Homilía en la Misa del XXV Aniversario del Curso Introductorio de Querétaro

Capilla de San Miguel Arcángel, San Miguel Galindo, San Juan del Río, Qro., 6 de septiembre de 2014
Año de la Pastoral Litúrgica

 

 

Estimados padres formadores,
queridos seminaristas,
hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con júbilo y alegría nos reunimos en esta mañana para agradecer a Dios la inconmensurable bondad de su gracia, manifestada a lo largo de estos veinticinco años, en la vida de esta casa ”Curso Introductorio”, donde quienes sintiéndose llamados por Dios a la vida sacerdotal, y después de un acompañamiento vocacional o haber vivido el Seminario Menor, acuden con el objetivo de lograr una formación espiritual, centrada en el misterio de Cristo y de la Iglesia, profundizando en el discernimiento vocacional mediante una vivencia comunitaria, para poder así, concretar su respuesta vocacional y continuar con el itinerario formativo como auténticos discípulos misioneros de Jesucristo.

2. Saludo con especial afecto al P. José Luis Salinas Ledesma, Rector de este Seminario, a quien le agradezco el empeño por tutelar el proceso formativo en las diferentes casas de formación que integran la gran familia seminario. Saludo al Pbro. Lic. Iván García Avendaño, Prefecto de Disciplina y responsable de la formación en esta casa. A todos ustedes, gracia y paz de parte de Dios (2 Cor 1, 2).

3. Que mejor manera de celebrar este aniversario, que sentándonos ―seminaristas y formadores― a los pies del Maestro, para escuchar su palabra y alimentarnos de su Cuerpo y de su Sangre en santa Misa, y recibir de él, la luz y la fuerza necesarias para continuar con la formación y responder así con valentía, a los desafíos de la Nueva Evangelización. Esta celebración, además de ser una acción de gracias, nos permite reconocer la visión y el coraje de quienes con generosidad se aventuraron a poner las bases y los cimientos, tanto materiales como espirituales de esta casa, la cual refleja hoy la solidez tanto en su estructura física como formativa. En especial, hoy reconocemos el trabajo de Mons. Mario De Gasperín Gasperín, nuestro obispo emérito, de los anteriores rectores y de cada uno de los formadores que han custodiado esta casa. El Señor que todo lo ve, sabrá recompensar sus esfuerzos.

4. Es en este contexto que hemos escuchado la palabra de Dios en esta mañana y que de manera providente nos permite redescubrir el ser y quehacer de la formación en esta casa. Quiero invitarles a reflexionar especialmente en el evangelio, donde San Marcos nos relata una de las escenas más hermosas de su evangelio: “La elección de los doce” (Mc 3, 13-17). San Marcos comienza diciendo que [Jesús] subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron junto a él. Instituyó doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios” (vv. 13-15). Estos versículos contienen cuatro grandes enseñanzas que hoy deseo compartir con ustedes:

5. En primer lugar, Jesús sube al “monte”, es decir, al lugar de su comunión con Dios: un lugar en lo alto, por encima del ajetreo y la actividad cotidianos. Un lugar donde se puede dialogar con Dios. La elección de los discípulos es un acontecimiento de oración; los discípulos son engendrados en al oración, en la familiaridad con el Padre. Así, la llamada de los doce tiene, muy por encima de cualquier otro aspecto funcional, un profundo sentido teológico, su elección nace del diálogo del Hijo con el Padre y está anclada en él. Queridos formadores y seminaristas, el “Curso Introductorio” he de ser ese “monte” donde Jesús suba para elegir a sus discípulos, en dialogo profundo con Dios. Un lugar donde la Sagrada Escritura, orada y meditada, sea el instrumento donde cada seminarista pueda encontrar las herramientas necesarias para escuchar la voz de Dios y entender que la elección es de Jesús, una elección que no puede hacerse por sí mismo,  sino que es el resultado de una decisión, de la voluntad del Señor basada, a su vez,  en su unidad de voluntad con el Padre.

6. En segundo lugar, el evangelista nos narra que “vivieron junto a él” (v. 13b) esto nos da a entender que la elección de Jesús, supone el ejercicio pleno de las facultades humanas por parte de aquellos a quienes ha elegido. Decidirse a seguir a Jesús, supone ser hombres libres, capaces de tomar decisiones por sí mismos. En este sentido el Curso Introductorio deberá promover el conocimiento personal y la consolidación de una personalidad autentica, capaz de llevar a cada seminarista a reconocer sus capacidades y limitaciones humanas y poder así, elaborar un proyecto de vida gradual y equilibrado de acuerdo a su edad. Hoy necesitamos que las bases de la formación sean sólidas y consistentes, especialmente cuando culturalmente nos vemos influenciados por modelos de vida light o de una cultura desechable. El Curso Introductorio como nos lo señalan los Principios y Normas Generales para la Formación de los Seminarios Diocesanos 254, tiene que estar orientado bajo la forma de un “Catecumenado”, donde la experiencia de la Iniciación Cristiana se vea fortalecida, al grado que cada seminarista pueda consolidar la propia identidad bautismal y pueda vivir así, la fe que profesa, conocer la doctrina de la Iglesia y vivir una moral, capaz del estilo de vida que desea abrazar.

7. En tercer lugar, el evangelista continua diciendo: “Instituyó a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar” (v. 14). Aquí hay que considerar en primer lugar la expresión “instituyó a doce”, no resulta habitual para nosotros. El evangelista recurre a la terminología que utiliza el Antiguo Testamento  para indicar el nombramiento de los sacerdotes (1 Re 12, 31),  calificando así el apostolado como ministerio sacerdotal. Esto nos ayuda a entender claramente que la formación de esta casa, será ritmada en clave sacerdotal; una formación con vistas a moldear en cada corazón, un sacerdote según el corazón de Cristo. Así, como Iglesia, se hará presente en este tiempo, la intención de Jesús de reunir al nuevo pueblo de Israel, que es la Iglesia. En este sentido, creo que es importante tener en cuenta que hoy no podemos olvidar que estamos llamados para seguir haciendo presente en nuestros días, el deseo de Dios, de ver congregada a su Iglesia en un sólo rebaño y bajo un mismo Pastor. Para lo cual la formación sacerdotal nos debe capacitar y poder ser así, constructores de la paz, una paz que supera los límites de la mentalidad humana, una paz que es don de Dios y tarea nuestra. Durante este tiempo de formación, cada alumno ―como escuchamos en la segunda lectura―, es necesario que aprenda a vivir en profundidad su ser de Iglesia, en comunidad y bajo los criterios de quienes han puesto todo en común (cf. Hch 2, 42-27).

8. Queridos formadores y seminaristas, Jesús instituye a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar. Es necesario estar con Jesús para conocerlo, para tener ese conocimiento de él que las “gentes” no pueden alcanzar, porque lo ven desde el exterior,  y lo tienen como un profeta, como un gran personaje de la historia, pero sin percibir su carácter único. Los “doce” tienen que estar con él para conocer a Jesús en su ser uno con el Padre,  y poder ser así, testigos de su misterio. Es necesario pasar de la comunión exterior con Jesús a la comunión interior. Al mismo tiempo, como señala el evangelista, los “doce” han sido llamados para ser los enviados, los que lleven su mensaje al mundo, hasta los confines de la tierra. Estar con Jesús y ser enviados,  parece a primera vista exclusive, pero ambos aspectos están íntimamente unidos. Los “doce” tienen que aprender a vivir con él, de tal modo que puedan estar con él, incluso cuando vayan hasta los confines de la tierra. El estar con Jesús conlleva por sí mismo, la dinámica  de la misión, pues en efecto todo el ser de Jesús es misión.

9. Nuestro Seminario tendrá que estar orientado en todas sus estructuras bajo esta perspectiva: un seminario de discípulos misioneros, pues solamente así, podremos responder a las exigencias de lo que el Señor ha deseado para su Iglesia,  al momento de elegir a  los doce. Yo quisiera, con el corazón en la mano, decir a cada seminarista en este día, que si cada uno de ustedes se convence de esto, la formación será más placentera y realmente será una experiencia de Dios. Si Dios, nos ha elegido para vivir esta aventura, necesitamos dejarnos conducir por su gracia.  ¡No descuiden la propia vocación! Cada uno luche por conservar el deseo que un día escuchó en su corazón, y si en el camino de su formación se sienten inseguros, el director espiritual les sabrá conducir. Tengan en cuenta aquellas palabras que San Pablo le dirige a los Romanos: “No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Rom, 12, 2).  Quisiera que de la misma manera, cada uno de nosotros pongamos atención en esto, pues no estamos exentos de caer en el peligro de la secularización y transformar nuestra manera de pensar, no según Cristo, sino según la lógica humana y los criterios de este mundo.

10. Me alegra que sea en esta misma celebración donde se lleve a cabo el Rito de Aceptación a las Sagradas Ordenes y la Promesa de Celibato de estos cuatro seminaristas, que en días próximos serán ordenados diáconos; esto significa que la gracia de Dios y el esfuerzo de la formación, que  formalmente ha iniciado en esta casa,  realmente se sigue haciendo presente en medio de su pueblo. Jóvenes, el hecho de que la Iglesia, de manera oficial, hoy emita su consentimiento para que puedan  recibir la Sagrada Ordenación, les debe llevar a cada uno de ustedes a confirmar en su vida que el Señor quiere de ustedes, discípulos misioneros convencidos de su elección. Sin embargo, el proceso de no termina aquí, es necesario permanecer cada día, sentados a los pies del Maestro y recibir de él, la fuerza para llevar el mensaje de su palabra. Hoy, ustedes asumen un estilo de vida célibe. Créansela realmente y vivan según esto que hoy le prometen a la Iglesia. No hagan de ello una bonita poesía donde al final de cuentas sólo se quede en la promesa.

11. Que San Juan de la Cruz, Patrono principal de esta etapa de formación, siga intercediendo por quienes vengan aquí para escuchar la voz de Dios y que Santa María de Guadalupe Patrona y Reina de este Seminario, nos obtenga de Dios las gracias necesarias para seguirnos formando, según el corazón de Cristo.  Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro