Homilía en la Misa del XXV Aniversario Sacerdotal del P. Sacramento Arias Montoya

Atrio del Templo de la Parroquia de San Francisco Galileo, Corregidora, Qro., 6 de agosto de 2015

Año de la Pastoral de la Comunicación – Año de la Vida Consagrada

 

Muy  queridos hermanos sacerdotes,

muy querido P. Sacramento Árias Montoya,

estimados miembros de la vida consagrada,

queridos laicos,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con júbilo y alegría nos hemos reunido para celebrar nuestra fe en esta tarde, en la fiesta de la Transfiguración el Señor; fiesta liturgia que nos invita a fijar nuestra mirada en el misterio de luz que es Cristo. En el rostro transfigurado de Jesús brilla un rayo de la luz divina que él tenía en su interior. Esta misma luz resplandecerá en el rostro de Cristo el día de la Resurrección. En este sentido, la Transfiguración es como una anticipación del misterio pascual.

2. Es en este contexto que hoy queremos celebrar el aniversario sacerdotal de nuestro hermano el P. Sacramento Árias Montoya,  quien por pura gracia ha sido llamado por Dios para ser sacerdote, testigo en el mundo de la luz de Cristo, iluminando con su vida y con su ejemplo los corazones de muchos hombre y mujeres, que buscan iluminar la propia vida y la propia existencia. Así nos lo enseña y nos lo explica la Palabra de Dios que hemos escuchado en este día. Dándonos la oportunidad de poder reflexionar sobre el ser y quehacer del sacerdote en la misión de la Iglesia. Celebrar, significa reconocer lo que Dios ha hecho en nosotros y descubrir aquello que necesitamos continuar haciendo en nuestra vida, para poder responder a su proyecto de salvación.

3. La Transfiguración nos invita a abrir los ojos del corazón al misterio de la luz de Dios presente en toda la historia de la salvación. Ya al inicio de la creación el Todopoderoso dice: «Fiat lux», «Haya luz» (Gn 1, 3), y la luz se separó de la oscuridad. Al igual que las demás criaturas, la luz es un signo que revela algo de Dios: es como el reflejo de su gloria, que acompaña sus manifestaciones. Cuando Dios se presenta, “su fulgor es como la luz, salen rayos de sus manos” (Ha 3, 4). La luz -se dice en los Salmos– es el manto con que Dios se envuelve (cf. Sal 104, 2). En el libro de la Sabiduría el simbolismo de la luz se utiliza para describir la esencia misma de Dios: la sabiduría, efusión de la gloria de Dios, es “un reflejo de la luz eterna”, superior a toda luz creada (cf. Sb 7, 27. 29 s). En el Nuevo Testamento es Cristo quien constituye la plena manifestación de la luz de Dios. Su resurrección ha derrotado para siempre el poder de las tinieblas del mal. Con Cristo resucitado triunfan la verdad y el amor sobre la mentira y el pecado. En él la luz de Dios ilumina ya definitivamente la vida de los hombres y el camino de la historia. “Yo soy la luz del mundo -afirma en el Evangelio-; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12).

4. ¡Cuánta necesidad tenemos, también en nuestro tiempo, de salir de las tinieblas del mal para experimentar la alegría de los hijos de la luz! Esta es la tarea del sacerdote, iluminar la vida de las personas, mostrarles la gloria del Padre y darles a conocer la Palabra de Dios, desde el nacimiento hasta el momento de la muerte. Recuerdo que así nos lo explica el rito de bautismo cuando el sacerdote le entrega, a los papás y padrinos, la vela encendida para el recién bautizado. Y en la liturgia exequial al inicio de la Misa, el sacerdote enciende la luz del cirio pascual con la esperanza que la luz de Cristo alumbre el camino de espera hasta llegar la gloria del cielo.  Dos realidades que nos enmarcan muy bien la vida humana y que nos ayudan a comprender que la vida del hombre se explica y se entiende sólo a la luz de Cristo resucitado.

5. Padre Sacramento, durante estos veinticinco años que has vivido la vida sacerdotal, has podido constatar precisamente que la mayor alegría de un sacerdote es iluminar con el evangelio, la vida y el corazón humano. Hoy, es preciso que esta alegría, siga siendo el motivo de tu ministerio.  El tiempo vivido como formador del Seminario  en varias de sus áreas, tus años ahora en esta  parroquia y tu acompañamiento durante varios años como Asesor Espiritual del Movimiento de la Renovación Carismática, son sin duda  la respuesta que generosamente has querido dar al Señor. Hoy, es necesario continuar el trabajo. El Papa Francisco nos lo ha dicho: “El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él pide a sus discípulos: «¡Proclamad que está llegando el Reino de los cielos!» (Mt 10,7)” (EG, 180). El mandato es: «Id por todo el mundo, anunciad la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16,15), porque «toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). Toda la creación quiere decir también todos los aspectos de la vida humana, de manera que «la misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño». La verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia.

6. Jesús fue muy claro con sus discípulos, cuando los invitó abajar de la montaña, para dirigirse hacia el Gólgota donde habría de llevar a plenitud la obra redentora. Hoy Jesús te invita a ti par le acompañes camino al calvario, y puedas llevar a la consumación el misterio de la redención. Que el misterio de la cruz no te escandalice ni te aflija en el corazón. Al contrario, que la cruz sea tu gloria y tu fortaleza. No dudes en anunciar que no existe la gloria sin la cruz. Que el misterio de salvación necesita pasar por el misterio de dolor y del sufrimiento, especialmente cuando lo que parece que reina es una cultura del confort y del bien estar.

7. Padre Sacramento, quiero aprovechar esta celebración para agradecer y reconocer todo tu trabajo restado en la Diócesis, especialmente al servicio de la formación de los futuros sacerdotes en el Seminario y de la formación permanente del Clero. Es una tarea que se ve poco pero que queda grabada en la vida y en la conciencia de muchos, especialmente de los sacerdotes.

8. Que la Santísima Virgen María Nuestra Señora de El Pueblito, quien nos preside en  esta Santa Misa, interceda siempre por ti, para que tu sacerdocio siga siendo un sacerdocio según el corazón de Cristo; que su mano maternal te proeja, especialmente para no perder la luz de Cristo que ilumine la vida de muchos en los lugares donde la Providencia te envíe. Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro