Saludo a los Miembros del Centro Jurídico Católico Vasco de Quiroga, A.C. Asociación de Abogados Católicos

Auditorio del Conservatorio “J. Guadalupe Velázquez”,
Santiago de Querétaro, Qro., 12 de Octubre de 2006
 

Me da mucho gusto participar y bendecir el nacimiento de la Asociación de Abogados Católicos que, con el título de “Centro Jurídico Católico Vasco de Quiroga, A.C.” inicia hoy su caminar al servicio de la Diócesis de Querétaro y de toda la sociedad.

Sin duda, lo que califica a esta Asociación y hasta llama quizá la atención es el adjetivo “católico”, que, si bien no se da a la Asociación como tal, sí lo lleva cada uno de sus integrantes y le dará, sin duda alguna, su color particular. En efecto, cada uno de sus integrantes busca ejercer su profesión, la del Derecho, de manera eficaz y satisfactoria conforme a la ciencia y las normas propias de la jurisprudencia; pero ésta se ejercitará por sujetos que profesan una fe y ésta es la católica, que implica dos cosas: a) la aceptación y el respeto a la ley y derecho natural, y b) la inspiración y directriz que se apoya en la revelación de Dios, es decir, en la fe.

En cuanto a lo primero, es decir, en cuanto al derecho natural o aceptación de la ley natural, permítanme solamente decir que es una fuente del derecho no escrito, no producido por la inteligencia y por la voluntad humana, sino inmanente, intrínseco a la propia naturaleza y al alcance de cualquier ser humano, acorde por tanto con la recta razón. Hago, por clásica, esta breve cita de Santo Tomás de Aquino: La ley humana tiene razón de ley sólo cuando se ajusta a la recta razón. Así considerada, es manifiesto que procede de la ley eterna. Pero, en cuanto se aparta de la recta razón, es una ley injusta, y así no tiene carácter de ley, sino más bien de violencia” (Suma Teol. I-II  q. 93 a. 3 ad 2). Por eso, dice la Pacem in Terris, el derecho a mandar, y la consiguiente obligación de obedecer, constituye una exigencia de orden espiritual y dimana de Dios (No 51). La ley natural es una participación de la ley eterna.

Respecto a lo segundo, es decir, el aporte específico de lo “católico”, el Papa Benedicto XVI, al referirse al punto de encuentro entre la razón y la fe en el terreno de la justicia que debe proporcionar el Estado, dice:  El orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política. Un Estado que no se rigiera según la justicia se reduciría a una gran banda de ladrones, dijo una vez San Agustín… La justicia es el objeto y, por tanto, también la medida intrínseca de la política. La política es más que una técnica para determinar los  ordenamientos públicos: su origen y su meta está precisamente en la justicia, y ésta es de naturaleza ética… ¿cómo realizar la justicia aquí y ahora?… ¿qué es la justicia? Este es un problema que concierne a la razón práctica; pero para llevar a cabo rectamente su función, la razón ha de purificarse constantemente, porque su ceguera ética, que deriva de la preponderancia del interés y del poder que la deslumbran, es un peligro que nunca se puede descartar totalmente (Deus Caritas est, 28).

La razón humana necesita liberarse de su ceguera ética y purificarse de la preponderancia del interés y del poder para ser ella misma, para poder cumplir a cabalidad su función: en una palabra, para ser plenamente humana. Esta es la función y apoyo que le brinda la fe a la razón; nada le quita: ni la substituye ni la minimiza, sino que la apoya y complementa. Este es el “plus” que la fe brinda a la razón, lo que lo “católico” da a su profesión. Con palabras del Papa lo digo: La fe permite a la razón desempeñar mejor su cometido y ver más claramente lo que le es propio. En este punto se sitúa la Doctrina Social Católica… Desea simplemente contribuir a la purificación de la razón y aportar su ayuda propia para que lo que es justo, aquí y ahora, pueda ser reconocido y después también puesto en práctica (No. 28 a).

Ustedes han escogido como titular de su Asociación y fuente de inspiración a Don Vasco de Quiroga en quien la fe y la razón, el Evangelio y el Derecho marcharon de la mano y cuyo resultado fue una obra evangelizadora que fue también humanizadora y civilizadora, una evangelización que fue inculturación de la fe en los valores nobles y buenos de los pueblos autóctonos, que fueron purificados, elevados y transformados por la vena fecunda del Evangelio de Jesucristo y cuyos efectos benéficos aún perduran. Que tan eximio ejemplo les sirva de guía y aliento en su caminar. Enhorabuena a todos Ustedes.

† Mario de Gasperín Gasperín
Obispo de Querétaro