Homilía en la Misa del VIII Encuentro Diocesano de Pastoral de la Comunicación

Auditorio de la UNIVA, Santiago de Querétaro, Qro., sábado 25 de abril de 2015

Año de la Pastoral de la Comunicación  – Año de la Vida Consagrada

 

Queridos agentes de pastoral,

queridos comunicadores,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con alegría les saludo en el Señor al celebrar esta Eucaristía inmersos en el clima del tiempo pascual, en el marco del VIII Encuentro Diocesano de Pastoral de la Comunicación, con la finalidad de promover e impulsar una pastoral de la comunicación cada vez más comprometida con el espíritu de la nueva evangelización. Conscientes de que  cada vez más es urgente instaurar y promover una cultura del encuentro con los demás, a partir de la fe que nace del encuentro personal con Jesús. Lo hacemos de manera muy especial en este año en que, guiados por nuestro Plan Diocesano de Pastoral, pretendemos que “Todos seamos misioneros comunicando la alegría del Evangelio”.

2. Me alegra que este encuentro se lleve a cabo  en este día en el que celebramos a San Marcos. Uno de los cuatro evangelistas. Por sus lazos familiares perteneció a la comunidad cristiana de Jerusalén. Inicialmente acompañó a san Pablo en sus misiones y después a San Pedro,  quien lo llamaba su hijo. La tradición enseña que Marcos recogió en su evangelio la predicación  de Pedro a los cristianos romanos y que fundó la Iglesia de Alejandría (cf. Misal Romano, p. 700). Es el reflejo de lo que San Pedro presenció y que se le ha quedado grabado en su memoria. Se fija más en los hechos de Jesús que en sus discursos. Sus narraciones son agradables por lo frescas y espontáneas. Parece un reportero gráfico narrando lo que sus ojos vieron y sus oídos escucharon. Presenta atractivos cuadros: gestos, miradas, sentimientos de Jesús. El objetivo del evangelista, al poner por escrito los dichos y hechos de Jesús, es el de dar a conocer que Jesucristo es el “Hijo de Dios” (1, 1) el rey de Israel (9,1), cuya misión será la de predicar la buena nueva, expulsar a los demonios e instaurar un reino de justicia y de paz. En esta misión Jesús invita a un grupo de discípulos a seguirle, a estar con él, a vivir el mismo estilo de vivir que él, a sufrir el drama de la cruz. Es en la cruz donde Jesús, el hijo de Dios instaura su reino, un reinado en el que después de la resurrección, estamos todos llamados a participar. Por eso, “Jesús después de la resurrección, se apareció sentado los once discípulos y les dijo: Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda creatura” (Mc 16, 15).

3. Este es precisamente el texto evangelio que en esta tarde hemos escuchado. Esto es lo que la Iglesia ha vivido y anunciado desde sus orígenes hasta el presente. «La orden dada a los once: “vayan y proclamen la Buena Nueva” (Mc 16,15), vale también, aunque de manera diversa, para todos los cristianos. […] La Iglesia lo sabe. […] Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa». (cf. Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, nn. 13-14). La Iglesia permanece en el mundo, para continuar la misión evangelizadora de Jesús, sabiendo perfectamente que obrando así sigue participando de la condición divina porque, movida por el Espíritu a anunciar el Evangelio en el mundo, revive en ella misma la presencia de Cristo resucitado que la pone en comunión con Dios Padre. La vida de la Iglesia, en cualquier acción que ella cumpla, no está jamás cerrada en sí misma; es siempre una acción evangelizadora y, como tal, es una acción que manifiesta el rostro trinitario de nuestro Dios. Como se lee en los Hechos de los Apóstoles, también la vida más íntima – la oración, la escucha de la Palabra y la enseñanza de los Apóstoles, la caridad fraterna vivida y el pan partido (cf. Hch 2,42-46) – adquiere todo su significado sólo cuando se transforma en testimonio, provoca la admiración y la conversión, y se hace predicación y anuncio del Evangelio, de parte de la Iglesia y de cada bautizado.

4. Queridos agentes de pastoral y  queridos comunicadores, la evangelización consiste en el ofrecimiento del Evangelio que transfigura al hombre, a su mundo y a su historia. La Iglesia evangeliza cuando, gracias a la fuerza del Evangelio que anuncia (cf. Rm 1,16), hace renacer cada persona, a través de la experiencia de la muerte y de la resurrección de Jesús (cf. Rm 6,4), impregnándola de la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio, de la relación del Hijo con su Padre para sentir la fuerza del Espíritu (cf. Ef 2,18). Esta es la experiencia de la novedad del Evangelio que transforma cada hombre. Hoy podemos sostener, aún con mayor convicción, esta certeza, porque venimos de una historia que nos entrega obras extraordinarias de coraje, dedicación, audacia, intuición y razón, al vivir de parte de la Iglesia esta tarea de dar el Evangelio a cada hombre.

5. Hoy, quisiera señalar que aunque los campos de acción en los cuales podemos y debemos desempeñar esta tarea son abundantes, sin embargo, considero que una urgencia pastoral es la evangelización de la juventud y de la adolescencia; en Querétaro tenemos más de 800,000 jóvenes y adolescentes. Lo cual representa una gran paste de la población. En este sentido las redes sociales podrán desempeñar un factor esencial y un instrumento primordial. “Existen redes sociales que, en el ambiente digital, ofrecen al hombre de hoy ocasiones para orar, meditar y compartir la Palabra de Dios. Pero estas redes pueden asimismo abrir las puertas a otras dimensiones de la fe. De hecho, muchas personas están descubriendo, precisamente gracias a un contacto que comenzó en la red, la importancia del encuentro directo, de la experiencia de comunidad o también de peregrinación, elementos que son importantes en el camino de fe” (Benedicto XVI, Mensaje para la XLVII Jornada de las comunicaciones sociales). Hagamos de los medios de comunicación un camino donde podamos poner a los jóvenes en contacto con la persona de Cristo y con su  mensaje. Necesitamos anunciarles el valioso evangelio de la familia, del matrimonio y del amor puro y oblativo.  Hay que alentar a los esposos a una actitud fundamental de acogida del gran don de los hijos. Es preciso resaltar la importancia de la espiritualidad familiar, de la oración y de la participación en la Eucaristía dominical, alentando a los cónyuges a reunirse regularmente para que crezca la vida espiritual y la solidaridad en las exigencias concretas de la vida.

6. También en este ámbito es necesario partir de la escucha de las personas y dar razón de la belleza y de la verdad de una apertura incondicional a la vida, necesaria para que el amor humano sea vivido en plenitud. Es necesario ayudar a vivir la afectividad, también en el vínculo conyugal, como un camino de maduración, siempre en la más profunda acogida del otro y en una entrega cada vez más plena. En ese sentido, señalan los Lineamentos para el sínodo de la familia el próximo mes de octubre: “Cabe subrayar la necesidad de ofrecer itinerarios formativos que alimenten la vida conyugal y la importancia de un laicado que ofrezca un acompañamiento a partir de un testimonio vivo. Es de gran ayuda el ejemplo de un amor fiel y profundo lleno de ternura y respeto, capaz de crecer en el tiempo y que en su apertura concreta a la generación de la vida haga experiencia de un misterio que nos trasciende” (n. 59).

7. Queridos agentes de pastoral y de la comunicación, el desafío es grande pero la certeza de saber que Cristo está con nosotros nos debe alentar. Comunicar la alegría del evangelio a todas las gentes, esta nuestra identidad como bautizados.  Ya en las orientaciones que daba para vivir con mayor eficacia este año, señalé seis acciones muy concretas que les invito a no perder de vista; más que acciones puntuales son líneas de trabajo que deben permear nuestro ser y quehacer.  Especialmente deseo señalar que necesitamos formación “en” la verdad y “para” la verdad. Sobretodo cuando nos vemos sumergidos bajo el imperio del relativismo.

8. Que todos estos empeños pastorales no sean otra cosa sino el deseo de continuar con la misión que el Señor nos ha encomendado. En san Marcos evangelista, tenemos un fiel modelo, de quien supo asimilar el mensaje del Evangelio y a través de su evangelio, anunciarlo hasta los últimos rincones de la tierra.

9. Que la Santísima Virgen María, modelo de comunicadora, nos enseñe la prontitud y la disposición para anunciar el mensaje de su hijo. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro