Homilía en la Solemne Vigilia Pascual de la Resurreción del Señor

Santa Iglesia Catedral, Santiago de Querétaro, Qro., 7 de abril de 2012

Amados hermanos Sacerdotes,
Queridos Diáconos,
Estimados miembros de la Vida Consagrada,
De modo especial saludo a los catecúmenos, quienes después de su preparación, en esta noche santa y, guiados por el testimonio de sus padres y padrinos se acercan a la fuente de la vida, en las aguas del Bautismo, la comunidad cristiana nos alegramos con su nuevo y definitivo nacimiento,
Queridos hijos e hijas en el Señor:

1. En la narración evangélica hemos escuchado un mensaje sin igual en la historia de la humanidad que nos llena de profunda alegría y esperanza: «No se espanten. Buscan a Jesús de Nazareth, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado» (Mc 16, 6). Así dijo el mensajero de Dios, vestido de blanco, a las mujeres que buscaban el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Y lo mismo nos dice también a nosotros el evangelista en esta noche santa: Jesús no es un personaje del pasado. Él vive y, como ser viviente, camina delante de nosotros; nos llama a seguirlo a Él, el viviente, y a encontrar así también nosotros el camino de la vida.

2. Esta noticia hace que esta noche sea santa y que toda la historia en adelante, sea dichosa, pues con la resurrección de Cristo toda la comunidad cristiana estamos invitados a velar con nuestras lámparas encendidas porque él triunfa de la muerte y del pecado. El sentido profundo de las lecturas de esta noche se anuncia claramente en la introducción que se ha hecho al inicio de la liturgia de la Palabra: “Recordemos las maravillas que Dios ha realizado para salvar al primer Israel, y cómo en el avance continuo de la historia de la salvación, al llegar los últimos tiempos, envió al mundo a su Hijo, para que con su muerte y su resurrección, salvara a todos los hombres”. La vigilia de esta noche se ilumina con la Palabra de Dios que nos narra la historia de la salvación: la creación, el sacrificio de Abraham, el paso del mar rojo, la promesa de una misericordia que nunca acaba, la purificación de los corazones… el significado del bautismo. El evangelio de san Marcos pone de relieve que el “crucificado” ha resucitado, no para volver a una nueva vida terrenal, sino que ha sido elevado a una nueva dimensión: con la fe en la resurrección de Jesús encuentra la comunidad primitiva su propia salvación, contemplando así su futuro definitivo.

3. Sin embargo, justamente y con toda verdad podemos preguntarnos: ¿En qué consiste propiamente eso de «resucitar»? ¿Qué significa para nosotros? ¿Y para el mundo y la historia en su conjunto? Un teólogo alemán dijo una vez con ironía que el milagro de un cadáver reanimado –si es que eso hubiera ocurrido verdaderamente, algo en lo que no creía– sería a fin de cuentas irrelevante para nosotros porque, justamente, no nos concierne. En efecto, el que solamente una vez alguien haya sido reanimado, y nada más, ¿de qué modo debería afectarnos? Pero la resurrección de Cristo es precisamente algo más, una cosa distinta. Es –si podemos usar por una vez el lenguaje de la teoría de la evolución– la mayor «mutación», el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva, que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos: un salto de un orden completamente nuevo, que nos afecta y que atañe a toda la historia (Cf. Benedicto XVI, homilía pascual, 15 abril 2006).

4. El evangelio nos ubicarnos en el tiempo, con precisión nos dice que la resurrección del Señor ha ocurrido el primer día de la semana. Revelando no solo su dimensión histórica, sino que la Resurrección de Cristo es el principio y fundamento de la fe cristiana, pues «si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe». (1 Cor 15, 16s). La Resurrección de Cristo es el culmen de la Historia de la Salvación: Jesús ha vencido al pecado y a la muerte y es el principio de nuestra justificación y de nuestra futura resurrección. Por eso, “esta noche celebramos la fiesta de las fiestas”, dice san Agustín, aquella que da significado a todo nuestro humano caminar.

5. Está claro que este acontecimiento no es un milagro cualquiera del pasado, cuya realización podría ser en el fondo indiferente para nosotros. Es un salto cualitativo en la historia de la «evolución» y de la vida en general hacia una nueva vida futura, hacia un mundo nuevo que, partiendo de Cristo, entra ya continuamente en este mundo nuestro, lo transforma y lo atrae hacia sí. Pero, ¿cómo ocurre esto? ¿Cómo puede llegar efectivamente este acontecimiento hasta mí y atraer mi vida hacia Él y hacia lo alto? La respuesta, en un primer momento quizás sorprendente pero completamente real, es la siguiente: dicho acontecimiento me llega mediante la fe y el bautismo. Por eso el Bautismo es parte de la Vigilia pascual, como se subraya también en esta celebración con la administración de los sacramentos de la Iniciación Cristiana a algunos adultos. El Bautismo significa precisamente que no es un asunto del pasado, sino un salto cualitativo de la historia universal que llega hasta mí, tomándome para atraerme. El Bautismo es algo muy diverso de un acto de socialización eclesial, de un ritual un poco fuera de moda y complicado para acoger a las personas en la Iglesia. También es más que una simple limpieza, una especie de purificación y embellecimiento del alma. Es realmente muerte y resurrección, renacimiento, transformación en una nueva vida. Les invito a tomar en serio nuestro bautismo, sumergidos en el Espíritu lo compartamos a los demás. Nos se concibe un bautizado con los brazos cruzados ante los retos de una comunidad que necesitas de muchos profetas, de muchos misioneros-

6. Queridos catecúmenos Ricardo y Elizabeth, dentro de unos momentos más ustedes harán suyo el triunfo de Cristo, la Resurrección; su entrada en el agua los hará morir a su vida pasada y renacerán a una vida nueva. Mediante los signos del agua, la luz, el aceite, el pan y vino eucarísticos ustedes, recibirán el Espíritu de hijos adoptivos y celebrarán con todo el pueblo de Dios el memorial de la muerte y resurrección del Señor. Por el Bautismo formarán parte del pueblo santo de Dios, y recibido el perdón de sus pecados y sacados del dominio de las tinieblas, quedarán constituidos hijos adoptivos de Dios. Marcados luego en la Confirmación por el don del Espíritu Santo, de tal manera quedan perfectamente configurados con el Señor y llenos del Espíritu Santo, para que, dando testimonio de él ante el mundo, cooperen al crecimiento del cuerpo de Cristo. Finalmente, la participar en la asamblea eucarística comerán la Carne del Hijo del Hombre y beberán su Sangre. Por lo tanto, los tres sacramentos de la Iniciación Cristina para todos los bautizados están de tal manera unidos entre sí, que llevan hasta su completo desarrollo a los fieles, los cuales ejercen su misión de todo el pueblo cristiano y en el mundo (cf. LG 28).

7.Queridos hermanos y hermanas, en esta noche santa, cabe traer a la memoria no solo aquel evento fundante de Cristo, es importante y justo que traigamos a la memoria el evento de Cristo pero en nuestra vida; es gracias a que nuestros padres y padrinos expresaron su fe y han querido esto para nosotros que nos han acercado a la fuente de la regeneración. En esta noche santísima, cobra vital significado el hecho que también nosotros renovamos nuestra fe. Una fe en Cristo resucitado que estamos llamados a profesar, es decir, a hacer pública.

8. En le evangelio llama la atención la presencia y el mensaje contundente del “joven vestido de blanco”, pues es la forma más concisa y primitiva del kerigma: ¡Cristo ha resucitado, No esta aquí! Las mujeres reciben el encargo de decir a Pedro y a sus discípulos que “el crucificado ha resucitado”. Aquellas mujeres que habían conocido a Jesús, que habían visto sus milagros, que habían oído su predicación, que habían sido objeto de su misericordia y que lo habían visto materialmente destrozado en la cruz, reciben un mensaje inesperado y desconcertante para ellas: “el crucificado ha resucitado”. Aquel que ellas tanto amaban y por el que habían arriesgado su vida siguiéndole hasta la cruz, ha resucitado. Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1 Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» (Lc 24, 34).

9. Hermanos aquí está el futuro de nuestra Iglesia, y no nos cansaremos de repetirlo, anunciar a Cristo y Cristo resucitado es nuestra mayor alegría y nuestra mayor fortaleza. Les invito a que cada uno le creamos a Jesús, le creamos a lo ha hecho por el amor que nos tiene. “Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree” (cf. Porta fidei, 10).

10. Deseo terminar con un pensamiento de un teólogo que considero es importante recordar: “Esta celebración pascual nos tiene que llevar a aquel principio en el que –ahora ya no está permitido decir nosotros, sino que cada uno debe decir gozosamente “yo”– yo nací a la nueva vida de la gracia creadora de Dios, el bautismo. Pues cuando se celebró en mí, surgió la luz en mí. Aquella vida que debe perdurar eternamente, comenzó en mí. En aquel momento acogí la vida en Cristo en lo íntimo de mi ser, en el alma de mi alma. Ahora asumo sus consecuencias: ser una persona que no solo vive la vida humana, sino que vivo como quien ha recibido el sello del Señor (cf. R. Guardini, La pascua Meditazioni, 37).

11. Roguemos al Señor que nos haga experimentar la alegría de creer, y pidámosle que nosotros mismos seamos portadores de su Palabra, con el fin de que, a través de la Iglesia, el esplendor del rostro de Cristo brille en el mundo (cf. LG, 1) y todos podemos algún día poder cantar el canto nuevo del Aleluya. ¡Felices pascuas de resurrección les deseo! Que nuestra Iglesia Particular de Querétaro siga anunciando a los cuatro puntos cardinales, en todos los rincones, y a todos, en las ciudades, en cada familia el amor de Dios; no claudicaremos y mucho menos nos cansaremos de seguir impulsando la tarea que nos exige el Señor, ¡Vayan y anuncien la Buena Nueva!. Lo haremos con la fuerza del Espíritu Santo, acompañados por Nuestra Madre, la Santísima Virgen María. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro