MISA DE FIN DE AÑO, SANTA IGLESIA CATEDRAL DE QUERETARO

Santiago de Querétaro, 31 de diciembre de 2019

 

El día 31 de diciembre de 2019, Mons. Mario de Gasperín Gasperín, Administrador Diocesano de la Diócesis de Querétaro, presidió la Celebración Eucarística de Fin de Año, en la Santa Iglesia Catedral, en punto de las 9:00 p.m.

Don Mario, al iniciar la celebración los saludo diciendo: «Disponemos hermanos y hermanos nuestro corazón para darles a Dios por medio de Jesucristo por los dones y beneficios que el Señor Dios en su misericordia nos ha concedido. En este día recibimos la grande bendición de celebrar a María Santísima, la gran madre de Dios; el Señor junto con su Madre Santísima camina con nosotros en nuestra vida, en el inicio de este año le pedimos su protección y su compañía».

 

En la homilía, nuestro Administrador Diocesano compartió con los presentes lo siguiente: “Ten piedad de nosotros Señor y bendícenos le pedimos al Señor que nos mire con misericordia y que derrame su bendición sobre nosotros.

Sin duda que este año lo hemos experimentado de muchas maneras, por eso debemos decir muchas gracias, Señor y le pedimos que nos siga bendiciendo, que no nos guarde su piedad y su misericordia porque nosotros vivimos en la misericordia de Dios, porque es misericordioso estamos aquí, en su presencia, dándole gracias e implorando su protección para todos.

La grande bendición que hoy recibimos es Jesucristo Nuestro Señor. Él es nuestra bendición, el Padre nos bendice enviándonos a su hijo: “tanto amó Dios al mundo que le dio a su hijo único para que todo el que crea en él tenga vida eterna” porque hemos creído en él su bendición nos ha acompañado y le pedimos que nos siga acompañando.  Mirando el belén, el pesebre, la bendición que Dios nos dejó por la palabra divina, el mensajero del adviento; la palabra de Dios se dejó oír por nosotros, en este caso, por nuestra Madre Santísima, esta jovencita de Nazaret, la Virgen María, escucho ella ese saludo y quedó perturbada pero al mismo tiempo sorprendida, admirada, preguntando el por qué, qué significaba ese saludo y recibió también una explicación: “el poder del altísimo descenderá sobre ti y te cubrirá con su sombra el Espíritu Santo y el que nacerá de ti será el hijo de Dios”, la palabra de Dios por la fuerza del Espíritu Santo en el seno de María santísima se hizo hombre y camina con nosotros, esa es la grande bendición que Dios nos ha concedido por su infinita misericordia; Jesús es pues la bendición del Padre, el Padre engendró a su hijo por nosotros para qué, perdonando nuestros pecados, limpios de toda mancha seamos herederos, dice San Pablo, seamos sus hijos y herederos de la herencia eterna. Palabra de Dios, seno purísimo de María, obra del Espíritu Santo y esa Palabra se hace carne, hermano nuestro y vive con nosotros, el cuerpo que recibió de María Santísima fue el instrumento en que culminó esa bendición de Dios, dándonos el perdón de los pecados, por su sangre derramada en la cruz; ese misterio de haber sido perdonados y haber sido hechos hijos de Dios y herederos de la vida eterna, ese misterio se realizó también en nosotros el día de nuestro bautismo, la pila bautismal es el seno materno de la Iglesia nuestra madre, es el seno de María Santísima que continúa engendrando hijos por obra del Espíritu Santo en el seno de la Iglesia, en la pila de bautismal; el milagro pues, de la Navidad, se ha realizado en nosotros también, por eso estamos aquí como hijos de Dios, hijos también de nuestra Madre Santísima la Iglesia; el parto de María Santísima se continúa en nosotros, nosotros también por Jesucristo, el hijo de Dios, somos hijos suyos también; el misterio pues, del nacimiento del Señor Jesucristo, se continúa en la Santa Iglesia, en nuestra historia, se realizan cada uno de nosotros, ese misterio también se hace presente por obra del Espíritu Santo qué fecunda el agua en la pila bautismal y de un hijo de Adán y Eva, pecador, nace un hijo de Dios, cristiano, nosotros, por eso esta bendición del nacimiento de Jesús no es un hecho del pasado sino es un hecho que se realiza y continúa y se ha realizado en nosotros, en cada uno de nosotros, se ha actualizado el misterio del belén y estamos dando gracias a Dios por esta bendición, celebrando la Santa Eucaristía y aquí también sobre el altar, los dones del pan y del vino que son fruto del trabajo de cada uno de nosotros, de cada uno de ustedes, su trabajo, su esfuerzo, sus buenas obras, su oración, su vida entera como cristianos se ofrece, se hace presente aquí en el altar, y la palabra de Dios, por boca del sacerdote, siendo las mismas palabras de Jesús, actuando como Jesús, transforma por obra del Espíritu Santo el pan y el vino, fruto del trabajo de ustedes, los transforma en el cuerpo y la sangre de Cristo, en la Eucaristía, con la añadidura de que este cuerpo de Cristo, es el cuerpo de Jesús en la cruz, inmolado por nosotros, es el cordero de Dios sin pecado que fue a la cruz por nuestros pecados y aquí somos purificados también de nuestras faltas, aquí también nos llega esto todos los días, especialmente el domingo que asistimos a la misa, esa bendición de Dios desde el altar, el Señor nos sigue bendiciendo; de modo que toda la vida de Jesús es para nosotros una grande bendición y lo sigue siendo por medio de nuestra Santa Madre la Iglesia, la Iglesia hace presente pues, toda la gracia salvadora de nuestro Señor Jesucristo para todos nosotros, aquí en nuestra ciudad, en nuestra casa, en nuestra comunidad, en nuestra catedral, en nuestra presencia; vivimos pues estos misterios con gratitud al Señor, cómo cantábamos, respondiendo al salmo, “que el Señor tenga piedad de nosotros y nos bendiga”, le pedimos esta bendición o sea que Jesús en brazos de su Madre Santísima sigua caminando con nosotros, nos siga bendiciendo, por eso la primera lectura que escuchamos fue una grande bendición que nos dice: “que el Señor nos bendiga”, los sacerdotes de Israel así bendecían a su pueblo, así y más nos bendice el Señor en este día y siempre, especialmente al inicio de este año le decimos: “Señor que tu rostro brille sobre nosotros”,  que el Señor nos sonría,  que el Señor esté contento con nosotros, como una madre o un padre, que le sonríe a su hijo, así el Señor haga resplandecer su rostro sonriente sobre nosotros, que tenga piedad y que nos bendiga y dice la bendición: “que el Señor te bendiga, te conceda su gracia, su protección y su paz”, que el Señor nos bendiga con su paz, que nos de su paz, no tenemos paz, no estamos en paz, necesitamos la paz, la paz, no la de los sepulcros, no la de la violencia, del dominio, si no la paz de Dios, la paz que nos trajo Jesús en Belén, y la paz que nos consiguió Jesús en la cruz cuando nos reconcilió con el Padre del cielo y nos hizo hermanos a todos, nosotros somos un pueblo que oramos por la paz, la Iglesia ora por la paz todos los días, sin duda ustedes en su hogar y aquí en el altar en la Eucaristía, oramos, pedimos, suplicamos la paz, porque la paz no se consigue por medio de la fuerza, la violencia, ni con el engaño, ni con bonitas palabras sino que se consigue como un regalo de Dios por medio de la oración, y la Iglesia ora por la paz como saben ustedes todos los años el Papa manda un mensaje de paz a todos los cristianos, a todos los hombres del mundo, especialmente a los gobernantes, que tengamos paz. Al inicio de la celebración de la Misa, su Señor obispo los saludo con el saludo de Cristo a los apóstoles en su resurrección “la paz esté con ustedes” y ese fue el deseo que repetimos durante toda la Eucaristía, hay una oración muy hermosa que dice el sacerdote siempre en todas las misas “Señor Jesucristo que dijiste a tus apóstoles, la paz les dejo, mi paz les doy, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y conforme a tu palabra, a tu promesa, concédenos la paz”, eso es lo que rezamos todos los días en la Santa Eucaristía, ¿porque no tenemos paz? quizá porque todavía estamos en nuestros pecados, pero le pedimos al Señor que por su infinita misericordia no tenga en cuenta nuestros pecados, nuestras maldades, sino que vea la fe que nos reúne y nos congrega en su nombre y que nos bendiga con su paz, en la Santa Misa también nos damos la paz, esa paz que nos damos aquí, después de haber rezado el Padre Nuestro, porque la paz que nos damos es paz de hermanos, es paz que nos viene de Dios nuestro Padre,  esa paz que nos damos aquí hay que llevarla a nuestro hogar, hay que llevar a la oficina, hay que llevarlo al trabajo, hay que llevarlo a la vida de todos los días, la paz de Dios;  le pedimos pues al cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, que tenga misericordia de nosotros y que durante este año, por medio de Jesús, por medio de él mismo, como cordero inmolado por nuestros pecados, por mediación de su Madre Santísima que interceda por todos, a él a nosotros nos bendiga y nos conceda su paz. Que así sea».

Al finalizar la Eucaristía, Don Mario les dio la bendición, y los allí reunidos le brindaron un fuerte aplauso como signo de gratitud.