Homilía en la Celebración Litúrgica de la Pasión del Señor, el Viernes Santo

Santa Iglesia Catedral, Santiago de Querétaro, Qro., 6 de abril de 2012

Hermanos Sacerdotes:
Queridos diáconos:
Apreciados miembros de la Vida Consagrada:
Hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. La Iglesia en esta tarde, reunida para la escucha y meditación de la Palabra de Dios, celebra la pasión del Señor con la seguridad de que la cruz de Cristo no es la victoria de las tinieblas, sino la muerte de la muerte. Por lo cual en este día, reconoce y centraliza la importancia de la Cruz como signo de salvación. “Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y
glorificamos, pues del árbol de la cruz ha venido la alegría al mundo entero”. Esta visión de fe, manifestada en la liturgia de este día, sintetiza y representa el contenido del evento de la cruz del Señor, donde de una vez y para siempre ha restaurado con su sangre la comunión con Dios y con los hermanos.

2. Al contemplar en la liturgia de la Palabra, la narración de la pasión según san Juan, vemos a Jesús como rey que conoce la situación, la domina y, por así decir, se señorea de ella aún en sus mínimos detalles. La “hora de Jesús” que ha llegado se describe a través de los hechos como hora de sufrimiento y de gloria: el odio del mundo condena a muerte de cruz a Jesús, pero desde lo alto
de la cruz Dios manifiesta su amor infinito. En esta esplendida revelación, en esta total entrega divina, consiste la gloria.

3. La narración de la pasión comienza y termina en un huerto, queriendo indicar que Cristo ha asumido y redimido el pecado del primer Adán y el hombre recobra ahora su belleza original. La narración no se detiene en el sufrimiento de Jesús, Juan solo hace alusión a la agonía del Getsemaní, mientras que subraya insistentemente la identidad divina, de Cristo el “yo soy” que aterra a los guardias. Del mismo modo, menciona como de pasada los escarnios y golpes, mientras evidencia -sobre todo ante Pilato y la crucifixión- la realeza de Jesús. Cuando es elevado en la cruz se cumple tanto un acto humano como un acto de la Escritura, revelando la gloria de Dios. Precisamente en el momento de la muerte, nace el nuevo pueblo elegido, confiado a la virgen
Madre. Del agua y la sangre que manan del costado traspasado nace la Iglesia, que regenerada en el bautismo y alimentada con la Eucaristía, celebrando a lo largo del tiempo la pascua del verdadero Cordero, hasta que también se cumpla el tiempo en la eternidad. Dice San Juan Crisóstomo: “Del costado salió sangre y agua. No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante tan grande misterio, pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He dicho que esta agua y esta sangre eran símbolo del bautismo y de la Eucaristía. Pues bien con estos dos sacramentos se edifica a la Iglesia: con el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado, ambos, del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia como del costado de Adán fue formada Eva”. (San Juan Crisóstomo, De la catequesis de San Juan Crisóstomo sobre el valor de la sangre de Cristo, 3, 13-19).

4. «Mirarán al que traspasaron» (Jn. 19, 37). Jesús, cuyo costado fue traspasado a la misma hora en que tenía lugar el sacrificio ritual de los corderos pascuales en el templo, es el verdadero cordero pascual, inmaculado, en quien por fin se realiza el sentido de todo culto y de todo ritual, y en quien se hace visible lo que en realidad significa el culto. Mientras los corderos pascuales sangran en el templo, muere un hombre fuera de la ciudad, muere el Hijo de Dios, asesinado por los que creen honrar a Dios en el templo.

5. Un soldado abrió el costado de Jesús con una lanza (Jn. 19, 34). Para ello se utiliza la misma palabra que emplea el Antiguo Testamento en el relato de la creación de Eva a partir de la costilla (del costado) de Adán, mientras éste dormía. Resulta bastante claro que el misterio creador de la unión y el contacto entre el hombre y la mujer se repite en la relación entre Cristo y la humanidad creyente. La Iglesia nació del costado abierto de Cristo muerto; la muerte del Señor, la radicalidad de su amor, que alcanza hasta la entrega definitiva, es precisamente la que fundamenta sus frutos. Existir para los demás. El costado abierto es, el símbolo de una nueva imagen del hombre, de un nuevo Adán: Cristo.

[Nos alimentamos de este fruto del grano de trigo muerto: el pan de la eucaristía es la comunicación inagotable del amor de Jesucristo, suficientemente rico para saciar el hambre de todos los siglos. Los sacramentos de la Iglesia son, como ella misma, frutos del grano de trigo muerto. «El que quiera guardar su vida la perderá; pero el que quiera perderla por mí y por el evangelio, la encontrará». Estas palabras del Señor son la fórmula fundamental de la vida cristiana.]

6. Quisiera en esta tarde, que no perdamos de vista la centralidad de la cruz, que meditemos en la importancia y el significado de la cruz en nuestra vida de creyentes. Si Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor del Padre, es necesario anunciar a los hermanos que en la Cruz se produce el más auténtico y genuino encuentro con Dios. Que Dios a los que ama los prueba, como un buen padre que es. Por los sufrimientos, Jesús aprendió a obedecer y encontrarse con la voluntad genuina de Dios. Y eso se produce en sus discípulos. El creyente es un testigo vivo, en medio del mundo, del amor de Dios desde y en la cruz dolorosa y gozosa. Sólo el creyente puede trasmitir esta sabiduría y poder del amor de Dios. Y el mundo lo necesita. (Cfr. Procesión del silencio).

7. Por eso cuando veneramos y adoramos la santa cruz, como en esta tarde lo haremos, veneramos al Señor Jesucristo, y adoramos a Aquel que triunfó por la cruz y por medio de esa victoria suya transformó el signo de muerte e ignominia en símbolo y misterio de vida y de gloria. Así como el Crucificado no es por añadidura el Ensalzado y el Glorificado, como si la glorificación hubiera venido después de la humillación, así tampoco la cruz se ha convertido en signo glorioso después de la resurrección, sino que es esencialmente signo de vida y de gloria. Para nosotros los cristianos es una recapitulación, una síntesis en un solo signo de todo aquello que veneramos, amamos, y adoramos en Cristo nuestro salvador, por lo que damos siempre gracias y lo daremos por toda la humanidad.

8. Que fuerza la del símbolo que puede significar y esconder al mismo tiempo tal plenitud y riqueza de la más alta realidad. Significar: en la cruz se nos manifiesta visiblemente el misterio de Dios; esconder: solamente el ojo de la fe ve la realidad íntima de la cruz. El que no tiene fe no la ve.

9. Jesús en la cruz ha llevado a término su misión haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. La sumisión a la voluntad del Padre viene presentada ordinariamente en el NT como aspecto característico del comportamiento de Jesús (Mc 14, 36; Jn 4, 34; 10, 18). Pablo de manera especial subraya cómo la obediencia de Cristo se manifiesta en el sufrimiento de la muerte (Cfr. Fil 2, 8; Rm 5, 19). Lo que la Carta a los Hebreos pone en evidencia, en plena sintonía con la narración de la pasión, es el hecho que esta obediencia no ha sido espontánea, sino que ha exigido un notable empeño y fatiga por superar el miedo natural ante la muerte. La obediencia de Cristo viene entonces a ser el paradigma mediante el cual se aprende la adhesión radical al proyecto de Dios, quien lo ha guiado en las elecciones decisivas de su vida. (El que quiera ser mi discípulo, tome la cruz…responsabilidades).

Esta obediencia tiene como resultado la salvación eterna de todos aquellos que “lo obedecen” (v.9); entonces obedecer significa, aceptar la totalidad del mensaje de Cristo, sobretodo el ejercicio que deriva del ejemplo que él ha ofrecido a todos en su confiarse al amor del Padre, aun cuando parecía que el Padre lo había abandonado (Mt 27, 46) (Las palabras de Jesús, de soledad y abandono, hacen eco en los dramas sociales de nuestra realidad: migrantes, secuestrados, inocentes que mueren por la violencia, los privados de su libertad, mas de la mitad de nuestro país lacerados por la pobreza y la miseria… En Cristo la respuesta). En cierto sentido se puede decir que recorriendo el itinerario de Cristo, el creyente asimila toda la fuerza salvífica que él ha tomado en el gesto supremo de su obediencia al Padre.

10. Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. La glorificación no viene sino por la pasión. Pues la vida eterna de Dios es tan infinitamente preciosa, tan insondablemente profunda, tan henchida de plenitud y de riqueza de amor, que solamente puede adquirirse mediante la entrega de todo lo terreno. El que no arriesga su vida, no puede alcanzar la vida.

11. No honremos pues solo externamente la Santa Cruz, ensalzándola, adorándola, besándola; honrémosla, sobre todo, imitando al Salvador que es la verdadera Cruz. En esta vida estemos dispuestos a cualquier sacrificio, sobre todo aquel que conlleva el vivir con coherencia nuestra fe y las responsabilidades en el estado de vida y vocación que hemos elegido con libertad.

12. De este modo de cruz temporal de dolor que es, se nos convertirá en eterna luz de gloria. Dios de la misericordia, nos conceda la ayuda necesaria en todas nuestras tribulaciones, para que cualquier prueba se convierta en una situación en la que brille en todo su esplendor su providencia admirable. La alegría es el signo más visible de nuestra fe renovemos este sentimiento tan importante cuando en este tiempo parece se ve oscurecido por tanta violencia, indiferencia y signos de muerte que asechan a nuestras familia, a nuestros hogares a nuestra sociedad. La cruz es el signo más contundente de que la muerte ha llegado a su fin.

13. Termino con un himno del Oficio Divino nos refleja, no solo la centralidad de la cruz, sino además nos adoctrina para redescubrir la belleza del instrumento donde nuestro Dios ha querido salvarnos:

Cruz de Cristo,
cuyos brazos
todo el mundo han acogido.

Cruz de Cristo,
cuya sangre,
todo el mundo ha redimido.

Cruz de Cristo,
luz que brilla
en la noche del camino.

Cruz de Cristo,
cruz del hombre,
su bastón de peregrino.

Cruz de Cristo,
árbol de vida,
Vida nuestra, don eximio.

Cruz de Cristo,
altar divino
de Dios-Hombre en sacrificio. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro