PALABRA DOMINICAL: VI Domingo Ordinario Ciclo C.

Domingo VI del tiempo ordinario  

Ciclo C

Levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: Bienaventurados los pobres…

El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús predicando en la llanura.  En este escenario se encuentran muchos oyentes, venidos de todas partes, junto a Él hay un numeroso grupo de discípulos dentro de los cuales acaba de escoger a los doce apóstoles. (6,12-16).  Además de los discípulos, están otros muchos que provienen de territorios habitados por judíos y paganos.  Cuando San Lucas habla de Judea no se refiere sólo a la pequeña región que circunda a Jerusalén; piensa también en todos los territorios de Palestina habitados por judíos.  Jesús se propone comunicar a este gran coro de oyentes algo que, lejos de tener una importancia secundaria, constituye el núcleo de su mensaje, pretendiendo que a través de ellos se difunda en todas las direcciones. (así deben ser los seguidores de Jesús: discípulos-misioneros).

Jesús se dirige directamente a sus discípulos: «levantando los ojos a sus discípulos…» (6,20).  Esto quiere decir qué lo que Jesús dice no tiene validez de un modo indeterminado y genérico, si no que vale para aquellos que han escuchado su llamada y les siguen.  Las palabras de Jesús pueden ser comprendidas sólo a partir de lo que caracteriza a la comunión de los discípulos con Él. Estas palabras muestran lo que atañe al seguimiento de Jesús.

Lo primero que Jesús les dices: «Bienaventurados ustedes los pobres porque de ustedes es el reino de Dios» (6, 20b) el contrapunto de esta afirmación suena así: «pero ay de ustedes ricos porque ya tienen su consuelo» (6,24).  Con estas dos sentencias san Lucas quieren mostrar que el Evangelio lo pueden escuchar todos los hombres, pero sólo los pobres están preparados para acogerlo.  Los pobres son los que, conscientes de que las propias fuerzas y los bienes terrenos no bastan en absoluto, saben que dependen completamente de Dios para alcanzar el sentido de su propia vida:  La plenitud y la salvación. Los discípulos de Jesús son estos pobres, pues ellos han dejado todo para seguir a Jesús (esto es lo que escuchábamos el domingo pasado) Jesús mismo es pobre Él ya lo ha afirmado: «el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser mi discípulo» (14,33).

Debemos tener claro qué la Buena Noticia que anuncia Jesús en este domingo, no es una apología de la miseria ni una condena a todos los bienes y gozos terrenos, tampoco está condenado a todos los ricos, ni mucho menos se promueve que la sociedad actual deba vivir en pobreza extrema, o peor aún, esclavizada por la miseria, es de sentido común buscar siempre una vida holgada y segura teniendo los bienes y servicios necesarios para nuestro desarrollo pleno e integral.  El núcleo del Evangelio de este domingo es subrayar que la vida temporal y el destino terreno no lo son todo, que es una equivocación aspirar sólo a los bienes terrenos y excluir del propio proyecto de vida el sacrificio, la donación y a Dios.  La relación con los bienes terrenos debe ser siempre evaluada y valorada desde Dios.  El mensaje de Jesús no consiste en acumular lo más posible para poder vivir el mayor tiempo posible del modo más placentero. Lo que Jesús nos enseña es amar, amar a Dios con toda nuestra alma con todo nuestro ser y con todas nuestras fuerzas Y al prójimo como a nosotros mismos; toda relación con los bienes terrenos, con las riquezas y los placeres de esta vida que se oponga a este mandamiento es una trampa, es un peligro, que nos puede costar la plenitud y la felicidad.

Los invito hermanos a que este domingo hagamos una pequeña evaluación sobre nuestra actitud ante los bienes y placeres de este mundo, ojalá que ninguna de estas cosas que nos son lícitas se conviertan para nosotros en una trampa, sino que por medio de ellas podamos vivir de tal manera que toda nuestra vida sea bienaventurada.  Amén.

 + Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro