Homilía en la Santa Misa de la Peregrinación del Presbiterio y los Consejos Parroquiales de Pastoral

Soriano, Colón, Qro., 6 de febrero de 2012

Al reunirnos en esta mañana para celebrar la fe en Jesucristo, mediante la Eucaristía, les saludo a todos ustedes con grande afecto, con el deseo que la gracia de Dios les fortalezca en el anuncio gozoso del amor de Dios a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Saludo a los Vicarios Generales: Mons. Salvador Espinosa Medina y Mons. Javier Martínez, al Señor Vicario de Pastoral Pbro. Fidencio López Plaza, a los hermanos presbíteros.

Queridos hermanos de la Vida Consagrada:

De manera particular me dirijo con grande alegría a cada uno de ustedes, quienes integran los “Consejos Parroquiales de Pastoral”; su presencia en esta celebración es un testimonio vivo del amor a Jesucristo y a su Iglesia. Pues la comunión se hace efectiva y afectiva con su colaboración en la tarea evangelizadora de las comunidades parroquiales que integran nuestra diócesis.

Varios motivos nos han convocado este día a los pies de la Dolorosa Madre, pues su papel de madre y modelo en la fe, nos impulsa a seguir adelante en la escucha atenta y silenciosa de la Palabra de Dios y poder así ser heraldos del Evangelio de Jesucristo. De manera muy concreta este día es una oportunidad para darle gracias a Dios por los 148 años de la erección canónica de nuestra amada diócesis; queremos también dar inicio a los proyectos jubilares de preparación, celebración y proyección por los 150 años de vida diocesana. Además de manera muy significativa agradecer a Dios el “don del Espíritu” que nos ha regalado durante ya 21 años en los “consejos parroquiales de pastoral”.

Al escuchar hoy la Palabra de Dios en esta liturgia eucarística se confirma la promesa divina de salvación que proviene de la bienaventuranza que se genera en la “escucha de su Palabra”, pues Jesucristo la Palabra hecha carne, nos revela que Dios se nos da a conocer como misterio trinitario de amor infinito, quienes entran en diálogo y del cual estamos invitados a participar (cf. VD 6). La relación entre Cristo Palabra del Padre, y la Iglesia no puede ser comprendida como si fuera solamente un acontecimiento pasado sino que es una relación vital en la cual cada fiel está llamado a entrar personalmente. “Dios, que habló en otros tiempos sigue conversando siempre con la Iglesia, y el Espíritu Santo por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia y por ella en el mundo, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la Palabra de Cristo (Col 3, 16) (DV 8).

Por eso queridos hermanos, somos dichosos nosotros a quienes se nos ha dado a conocer la Palabra del Padre, una Palabra que nos conforta y renueva nuestra esperanza, le da un nuevo sentido a nuestra vida personal y social, y nos ayuda a redescubrir el llamado a la existencia, a la santidad, al discipulado y a la misión. Es aquí donde hoy tenemos que retomar la centralidad de la Palabra de Dios en la totalidad de nuestra existencia, de nuestras vidas y proyectos personales, particularmente los proyectos pastorales diocesanos y parroquiales. No podemos perdernos en el mar de las exigencias y urgencias pastorales. El punto de referencia siempre es y será la Palabra de Dios, leída, estudiada sistemáticamente, pero sobre todo hecha oración. No debemos olvidar que la Iglesia no vive de sí misma, sino del Evangelio y en el Evangelio encuentra siempre de nuevo orientación para su camino. “Es una consideración que todo cristiano debe hacer y aplicarse a sí mismo: sólo quien se pone primero a la escucha de la Palabra, puede convertirse después en su heraldo” (cf. VD 51). En la Palabra de Dios proclamada y escuchada, Jesús dice hoy, aquí y ahora, a cada uno: “Yo soy tuyo, me entrego a ti”, para que el hombre pueda recibir y responder y decir a su vez: “Yo soy tuyo” (cf. VD 51).

La Palabra de Dios debe ser el “alma transversal” cuando buscando aplicar el Plan Diocesano de Pastoral, el cual como he dicho a mi llegada: “asumo en su integralidad el Plan Diocesano de Pastoral, con todos sus contenidos y métodos; con su marco doctrinal y sus diagnósticos; con sus prioridades, objetivos y estrategias. Hago mía en su totalidad la estructura diocesana que emana del Plan Diocesano de Pastoral y las líneas que nos conducirán a 2016, en el marco de la celebración del Ciento Cincuenta Aniversario de la creación de la Diócesis” (Alocución de Inicio de Ministerio Episcopal) . De manera particular este año 2012 busquemos juntos “promover una cultura vocacional en toda la diócesis; impulsar la vocación a la santidad desde los niños hasta los ancianos; anunciar el evangelio de la vida; y, presentar y difundir el valor de la persona humana fundado en los valores universales”.

“Lo hago porque descubro la asistencia del Espíritu Santo en todo el proceso y porque resulta patente que el Plan responde de manera sólida a los énfasis que Aparecida establece para la Pastoral en América Latina y el Caribe, especialmente en lo que se refiere a la Nueva Evangelización y a la Misión Continental Permanente y porque también está en la línea de la Exhortación Apostólica Verbum Domini, fruto del Sínodo sobre la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia. El Plan nos proyecta también al próximo Sínodo sobre la Nueva Evangelización, que tendrá lugar en Roma el próximo octubre de 2012.

“El Plan Diocesano de Pastoral es sin duda un instrumento que permite que la Misión pueda ser operativa, altamente eficaz, responder a estrategias audaces e incluir a todos los agentes necesarios, a las comunidades, estructuras y apoyos; es muy alentador contar con contenidos claros, con procesos adecuados de formación, buscando llegar a todos los sectores de nuestra sociedad, privilegiando los más alejados y a los más pobres” (Alocución de Inicio de Ministerio Episcopal).

Sin embargo, esto requiere ser atendido desde una dinámica de la fe, la cual no brota de nuestra propia necesidad, sino que es don del espíritu. En este sentido María es mujer insigne por su fe, pues la madre del precursor, la proclamó dichosa porque había creído en el mensaje divino; por la fe concibió al Hijo de Dios, apoyada en la fe siguió a Jesús y soportó su muerte junto a la Cruz, movida por la fe creyó que el resucitaría y esperó la venida de la promesa del Padre.

Nosotros como católicos, tenemos una grande tarea, aunque la fe es un don, es urgente “educar en la fe”, a partir de la experiencia fundante y del encuentro vivificante con el Señor (DA 13). Nos dice el Santo Padre Benedicto XVI en el Motu proprio con el que convoca al año de la fe Porta Fidei “Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado” (cf. Porta Fidei, 2). Es importante recuperar la identidad cristiana desde una experiencia profunda, vital, vivencial e íntima desde el encuentro con Jesucristo vivo y dador de vida. Desde esta concepción se puede dar una respuesta al sujeto personal roto por el sinsentido, como al sujeto social resquebrajado también por la pobreza y la exclusión, pues en el encuentro con Jesús, vamos a encontrar, unos y otros la vida que anhelamos y buscamos en todas sus dimensiones.

El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo. Esto es justamente lo que, con presentaciones diferentes, nos han conservado todos los evangelios como el inicio del Cristianismo: un encuentro de fe con la persona de Jesús. Y aquí queridos hermanos está nuestro trabajo, donde tiene sentido revitalizar nuestras estructuras, nuestros consejos y nuestras formas de pensar. Nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor, para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas. Se trata de confirmar, renovar, y revitalizar la novedad del evangelio arraigada en nuestra historia desde el encuentro personal y comunitario con Jesucristo (cf. DA 11) Necesitamos hacernos discípulos dóciles y celosos misioneros para llevar al corazón de la cultura de nuestro tiempo, aquel sentido unitario que nadie le puede dar. (cf. DA 41). “En este sentido, resulta una obligación para todos nosotros, miembros de esta Iglesia de Querétaro, no sólo insistir verbalmente en la Misión Continental, también nos corresponde lanzar iniciativas, indicar los caminos, formar a los agentes, verificar todos los procesos y avances de la Misión, así como hacernos presentes en la totalidad de los trabajos pertinentes que tengan que ver con ella”.

Otra urgente tarea para responder a las exigencias de la “Nueva Evangelización” será “educar en la fe, poniendo en contacto con Jesucristo”, es decir, educar en la experiencia de Jesús. El evangelio nos narra que los primeros seguidores de Jesús fueron al Jordán con la esperanza de encontrar el Mesías, que se sintieron atraídos por su sabiduría, por su calidez humana, por sus obras y signos que acogieron el don de la fe y llegaron a ser sus discípulos. “Debemos descubrir el gusto, la emoción y la necesidad de alimentarnos de la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia y el Pan de la Vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos” (cf. PF 3). “La transmisión de la fe no se realiza sólo con las palabras, sino que exige una relación con Dios a través de la oración que es la misma fe en acto. En esta educación en la oración es decisiva la liturgia como su propia función pedagógica, en la cual el sujeto educador es el mismo Dios y el verdadero maestro en la oración es el Espíritu Santo” (Lineamenta, 14). Hoy tendremos en unos momentos más la dicha de poder bendecir la custodia que se ha mandado acuñar para la adoración perpetua del Santísimo Sacramento en esta Basílica, la cual es hermosa no solo por su buen gusto, sino además porque busca favorecer la hermosura de la Eucaristía y contribuir pedagógicamente a quienes viniendo a este lugar con la sed de Dios puedan encontrar un lugar donde encontrarse con a solas con él. Ojalá que cada una de nuestras parroquias seamos celosos adoradores de la Santísima Eucaristía.

Finalmente la bienaventuranza busca cumplirse hoy en cada uno de nosotros pues “Dichosos son los que cumplen la Palabra de Dios”, a cada uno de nosotros en el Bautismo el Señor nos ha convocado a ser luz de las naciones. “No dejemos que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta”. El sujeto de la trasmisión de la fe es toda la Iglesia, que se manifiesta en las comunidades locales. El Anuncio, la transmisión y la experiencia del evangelio se realizan en ellas. Más aún, la misma comunidad diocesana, la parroquia, las pequeñas comunidades, además de ser sujetos, son el fruto de esa acción del anuncio del evangelio y de la trasmisión de la fe, como resulta de la experiencia de las primeras comunidades cristianas. Es necesario que cada cristiano se sienta interpelado por el mandato de Jesús de ir y anunciar el reino de Dios y se deje guiar por el Espíritu al responder a la llamada según la propia vocación.

Ustedes se dan cuenta que aquí están entre nosotros estos once jóvenes seminaristas, quienes confirmando su fe públicamente, le dicen sí a Dios, viviendo una vida de entrega total y radical al Señor, por ello en una actitud publica y generosa firman su promesa de vivir con libertad y responsabilidad una vida célibe, al servicio de los hermanos y a favor de la construcción del Reino. Es claro que Dios se sigue fijando en los seres humanos y continua mostrando su confianza, pues en un momento en el cual la opción de la fe y el seguimiento de Cristo resulta menos fácil y poco comprensible o incluso contrariada y combatida, estos jóvenes están decidíos a vivir su vida de fe, en la esperanza y en la caridad.

Me alegro mucho porque esta reunión es una epifanía de la Iglesia, que peregrina en Querétaro y, quiere decirle sí a Jesucristo en la misión de llevar su palabra hasta los últimos rincones de sus comunidades. Los “consejos parroquiales de pastoral” viviendo en la comunión con sus pastores son una riqueza viva de la Iglesia, felicidades por su disposición. No quiero dejar de pasar inadvertido sin mencionar que he iniciado con las “visitas pastorales decanales”, las cuales son un preludio de una nueva primavera de la Iglesia, pues el ambiente de fraternidad, trabajo, reflexión y cercanía del obispo con sus presbíteros y sus laicos y de ellos para con el obispo, con el cual se viven me llena de esperanza y de alegría. Ha propiciado cumplir con los objetivos: de encuentro cercano, conocer la situación en la que se vive y fortalecer la espiritualidad de la comunión, para dinamizar la misión permanente. Reiterando mi convicción de involucrarme en los procesos que ustedes ya han iniciado y a los que han dado una fisonomía específica, deseo invertir mi tiempo, energía e interés, fomentando un movimiento generalizado en toda la Diócesis, que permita que la Misión Continental Permanente sea efectivamente una Misión Diocesana Permanente, en la que todos, Obispo, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas, niños, jóvenes y adultos, estemos seriamente involucrados.

Cada uno de ustedes es un Evangelizador, es testigo del amor de Jesucristo, todos juntos, obispo, sacerdotes, miembros de los institutos de vida consagrada, movimientos y laicos en general somos los protagonistas de la Nueva Evangelización y de la Misión Continental Permanente, estamos llamados a obedecer la voz de Jesús que nos llama a ir a todo el mundo y anunciar el Evangelio. Agradezco también de modo particular la presencia de hombres y mujeres de la cultura y a todos los medios de comunicación social, cuyo trabajo valoro y resulta imprescindible en las sociedades modernas. Dios los bendiga, gracias por estar aquí.

Por ultimo considero oportuno subrayar las siguientes líneas concretas de acción que ya aparecen en el proyecto para la misión diocesana intensiva, rumbo a la celebración de los 150 años de la erección canónica de la Diócesis de Querétaro y que no son otra cosa que algunos criterios generales del plan diocesanos de pastoral:

a) Haremos operativa la Misión Continental Permanente en nuestra Diócesis.

b) Impulsaremos la Iniciación cristiana y la formación permanente, como el camino para recobrar nuestra identidad y cultura cristiana.

c) Responderemos con una vigorosa pastoral vocacional, al vacío producido por una vida sin sentido.

Les animo a seguir adelante con entusiasmo, deseo renovar mi consagración que a mi llegada he dirigido al inmaculado corazón de María en su advocación de los dolores de Soriano junto con ella consagro a cada uno de ustedes sacerdotes y laicos:

“Virgen Santísima, tú has unido fecundamente tus dolores a los de Cristo: Estuviste de pie junto a la cruz y recibiste en tus brazos el cuerpo sin vida de tu Hijo. Eres mujer valiente y de fe; tu entereza y dignidad te adornaron en esos terribles momentos.

Eres también solidaria con nuestros dolores: estás cerca de los enfermos y de los encarcelados, de los migrantes y de los pobres, de las personas solas y discriminadas, de quienes tienen hambre y sed, de todos los que comparten los sufrimientos de tu Hijo.

Virgen de los dolores de Soriano, tienes ahora una hermosa Basílica, desde donde prodigas tu amor e intercesión a los queretanos y a quienes acuden a tí; pero fuiste rescatada de los escombros de Maconí como símbolo de todos los que necesitan ser rescatados en su dignidad y de su sufrimiento.

Hoy, como tu hijo que soy, quiero pedirte en este significativo día por todos los que sufren, por los marginados de nuestra tierra y por todos los que se esfuerzan en alcanzar la paz. Te suplico que alcances la paz a nuestra tierra.

Me consagro en este día y consagro a este pueblo a tu corazón inmaculado y al Sagrado Corazón de tu Hijo, Sacerdote Eterno. Intercede para que responda con fidelidad a la enorme vocación a la que él me ha llamado, para que juntos, pastores y fieles, nos entreguemos generosamente a la extensión del Reino de tu Hijo, que vive y reino por los siglos de los siglos. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro