Mensaje del Consejo de Presidencia de la CEM con ocasión de la Fiesta de la Presentación del Señor y la Jornada de la Vida Consagrada

cem_vinoEl 2 de febrero la Iglesia celebra la Fiesta de la Presentación del Señor, llamada también Fiesta de la Candelaria. El Evangelio según san Lucas narra que, 40 días después del nacimiento de Jesús, María y José, cumpliendo lo prescrito en la Ley divina dada a Moisés, van al Templo para ofrecer al Niño a Dios y para que la Virgen Madre cumpla con el rito de purificación judía.

Entonces, dos personas piadosas, Simeón y Ana –que representan al Antiguo Testamento–, inspirados por Dios reconocen en aquel Niño al Mesías esperado, al “rey de la gloria” (cfr. Sal 23, 4), en quien se cumple lo anunciado por Malaquías: “entrará en el santuario el Señor” (3, 1).

Profundamente conmovido y agradecido, Simeón proclama a Jesús “luz para iluminar a las naciones” (cfr. Lc 2, 32). Recordando estas palabras, los fieles acostumbran en esta Fiesta llevar a bendecir velas o candelas (de ahí el nombre de “candelaria”), que simbolizan a Cristo, en quien Dios ha venido a disipar las tinieblas del pecado, del mal y de la muerte, y a hacer resplandecer la vida verdadera, la vida plena, la vida eterna.

Llevar a bendecir velas y la imagen del Niño Jesús significa que queremos dejarnos guiar por Cristo, quien nos habla por medio de su Palabra –contenida en la Biblia y en la Tradición de la Iglesia–, nos comunica su fuerza en sus sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, y conversa con nosotros en la oración, para hacernos “candelas” que iluminen con la luz del amor a la familia y a la sociedad entera.

Cristo viene como nuevo “sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y a expiar así los pecados del pueblo” (Hb 2, 17). Puede hacerlo porque, siendo Hijo, se consagra totalmente al Padre mediante el Espíritu Santo. Su ofrenda, que es obediencia al Padre, manifiesta su absoluta confianza en Dios. María, su Madre, se asocia a Él, compartiendo su amor hasta el extremo, que se manifiesta plenamente en la Cruz.

Meditando en este pasaje del Evangelio, san Atanasio decía: “fue presentado el Señor por nosotros, para que aprendamos también a presentarnos nosotros mismos” (in sermo super Omnia mihi tradita sunt). Así lo han hecho muchos hombres y mujeres a lo largo de los siglos, abrazando la Vida Consagrada. Por eso, en el marco de esta Fiesta, considerando que Jesús se consagra totalmente al Padre, celebramos la Jornada de la Vida Consagrada.

De los sacerdotes y laicos que han recibido la llamada divina para seguir a Cristo casto, pobre y obediente, el Papa Benedicto XVI dice que “son como centinelas que descubren y anuncian la vida nueva ya presente en nuestra historia” (Homilía en la Jornada de la vida consagrada, 2 de febrero de 2006).

El Consejo de Presidencia de la Conferencia del Episcopado Mexicano se une a la acción de gracias de toda la Iglesia por el don de la Vida Consagrada en sus diferentes formas, y agradece a las personas consagradas su respuesta a la llamada divina y su entrega para gloria de Dios, edificación de la Iglesia y servicio de toda la gente. Y al tiempo de pedir al Señor que les conceda la perseverancia final, ruega al Dueño de la mies que llame a muchos hombres y mujeres a este estado de vida, e invita a las consagradas y a los consagrados a irradiar con su vida la luz de Cristo. Que Santa María de Guadalupe les lleve en el hueco de su manto.

México, D.F., 29 de enero de 2013

† José Francisco Cardenal Robles Ortega
Arzobispo de Guadalajara 
Presidente de la CEM
 
† Eugenio Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla
Secretario General de la CEM