NOVENA EN HONOR DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES DE SORIANO.

NOVENA EN HONOR DE NTRA. SRA. DE LOS DOLORES DE SORIANO.
                         50 Aniversario como Patrona Celestial Principal de la Diócesis de Querétaro.                           DÍA QUINTO.

Tercer dolor
“El niño Jesús perdido y hallado en el templo de Jerusalén!
Este tercer dolor nos presenta una fase nueva de los dolores de María: la Madre sin el Hijo. En las pruebas anteriores María estaba con su Hijo, y así gozaba de La Luz en medio de las tinieblas. Incluso en el Calvario lo tendría a su lado. En este dolor, la vemos cercada absolutamente de oscuridad, correr desolada por toda Jerusalén buscando a su Hijo.
De hecho, la sagrada familia había subido de Nazaret a Jerusalén a celebrar la Pascua Judía; en esa ocasión Jesús era ya un adolescente de doce años, y el corazón perspicaz de su Madre apreciar la hermosura espiritual que reflejaba su naturaleza divina y humana. Afirma esto, equivale a decir que, al entrar María aquel año por las puertas de Jerusalén, iba menos capaz que nunca de vivir sin su Jesús.
Su niño era, en efecto hijo de David, mucho mas grande que Salomón, más antiguo que la edad de Abraham, y poderosos para destruir el templo y edificarlo en tres días; que Niño hermoso de doce años que ahí estaba confundido entre la gente como uno de tantos, llevados por su madre a la fiesta.
Después de adorar a Dios y terminada la fiesta de Pascua, emprendieron el regreso s Nazaret con la caravana: José en el grupo de los hombres y María en el grupo de las mujeres, según era la costumbre; los niños podían ir indistintamente con el grupo de los varones o de mujeres.
María creyó que iba con José y José creo que iba con María, y caminaron hasta por la noche en que las familias se reunían para descansar.
José esta ya esperando a María ., pero Jesús no estaba con él, María tiembla y apenas se atreve a preguntar. Desde aquel instante, ya nada vieron, nada oyeron del vaivén de los peregrinos y de los gritos de la gente. ¡Cómo! Jesús los había dejado. “Jesús se apartaba de ellos para María era esto mucho mas difícil de creer que el misterio de la Encarnación.
Preguntaron por el Niño a todos sus pariente y allegados, todos los compadecen pero nadie les dice el paradero el Niño. ¿Será posible que María no visite más a Jesús ?.
Muchos dolores entristecieron aquella noche a la tierra, pero ninguno como el de María ; ante las plantas de Nuestra Señora se habría un abismo cuyas glaciales emanaciones helaban los mas recónditos pliegues de su alma. Ya nada preguntan, la triste noche pasa, inmundos, caminando a tientas, regresan José y María a la ciudad santa de Jerusalén.
No comprender a Jesús era para María un nuevo modo de martirio que jamás se había imaginado, ya que ahora Jesús adolescente se le presenta diverso de lo que el Niño de Belén había sido para Ella. Mas era forzoso que la madre del varón de Dolores fuera también en esto, modelo para las madres que padecen la aflicción de verse alejarse a sus hijos.
Indudablemente, José y María al llegar a Jerusalén, entraron al templo a pedir la ayudad de Dios, para el dolor que los agobiaba. Pasaron el día entero recorriendo calles preguntando por el Niño a los transeúntes: Unos los escuchaba con paciencia otros con desagrado, algunos con benévola simpatía, pero nada les decían del paradero de Jesús en la mañana del tercer día, José y María regresaron al templo para renovar al Señor sus lagrimas y sus clamores, cuando al pasar frente a la puerta de un aula del templo, de pronto, María se detiene como herida por un rayo: no duda aquella era la voz de Jesús. Entran.¡Oh, que espectáculo! Los doctores de la ley rodean al Niño que habla con ellos. María y José quedaron maravillados en especial su Madre que jamás había oído aquel acento en la voz de Jesús ni había visto aquel fulgor en su mirada, estos eran una revelación para Ella. Y prudentemente se acerco él y le dijo: ¿Hijo, por qué haz echo esto con nosotros!
Mira como tu padre y yo angustiados te buscábamos. Claramente podía ver Jesús la angustia de su Madre, pues la publicaban los surcos de su rostro, la palidez de sus mejillas, y el trémulo acento de su voz. Pero Jesús no necesitaba verla ni oírla, pues ni un instante había esto lejos de Ella, si no reposando en su corazón y dándole con exacta mediad la fuerza física y gracias celestiales que Ella necesitaba para soportar este tormento. Sin embargo par completar el misterio de aquella escena, Jesús mirando a María y a José les dice: ¿Por qué me buscabais? ¡No sabias que me conviene estar en las casas que son de mi padre?

Pobre Madre, estas palabras no solo no disipan la tinieblas de corazón de María, sino que las hacen más densas; por eso San Lucas 3, 50. : pero ellos no entendieron la palabra que les hablo. De todos modos, ¡Qué dicha! Jesús no dejara a su Madre y San José, pues bajó con ellos a Nazaret y les estaba sujeto, t su Madre guardaba todas estas cosa en su corazón. Lc, 51

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