PALABRA DOMINICAL: Domingo XXII Ordinario

«Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso»

(Sir 3, 19)

El Evangelio de este Domingo nos presenta una enseñanza sencilla pero profunda, una actitud frente a la vida:

«No te sientes en el lugar principal» Estas palabras resultan desconcertantes en boca de Jesús, pues aconseja un comportamiento puramente humano, una forma casi hipócrita de tener éxito social; alguno podría entender que es una buena estrategia presentarse con una falsa humildad para ser reconocido, lo que el refrán popular enuncia: ‘tírate para que te levanten’. Pero sin duda el Evangelio está lejos de esta propuesta. El sentido profundo de la enseñanza está más adelante

«Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.» El uso de la voz pasiva (‘será humillado, será enaltecido’) es un modo de evitar nombrar a Dios, pero los oyentes sabían muy bien el sentido de la frase: «Al que se enaltece, Dios los humillará, al que se humille, Dios lo enaltecerá». Naturalmente, ya no se trata de la actitud que debemos adoptar cuando nos inviten a una boda, sino una actitud continua en la vida y ante Dios. Pocos capítulos más adelante, Lucas propondrá en la parábola del fariseo y del publicano un ejemplo concreto, que termina con la misma enseñanza. Pero aun con esto se corre el riego de buscar la humildad como una forma fácil de tener éxito, por eso el Evangelio continua con la enseñanza:

«Y luego dijo al que lo había invitado: ‘Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos’». 

Esta segunda intervención de Jesús resulta también atrevida y desconcertante. Después de escucharla, no sería raro que el dueño de la casa le dijese: “Ya te puedes estar yendo, que voy a invitar a pobres, lisiados, cojos y ciegos”.

Sin embargo, estas palabras, que parecen desentonar en el contexto, recuerdan mucho a otras pronunciadas por Jesús a propósito de la limosna, la oración y el ayuno (Cfr. Mateo 6,1-18). El principio general es el mismo que en el Evangelio de san Lucas: el que busca su recompensa en la tierra, no tendrá la recompensa de Dios.

Cuidado con hacer las obras buenas en público para ser contemplados. De lo contrario tendrán recompensa con su Padre celestial.

Cuando hagas limosna, no hagas tocar la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que los alabe la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú hagas limosna, no sepa la izquierda lo que hace la derecha. De ese modo tu limosna quedará oculta, y tu Padre, que ve lo escondido, te lo pagará.

Cuando hagas oración, no la hagas como los hipócritas, que aman rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre en secreto. Y tu Padre, que ve lo escondido, te lo pagará.

Cuando ayunes, no pongas mala cara como los hipócritas, que desfiguran la cara para hacer ver a la gente que ayunan. Les aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú ayunes, perfúmate la cabeza, y lávate la cara, de modo que tu ayuno no lo observen los hombres, sino tu Padre, que está escondido; y tu Padre, que ve lo escondido, te lo pagará.

 Con todo esto podemos decir que la Gran enseñanza de este domingo es aprender a vivir con sinceridad, las dobles intensiones nos ponen en riesgo de perder lo más por lo menos. Bien podríamos preguntarnos sobre las intenciones de nuestro actuar. La humildad consiste en vivir en la verdad, cuando se maquilla la realidad se vicia la libertad.

Hagamos un pequeño ejercicio esta noche antes de ir a descasar y analicemos ‘el ¿Por qué? Y el ¿Para qué? De nuestras acciones’, purifiquemos nuestra vida del maquillaje de la doble intensión y vivamos en la sencillez y sinceridad Evangélicas. «Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso» Amén.

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro.