Cada niño tiene derecho a jugar, a estudiar y a soñar, y el Santo Padre pide asumir responsabilidades y no olvidar que se trata de “seres humanos con un nombre, con un rostro propio, con una identidad que Dios les ha dado”.
Para el Papa, “un niño abandonado es culpa nuestra”: es por eso que insiste en que puedan “acceder a la educación y redescubrir el afecto de una familia”.