IV DOMINGO DE PASCUA

¡Jesús Resucitado, un pastor excepcional!
(Jn 10, 27-30)

389636_349344981787962_1560715332_nEn el brevísimo texto del evangelio según san Juan (10, 27-30) que la liturgia nos presenta para este IV Domingo de Pascua, vemos a Jesús Resucitado que se presenta ante la comunidad naciente como un Pastor excepcional, cuyas características principales son: es escuchado por sus ovejas; él conoce a cada una de ellas; las ovejas lo siguen; da la vida eterna; y principalmente vive en íntima relación con su Padre Dios. Dichas características nos permiten identificar efectivamente que Cristo es capaz de llevarnos hacia las fuentes de la verdad, del amor y de la vida. 

 “Mis ovejas escuchan mi voz”. Hoy nos damos cuenta que son muchas las voces que constantemente proclaman la verdad y pretenden sobreponerse, incluso a nivel de la conciencia, en la vida de las personas y como el criterio de juicio de muchos ante la realidad, llevándonos de manera silenciosa a la pérdida de la identidad, la confianza, el caos y lo que es más triste, el relativismo moral. En este sentido el Señor Resucitado nos dice: “mis ovejas escuchan mi voz” (v. 27), es decir, nos está invitando a que lo tengamos a él como el punto de referencia en la vida, como el criterio de juicio en nuestros pensamientos, acciones y decisiones; para ello será necesario que los discípulos agudicemos el oído y de manera perenne y continua, estemos en contacto con el Señor, mediante la escucha de su palabra. Es el evangelio, elque día con día, nos ayudará a discernir, entre tantas voces, lo que mejor nos conduzca al bien, a la libertad y a la verdad.

 “Yo conozco a mis ovejas y ellas me siguen”. Ante la crisis de identidad que caracteriza a varios sectores de la sociedad,el Señor Resucitado nos revela una alegre noticia: “Yo conozco a mis ovejas y ellas me siguen” (v. 27). Debemos sentirnos dichosos pues Jesús conoce sólo a quienes ama. En la medida en que nos sabemos conocidos por él, y sólo por él, se nos da a conocer, y nosotros lo conocemos como el único al que pertenecemos para la eternidad. Esto nos tiene que dar seguridad e identidad. Él hombre sólo se conoce a sí mismo cuando aprende a conocerse a partir de Dios,  y sólo conoce al otro cuando ve en él el misterio de Dios. A pesar de nuestras obscuridades, es en el amor donde el Señor nos conoce, donde Jesús no se olvida de lo que somos. Por ende la respuesta es el seguimiento. Un seguimiento libre, amoroso y generoso. Un seguimiento que conlleva la aceptación de la cruz,  la disposición para dar la propia vida.

 “Yo les doy la vida eterna”. Esta es la gran promesa de Jesús: dar la vida en abundancia. Todo hombre desea la vida en abundancia. Pero ¿Qué es, en qué consiste la vida? El hombre vive de la verdad, y de ser amado, de ser amado por la verdad. Necesita a Dios, al Dios que se le acerca y que le muestra el sentido de su vida, indicándole a sí el camino de la vida. Es verdad que necesitamos el sustento material, el pan, el alimento, pero lo que más necesitamos es el amor, es la Palabra, es a Dios mismo. Jesús es Dios y tiene la cualidad de poder otorgarnos la vida en plenitud.  Dejemos que nos de la vida eterna, que se nos dé así mismo en su Palabra, en su Eucaristía. Dejemos que cada día y cada domingo, nos conduzca a las fuentes de la vida y nos haga retozarnos en los pastos verdes dé su misericordia, de su perdón, de su gracia. No busquemos la vida, donde lo único que encontraremos será muerte, esclavitud. Busquemos la vida en Cristo. Tengamos la seguridad que efectivamente. Dejémonos conducir por el Señor Resucitado, nuestro Pastor excepcional, a la Vida, a la Verdad.

+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro