SANTA IGLESIA CATEDRAL, DÍA NACIONAL DE LA JUVENTUD CATÓLICA. 19° Domingo Ordinario.

Santa Iglesia Catedral, 13 de Agosto de 2017.

 En el marco de la celebración del 19° Domingo del tiempo Ordinario, en la Santa Iglesia Catedral, Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, presidió la Solemne Celebración Eucarística, en la que participaron gran cantidad de Jóvenes pertenecientes a la Pastoral Juvenil y a la RCCES, entre otros,  con motivo de la celebración del Día Nacional de la Juventud Católica, así mismo participaron los miembros del Movimiento “Llama de Amor” y un grupo de peregrinos de Querétaro  a San Juan de los Lagos, concelebraron esta Santa Misa, el Pbro. Cruz Efraín Isassi Cano, Responsable de  la Dimensión Juventud  de la Diócesis,  Pbro.  Víctor Hugo Ambriz  Hernández,  el Pbro. Víctor Rogelio García Sánchez y el Pbro. Daniel Hernández Mendieta, Asesor del Movimiento “Llama de amor del Inmaculado Corazón de María” (La Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María es una devoción que nace en Budapest-Hungría por una revelación particular recibida por una madre de familia humilde, llamada Isabel Szantó viuda de Kindelman, que enviudó después de 16 años de matrimonio quedando con 6 hijos que tuvo que levantar a fuerza de arduo trabajo y duras jornadas en labores humildes).

Al inicio de la celebración Mons. Faustino saludo a todos los presentes deseándoles que la Gracia y la paz de parte de Dios, dio la bienvenida a los jóvenes al recinto de la Santa Iglesia Catedral,  en el “Día Nacional de la Juventud Católica”, pidió a Dios  que fortalezca el caminar de la Pastoral Juvenil en nuestra Diócesis de Querétaro,  impulsada por los Sacerdotes y por los mismos jóvenes,  también por los proyectos del Movimiento Llama de Amor,  y por los peregrinos  a San Juan de los Lagos, que celebraron 15 años de su  peregrinar al Santuario de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, pidió a todos los reunidos, unieran sus intenciones personales y se dispusieron a participar en la Santa Misa. Y en su homilía, Mons. Faustino, expresó:

“Jóvenes reunidos para celebrar el Día Nacional de la Juventud, queridos miembros de movimiento “Llama de Amor”, que realizan su labor apostólica  llevando el amor de Dios, el amor de María, síganlo haciendo especialmente, con aquellos más alejados, as necesitados, en las cárceles, en los hospitales con los niños y jóvenes; Peregrinos a San Juan de los Lagos, de la Col. Zapata, en sus 15 años de peregrinar, caminen unidos a la peregrinación de Querétaro, en Querétaro hay una Peregrinación cuyo Asesor Espiritual el  Pbro. David Hernández, sigan realizando esta manifestación de fe, unidos como hermanos, nunca separados como un grupo aparte, Estimados hermanos y hermanas en el Señor:

 En el Evangelio de este domingo (Mt 14, 22-23) encontramos en la primera parte de la narración a Jesús que, retirándose al monte, ora durante toda la noche. El Señor, alejándose tanto de la gente como de los discípulos, manifiesta su intimidad con el Padre y la necesidad de orar a solas, apartado de los tumultos del mundo. Ahora bien, este alejarse no se debe entender como desinterés respecto de las personas o como abandonar a los Apóstoles. La oración de Jesús no se limita a unos tiempos y a unos espacios concretos, sino que empapa toda su vida. La oración acompaña todas las decisiones y acontecimientos de su vida. Su oración afecta a todas las fases de su ministerio y todas sus jornadas. La comunión con el Padre, el diálogo constante con él, es lo que le impulsará a estar atento de un modo único a las situaciones concretas del hombre para llevarle el consuelo, a la confianza en si mismos y en los demás y sobre todo en Dios. Así lo relata el mismo evangelista en este domingo.

 Nos narra que mientras Jesús oraba, la barca “iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario” (v. 24). Jesús, se hace presente en esa circunstancia. “A la madrugada se les acercó caminando sobre el agua” (v. 25); los discípulos se asustaron y, creyendo que era un fantasma, “gritaron de miedo” (v. 26), no lo reconocieron, no comprendieron que se trataba del Señor. Pero Jesús los tranquiliza: “¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!” (v. 27).

 Los Padres de la Iglesia descubrieron en este episodio, una gran riqueza de significado. El mar simboliza la vida presente y la inestabilidad del mundo visible; la tempestad indica toda clase de tribulaciones y dificultades que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles. Jesús quiere educar a sus discípulos a soportar con valentía las adversidades de la vida, confiando en Dios, en Aquel que se reveló al profeta Elías en el monte Horeb en el «susurro de una brisa suave” (1 R 19, 12). El pasaje continúa con el gesto del apóstol Pedro, el cual, movido por un impulso de amor al Maestro, le pidió que le hiciera salir a su encuentro, caminando sobre las aguas. Pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: “¡Señor, sálvame!” (Mt 14, 30).

 San Agustín, imaginando que se dirige al apóstol, comenta: el Señor “se inclinó y te tomó de la mano. Sólo con tus fuerzas no puedes levantarte. Aprieta la mano de Aquel que desciende hasta ti” (Enarr. in Ps. 95, 7: PL 36, 1233) y esto no lo dice sólo a Pedro, sino también a nosotros. Pedro camina sobre las aguas no por su propia fuerza, sino por la gracia divina, en la que cree; y cuando lo asalta la duda, cuando no fija su mirada en Jesús, sino que tiene miedo del viento, cuando no se fía plenamente de la palabra del Maestro, quiere decir que se está alejando interiormente de él y entonces corre el riesgo de hundirse en el mar de la vida. Lo mismo nos sucede a nosotros: si sólo nos miramos a nosotros mismos, dependeremos de los vientos y no podremos ya pasar por las tempestades, por las aguas de la vida. Debemos aprender a confiar en la palabra de Dios. Debemos aprender a confiar en que lo que él nos indica, es lo que conviene a nuestra vida y a nuestra situación, por más turbia y tempestiva que esta sea.

 Que el Señor nos conceda ser capaces de una oración cada vez más intensa, para reforzar nuestra relación personal con Dios Padre y así aprender a discernir en los momentos críticos de la vida. Que el Señor, nos enseñe a sentir la necesidad de retirarnos para orar a solas con Dios y así poder estar en grado de afrontar las tempestades y adversidades de la vida. Que el Señor nos enseñe a descubrir en la voz de Jesús, la voluntad de Dios y lo que más conviene para nuestra salvación, para nuestra seguridad”.

 Al término de la celebración, los jóvenes, los peregrinos y los integrantes del Movimiento «llama de Amor»  se reunieron en la escalinata del atrio de la Santa Iglesia Catedral, para tomarse la foto del recuerdo con Mons. Faustino, el Pbro. Cruz Efraín Isassi, Pbro.  Víctor Hugo, y el Pbro. Daniel.