MISA SOLEMNE EN HONOR AL SEÑOR DEL SANTO ENTIERRO Y CIERRE DE PUERTA SANTA.

San José Iturbide, Gto. a 05 de febrero de 2021.

El día 05 de febrero de 2021, Mons. Fidencio López Plaza, X Obispo de la Diócesis de Querétaro, visito la Parroquia de San José, ubicada en Nicolás Campa No. 5 Centro, San José Iturbide, Gto, para presidir la Santa Misa, en honor al Señor del Santo Entierro  con ocasión de la clausura del Año Jubilar Parroquial celebrado con motivo de los CCL años de la erección canónica de la parroquia, los CXXV años del término de la construcción del templo parroquial y los C años de la sección de Adoración Nocturna, perteneciente a esta comunidad parroquial de San José.  Concelebraron es Santa Misa el Pbro. Jorge Hernández Nieto, párroco de esta comunidad, y los Vicarios Pbro. Ángelo Olvera Barrón y Pbro. Carlos Alberto Estrada Mejorada. Mons. Fidencio les compartió diciendo:  “Que nuestro querido Señor San José con su esposa a la Santísima Virgen María, nos ayuden y nos acompañen para repensar la parroquia, la construcción y la adoración que Dios y la realidad nos están pidiendo hoy como respuesta de fe”.

En el momento de la homilía Mons. Fidencio les dijo a la asamblea allí reunida: “Celebrar los 250 años de la erección canónica de esta parroquia bajo el patrocinio de San José, los 125 del término de la construcción del templo parroquial, y los 100 años de la sección de adoración nocturna, no es casual, porque celebrar estos aniversarios el tiempo de pandemia, es también una provocación para repensar el nuevo paradigma de parroquia, de construcción del templo, y de la adoración, que Dios y la realidad nos están pidiendo con urgencia hoy como respuesta de fe. En este sentido les comparto tres reflexiones:

¿Cómo repensar la parroquia?

Uno de los anhelos más grandes que los Obispos expresaron en el documento de Aparecida, fue el de una valiente acción renovadora de las parroquias, con el fin de que sean de verdad una comunidad de comunidades, ya que las parroquias sobresalen como lugares donde viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo, como células vivas de la Iglesia, y como lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles, tienen una experiencia concreta de Cristo y de la comunión eclesial.

Por eso, la parroquia está llamada:

A ser de verdad casa y escuela de comunión. “Espacios de la iniciación cristiana, de educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios; organizadas de modo comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supra parroquiales y a las realidades circundantes”.

A vivir como Iglesia en salida misionera. La palabra parroquia, que significa etimológicamente vivir juntos, vivir en comunidad como en una gran vecindad donde todos se conocen y se tratan; significa también vivir como extranjeros, como quienes están de paso, pues habitando en el cuerpo, vivimos en el exilio lejos del Señor, y el deseo de todo cristiano debe ser domiciliarse junto al Señor.

Como dice la carta a Diogneto cuando describe la vida de los primeros cristianos: “habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña… Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo”.

Que la celebración de los 250 años de la erección canónica de esta hermosa parroquia bajo el patrocinio de San José, nos lleve también a revisar y repensar nuestro crecimiento como parroquia Casa y escuela de comunión.

¿Cómo repensar la construcción del templo?

Con ocasión de los 500 años del acontecimiento Guadalupano (2031), y de los 2000 años de la Redención de Cristo (2033) próximos a celebrar, escuchamos con gratitud las dulces palabras que la Virgen de Guadalupe dijo a san Juan Diego, y en él a cada mexicano: “Escucha hijo mío el menor, Juanito ¿a dónde te diriges? Sábelo, ten por cierto, hijo mío el más pequeño, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, el Creador de las personas, el Dueño de la cercanía, y de la inmediación, el Dueño del cielo, el Dueño de la tierra. Mucho quiero, mucho deseo, que aquí se me levante mi casita sagrada en donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto” (Cfr. Nican Mopohua).

La casita sagrada la que se refiere la Santísima Virgen de Guadalupe, además de ser un lugar físico ubicado en el cerro del Tepeyac, se refiere al corazón de cada mexicano, a cada familia a la nación mexicana y a la casita común, pues la casita sagrada donde vive el verdaderísimo Dios por quien se vive tiene por techo el cielo y por piso el suelo. Por eso nadie puede esconderse de la mirada de Dios. Así dice el Señor: “El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies. ¿Dónde pues, está la casa que podrán edificarme? ¿Dónde está el lugar de mi reposo?” (Is. 66, 1).

Que la celebración de los 125 años de la construcción de este hermoso templo nos ayude a revisar cómo hemos construido la casita sagrada en nuestro corazón, en nuestras familias en nuestro país y en nuestra casa común.

¿Cómo repensar la adoración?

El relato del encuentro de Jesús con la samaritana nos ilumina para repensar el culto que le agrada a Dios. Los judíos peregrinan a Jerusalén para adorar a Dios. Los samaritanos suben al monte Garizim, cuya cumbre se divisa desde el pozo de Jacob. ¿Dónde hay que adorar a Dios? ¿Cuál es la verdadera religión?

Jesús comienza por aclarar que el verdadero culto no depende de un lugar determinado, por muy venerable que pueda ser. El Padre del cielo no está atado a ningún lugar, no es propiedad de ninguna religión. No pertenece a ningún pueblo concreto.

Adorar al Padre en verdad es vivir en la verdad. Volver una y otra vez a la verdad del Evangelio. Ser fieles a la verdad de Jesús sin encerrarnos en nuestras propias mentiras. Después de veinte siglos de cristianismo, ¿hemos aprendido a dar culto verdadero a Dios? ¿Somos los verdaderos adoradores que busca el Padre?

Adorar al Padre en espíritu es seguir los pasos de Jesús y dejarnos conducir como Él por el Espíritu del Padre que lo envía siempre hacia los últimos. Aprender a ser compasivos como es el Padre. Lo dice Jesús de manera clara: “Dios es espíritu, y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu”  Dios es amor, perdón, ternura, aliento vivificador, y quienes lo adoran deben parecerse a él.

Que la celebración del centenario de la adoración nocturna nos ayude a repensar cómo adorar al Padre en espíritu y en verdad.

Que nuestro querido Santo entierro nos ayude entender lo que él nos dijo: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero el que la pierde por mí, la encontrará”

Que nuestro querido Señor San José con su esposa a la Santísima Virgen María, nos ayuden y nos acompañen para repensar la parroquia, la construcción y la adoración que Dios y la realidad nos están pidiendo hoy como respuesta de fe”.

Al terminar la celebración el Señor Cura agradeció a Mons. Fidencio, su presencia en esa comunidad parroquial, y a todos los que colaboraron de una u otra manera para llevar a cabo estos tres aniversarios importantes la vida de comunidad y parroquial, y posteriormente Mons. Fidencio les dio la bendición y ellos le brindaron un fuerte aplauso como signo de agradecimiento.