Homilía en la Celebración Eucarística por el XXV Aniversario de Ordenación Sacerdotal del Pbro. Fidencio Servín Léon

Jalpan de Serra, Qro., 20 de marzo de 2012

Queridos hermanos en el ministerio sacerdotal:
Estimados diáconos.
Miembros de la Vida Consagrada:
Hermanos y hermanas todos en el Señor:

1.Les saludo a todos ustedes con júbilo en el Señor Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, quien con su muerte y resurrección ha dado la vida como expiación por nuestros pecados, ofreciéndose de una vez y para siempre como la oblación pura de nuestra salvación. De manera especial te saludo a ti Padre Fidencio, en este día tan lleno de alegría y de gratitud, nos unimos junto contigo al canto del Magnificat que elevas al Señor por la gracia de celebrar tus bodas de plata sacerdotales. Sin duda que este día traes a la memoria toda una vida de entrega gozosa y generosa al Dios grande y bueno. Deseo expresar mi saludo y aprecio a todos ustedes quienes han venido de las diferentes comunidades de la Sierra Gorda. Gracias por que su presencia en esta fiesta nos recuerda que para ustedes hemos consagrado nuestra vida.

2. Esta mañana en la que Dios nos permite estar celebrando la Eucaristía, hemos escuchado en la liturgia de la Palabra, la voz del profeta Ezequiel que nos presenta una escena donde del Santuario brotan las fuentes que riegan la ciudad hasta convertirla en un vergel. Sanando y fecundando la tierra que recorre. Produciendo abundantes frutos los cuales servirán de alimento y su follaje de medicina. El Nuevo Testamento recogerá y llevará a plenitud esta simbología. Jesús es el verdadero Templo del que brota el agua viva del Espíritu Santo por medio de la regeneración con esta agua vivificante y medicinal.

3. Realidad que podemos contemplar no como una profecía sino como una verdad en la vida y ministerio de Jesús. San Juan en su evangelio, revela a Jesús, quien decide atravesar los soportales de miserias humanas que se reúnen junto a la piscina de Betesda, en Jerusalén. Allí se encuentra con una en particular. Su palabra se dirige a ese pobre paralítico que lleva enfermo treinta y ocho años casi toda su existencia. Jesús respetando la libertad del hombre y provocando la fe le hace una pregunta ¿Quieres curarte? A nosotros tal vez nos parezca obvia la pregunta, sin embargo despierta la voluntad del hombre y, por un simple mandato, recobra la fuerza: carga con su camilla, compañera de tantos años de enfermedad y camina llevándola consigo como testimonio de su curación. Jesús renueva la vida, no a medias sino en plenitud.

4.Queridos hermanos y hermanas, hoy me atrevo a decir que el río que alegra la ciudad de Dios, es precisamente Jesucristo que actúa mediante la vida y ministerio de los sacerdotes. El sacerdote está llamado a que su vida sea aquella fuente de agua viva que nutra y riegue la tierra de tantos hombres y mujeres que viven sedientos de Dios. Sembrando en ellos la semilla del Evangelio, para que el mensaje de salvación llegue a ser una interpelación válida, comprensible, esperanzadora y relevante para la vida del hombre y de la mujer de hoy, especialmente para los jóvenes (cf. DA 194). Con su vida está llamado a ser hombre de la misericordia y la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente de los que sufren grandes necesidades.

5. El sacerdote es figura de Cristo que nos pregunta ¿quieres curarte? Pregunta obvia quizás, pero exige una respuesta personal que renueva interiormente y hace sentir la gran dignidad del hombre: su libertad y responsabilidad. Para esto Cristo ha dejado a la Iglesia la eficacia de su Palabra y la gracia que brota como un río de su costado abierto: agua viva del baño bautismal, que regenera y renueva la pecador; agua vivía de las lágrimas del arrepentimiento, que suscita al espíritu para absolver todo vinculo de culpa al penitente; Sangre derramada por aquel que fue perseguido a muerte por haber traído al mundo la salvación de Dios. Del costado traspasado del Señor, de su corazón abierto, brota la fuente viva que mana a través de los siglos y edifica con su sacerdocio la Iglesia. El corazón abierto es fuente de un nuevo río de vida; en este contexto, Juan ciertamente ha pensado también en la profecía de Ezequiel, que ve manar del nuevo templo un río que proporciona fecundidad y vida (Ez 47): Jesús mismo es el nuevo templo, y su corazón abierto es la fuente de la que brota un río de vida nueva, que se nos comunica en el Bautismo y la Eucaristía.

6. Queridos hermanos sacerdotes, ¿Cómo no alegrarnos de estar invitados cada día a la misma misión de Jesús? ¿Cómo no estar alegres por haber recibido de Él este mandato: “Haced esto en memoria mía”? Alegres porque Él nos ha permitido preparar la mesa de Dios para los hombres, de ofrecerles su Cuerpo y su Sangre, de ofrecerles el don precioso de su misma presencia. Somos siervos y nuestra obra sólo puede ser eficaz en la medida en que reenvía a Cristo nosotros somos percibidos como dóciles instrumentos en sus manos para colaborar con él en la salvación.

7. El Pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos: que tengan una profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de la oración; de presbíteros-misioneros: movidos por la caridad pastoral, que los lleve a cuidar del rebaño a ellos confiados y a buscar a los más alejados predicando la Palabra de Dios, siempre en profunda comunión con su Obispo, los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y laicos; de presbíteros- servidores de la vida: que estén atentos a las necesidades de los más pobres, comprometidos en la defensa de los derechos de los más débiles y promotores de la cultura de la solidaridad. También de presbíteros llenos de misericordia, disponibles para administrar el sacramento de la reconciliación (cf. DA 199).

8. Padre Fidencio, esto es lo que hoy celebramos en ti, seguramente que muchas veces has visto pasar por tus manos y por tu voz las maravillas de la salvación, y esto te ha movido a entregarte cada vez más a su servicio. Gracias por tu testimonio de vida evangélico, muchos de nosotros descubrimos en tu persona un carisma que nos anima y nos fortalece a seguir adelante. La sierra queretana te tiene una especial gratitud pues la mayor parte de tu vida ministerial la has entregado al servicio de ella o como párroco o como decano. Síguenos impulsando a la misión permanente.

9. En la fe bebemos, por así decir, del agua viva de la Palabra de Dios. Así, el creyente se convierte él mismo en una fuente, que da agua viva a la tierra reseca de la historia. Lo vemos en los santos. Lo vemos en María que, como gran mujer de fe y de amor, se ha convertido a lo largo de los siglos en fuente de fe, amor y vida. Cada cristiano y cada sacerdote deberían transformarse, a partir de Cristo, en fuente que comunica vida a los demás. Deberíamos dar el agua de la vida a un mundo sediento.

10. Pidamos al Señor que nos ayude a comprender cada vez más profundamente este misterio maravilloso, a amarlo cada vez más y, en él, a amarlo cada vez más a él mismo. Pidámosle que nos atraiga cada vez más hacia sí mismo con la sagrada Comunión. Pidámosle que nos ayude a no tener nuestra vida sólo para nosotros mismos, sino a entregársela a él y así actuar junto con él, a fin de que los hombres encuentren la vida, la vida verdadera, que sólo puede venir de quien es el camino, la verdad y la vida. ¡Señor, te damos gracias porque nos has abierto tu corazón; porque en tu muerte y resurrección te has convertido en fuente de vida. Haz que seamos personas vivas, vivas por tu fuente, y danos ser también nosotros fuente, de manera que podamos dar agua viva a nuestro tiempo. Te agradecemos la gracia del ministerio sacerdotal. Señor, bendícenos y bendice a todos los hombres de este tiempo que están sedientos y buscando¡ Que María Madre de los sacerdotes nos bendiga y acompañe. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro