Lucha de clases vs. clase de luchas

Pbro. Filiberto Cruz Reyes

A Mónica y todos los que trabajan

por implantar la justicia en este mundo

 

Captura de pantalla 2016-01-19 a las 10.16.41¿Cómo se construye la historia? ¿Quién la hace? ¿Quién la escribe? ¿Quién es el autorizado para interpretarla? ¿Quién dicta los libros que la narran? ¿Quién en silencio deplora tantas veces lo torcido del relato porque ha sufrido en carne propia el dolor de la injusticia? Estas y miles de preguntas más podríamos hacernos al contemplar cada día nuestra realidad y las miles de historias que se ofertan en los medios de comunicación, historias muchas veces que no encajan perfectamente al confrontarlas con la realidad, que exhiben una serie de contradicciones internas, tal vez por eso alguien dijo alguna vez: para mentir hay que tener buena memoria; y somos muchas veces desmemoriados, entre otras cosas talvez porque una tragedia sucede rápidamente a otra, un escándalo a otro, una muerte a otra, una desaparición forzada a otra…

Los dos siglos pasados vieron surgir y venir a menos tantas ideologías, entre ellas la que afirma que el motor que mueve la historia es la lucha de clases, el eterno conflicto de un grupo social contra otro; y sí, es grande la tentación de pensar que eso sea cierto, pues no sólo son clases sociales las que están en continuo conflicto, sino grupos “de facto” poderosos que atropellan inmisericordemente a tantos inocentes, capitales internacionales que derriban toda frontera para conseguir sus objetivos (que venden armas por ejemplo), ancianos de mi pueblo que no saben (yo tampoco) porqué si mientras el petróleo baja en todo el mundo aquí tenemos que pagar la gasolina mucho más cara que del otro lado de nuestra frontera norte,  que haya hoy todavía guerras que se libran en nombre de Dios. Tal vez nunca sabremos la verdad de muchas historias, eso en nada cambia lo trágico y doloroso de muchas de ellas; lo cierto es que alguien dio la orden, alguien jaló el gatillo, alguien obtuvo un beneficio económico, alguien lloró en casa…

La historia se sigue haciendo cada día y hay responsables con nombre y apellido de cada acción u omisión que realizamos; esto se convierte en una puerta a la esperanza, a la misericordia: podemos hacer una historia diferente. ¿Qué fuerza misteriosa tiene la verdad que se intenta muchas veces ocultarla? ¿Qué virtud encierra que nos avergüenza e intentamos desterrarla o al menos trastocarla?

El 10 de diciembre de 1957 al recibir el Premio Nobel de Literatura Albert Camus decía en su discurso, al referirse a esa generación de la que era parte: “Heredera de una historia corrompida en la que se mezclan las revoluciones  caídas, las técnicas que han caído en la locura, los dioses muertos y las ideologías extenuadas, en la que mediocres poderes pueden hoy destruirlo todo pero no saben convencer, en la que la inteligencia se ha rebajado hasta hacerse la sirvienta del odio y de la opresión”; palabras vigentes, porque creemos, la raíz de la violencia y la injusticia es eso que llamamos pecado que muchas veces deviene ideología. Frente a lo que la generación de Camus vivía y desde su profesión que realizaba, por lo cual era premiado, dijo ese mismo día: “el deber del escritor no está exento de difíciles deberes. Por definición, no puede ponerse hoy al servicio de los que hacen la Historia; está al servicio de los que la sufren. De no hacerlo así, se quedará solo y privado de su arte”. Es un arte el escribir la historia, pero no sólo como relato, sino con actos que lleven a un mundo hacia la paz y la justicia. El día de hoy el Papa Francisco se reunirá con la comunidad judía de Roma al asistir a la Sinagoga de la Ciudad eterna a invitación del Rabino Riccardo Di Segni. Será el tercer Papa que va a esta Sinagoga, luego de San Juan Pablo II (13 de abril de 1986) y Benedicto XVI (17 de enero de 2010). Son estas reuniones fruto de grandes buenas voluntades y del Concilio Vaticano II, que Dios las haga fructificar. No es la lucha de clases lo que puede cambiar la historia, sino la clase de lucha que se puede dar al estilo de Francisco, Di Segni y tantos otros anónimos personajes en todo el mundo que trabajan por implantar la paz.