una forma de vida, que les debe animar para no escatimar entregarse sin reserva y sin miedo.  

6. Mons. Berumen, sin duda que  con visión de profeta, al fundar este Instituto tenía presente que cada una de ustedes podía llegar a ser con su testimonio de vida “Heraldos de la esperanza”. es por ello que se acogió a la bienaventurada Virgen María de Guadalupe, Madre de la Esperanza, pues en ella veía el modelo de quien camina en Dios confiando en Dios.  su ardiente y filial devoción lo llevó a poner a cada una  de ustedes bajo su especial predilección.

7. El nombre que llevan les debe animar para que como San Juan Bautista, no teman en defender la verdad del Evangelio, incluso a costa de derramar la propia sangre. La Nueva Evangelización, nos está pidiendo testigos creíbles, capaces de transfórmalo todo desde la creatividad y astucia evangélica. Mons. Berumen no tuvo miedo de emprender esta obra incluso sin saber por dónde podía dirigir la vida de las primeras hermanas.

8. Pidamos ala Santísima Virgen María de Guadalupe, patrona y reina de esta Instituto, que siga intercediendo por tas y cada una de ustedes para que nunca pierdan la frescura de a vocación y que  el ejemplo de la devoción mariana de Mons. Berumen les impulse cada vez más a corres presurosas en el anuncio del evangelio. Amén.  

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro