No escondamos el tesoro

XVIIDOMINGO ORDINARIO
Mt. 13, 44-52

Tesoro y perla hacen referencia al Reino de Dios. La sorpresa de haber encontrado el tesoro desencadena un cambio radical en quien vive la experiencia, y por ello esto le lleva a tomar decisiones donde la escala de valores es muy importante tenerla clara y donde es necesario afrontar riesgos.

Por ello el hombre llega a decidir e invertir todo lo que tiene para comprar aquel terreno e iniciar un nuevo proceso en su historia personal; ante la persona se abre un mundo nuevo, una nueva manera de ser, de obrar, es decir un nuevo estilo de vida.

Este el horizonte que mira quien ha descubierto el Reino de Dios, un gran tesoro donde el proyecto de Dios se irá viendo con claridad; esto exige revisar y relativizar todo lo demás. Así lo hizo el mercader de perlas que encontró una de gran valor. No se puede seguir viviendo igual cuando se ha descubierto y valorado el Reino de Dios, a Cristo. Si esto sucede no hemos vivido la experiencia de Dios real y sinceramente.

El horizonte del Reino es un cambio y un compromiso que afecta el presente, por ello es necesario mirar el presente con mucha responsabilidad y el futuro con gran esperanza; no puede tener una visión diferente el discípulo de Jesús que vive permanentemente esta experiencia de encuentro con Dios Amor. Todo esto orientado a toda la sociedad, a los hermanos. Es la razón de que quien ha descubierto el tesoro del Reino no le es lícito quedarse con él, sino que lo comparte con los demás; es aquí donde el discípulo de Cristo se transforma en misionero. Los hechos de la actividad del discípulo misionero que con un nuevo ardor habla de esta experiencia, realiza el proyecto de Dios a favor de una sociedad más solidaria y fraterna.

El hallazgo es una momento importante, que hay que agradecer a Dios, ya que quien lo hace se alegra y se enamora, como si fuera el tesoro de su vida, por ello la pregunta válida hoy ¿Es para mí un tesoro la fe, la Buena Noticia, el Reino? ¿Lo he encontrado, o todavía no tengo experiencia personal de Él?

Para responder a ello podríamos pensar en las palabras del Señor: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. Además, me preocupo y me ocupo de compartir esta experiencia a tiempo y a destiempo. Es la hora de evangelizar, es la hora de compartir la Buena noticia, es la hora de compartir con los demás nuestra experiencia del amor de Dios.

Quien la vive la comparte, y no puede dejar de hacerlo. Por ello, es la hora de asumir el reto de la Misión y le corresponde al Obispo, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos y laicas. Es la hora de ayudarle a otro a descubrir el tesoro del amor de Dios, si ya lo tengo no lo sigamos escondiendo. Ánimo, a compartirlo con los demás.

† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro