Homilía en la Misa del LXVIII Aniversario de Coronación de la S. Virgen de El Pueblito

Templo de san Francisco, Centro Histórico, Santiago de Querétaro., Qro., a 17 de Octubre de 2014
Año de la Pastoral Litúrgica
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Queridos hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. Con alegría y esperanza les saludo a cada uno de ustedes en el Señor, en este día en el cual nos hemos reunido para celebrar la Santa Eucaristía, agradeciendo a Dios el LXVIII Aniversario de la Coronación Pontificia de la Venerada Imagen de Santa María De El Pueblito. Saludo especialmente a mis hermanos sacerdotes: a Fray Flavio Chávez, Vicario provincial, a Fray José Luis Vilchis, responsable de este Templo. A todos ustedes hermanos laicos, miembros de las mayordomías y cofradías de la Santísima a Virgen María. A todos ustedes, la gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor.

2. Al celebrar en esta tarde el memorial de aquel gran día en el que mi predecesor el Exmo. y Rvmo. Sr. Obispo Dr. D. Marciano Tinajero y Estrada, delegado de S. S. Pío Xll, colocó en la cienes de esta venerada Imagen la corona bendita, se renueva en nuestro corazón, el filial afecto y al devoción a la Madre de Dios, pues para nosotros las cristianos la Santísima Virgen María es la mujer que con amor nos ofrece el fruto bendito de su vientre, Jesús; con la esperanza de que lo recibamos en nuestra vida y lleguemos a ser de verdad “Hijos en su Hijo”. Sin embargo, no podemos quedarnos sólo en el sentimiento y en la devoción, es necesario que renovemos nuestra fe en Dios y que nuestro compromiso cristiano se vea fortalecido por la caridad fraterna.

3. En este sentido la palabra de Dios que hemos escuchado nos sugiere tres acciones muy específicas, mediante las cuales podemos renovar el reinado de Santa María en nuestra vida: “recibir en la propia vida al Hijo de María”, “luchar contantemente contra el enemigo”, y finalmente, “no tener miedo de cumplir en nuestra vida la voluntad de Dios”.

4. En primer lugar, como escuchamos en la primera lectura, tomada del libro del profeta Isaías (9, 1-6), María nos ofrece el fruto de su vientre, es decir, a Jesús, que viene a ser: “Maravilla de Consejero”, “Dios fuerte”, “Siempre Padre” “Príncipe de la paz”. El amor y la devoción a María no tendría sentido, sino es un amor que nos lleve a recibir cada día de nuestra vida a Jesús en el corazón. María, es la mujer que al ofrecernos a su Hijo nos hace salir de la tinieblas del pecado, María es la mujer que al ofrecernos a su Hijo, acrecienta en nuestra vida la alegría de vivir, la alegría que llena nuestro corazón.

5. Por eso, queridos hermosos, hoy los invito a recibir a Jesús en nuestra vida, en nuestro peregrinar, en nuestra familia. Solo él es el único que puede provocar en nuestra vida la verdadera alegría, esa alegría que es capaz de dar sentido a la vida y a la existencia. Ante los signos de muerte, violencia y destrucción que vivimos como sociedad y como cultura, María, al ofrecernos a su hijo bendito, renueva nuestra esperanza y se alegra nuestro corazón.

6. La segunda acción que la palabra de Dios nos ofrece para renovar el reinado de María en este día nos los ofrece el el pasaje del Apocalipsis (11, 19; 12, 1-610-12ª.17). En el cual se presenta la visión de la lucha entre la mujer y el dragón. La figura de la mujer, que representa a la Iglesia, aparece por una parte gloriosa, triunfante, y por otra con dolores. Así es en efecto la Iglesia: si en el Cielo ya participa de la gloria de su Señor, en la historia vive continuamente las pruebas y desafíos que comporta el conflicto entre Dios y el maligno, el enemigo de siempre. En esta lucha que los discípulos de Jesús han de sostener – todos nosotros, todos los discípulos de Jesús debemos sostener esta lucha –, María no les deja solos; la Madre de Cristo y de la Iglesia está siempre con nosotros. Siempre camina con nosotros, está con nosotros. También María participa, en cierto sentido, de esta doble condición. Ella, naturalmente, ha entrado definitivamente en la gloria del Cielo. Pero esto no significa que esté lejos, que se separe de nosotros; María, por el contrario, nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal. La oración con María, en especial el Rosario. Pues bien, la oración con María, en particular el Rosario, tiene también esta dimensión «agonística», es decir, de lucha, una oración que sostiene en la batalla contra el maligno y sus cómplices. También el Rosario nos sostiene en la batalla.

7. La tercera acción mediante la cual podemos renovar en este día el reinado de María en nuestra vida, lo escuchamos en el santo Evangelio (Lc 1, 26-38): María, nos enseña a no tener miedo, al proyecto de Dios en la propia vida. Ella con su “sí definitivo”, nos enseña como discernir la voluntad de Dios y como cumplirla. Por eso en este día quiero invitar a cada uno de ustedes a vivir una vida en constante discernimiento de la voluntad de Dios. lo cual solo es posible cundo nos dejamos abrazar y envolver por la gracia del Espíritu Santo. Necesitamos en estos tiempos creer que efectivamente es el espíritu de Idos quien renueva la Iglesia quien renueva las estructuras, quien renueva el corazón del hombre y de la historia humana.

8. Querétaro será un nuevo Querétaro, en la medida en la cual se renueve su amor y su filial devoción a Dios y a la Santísima Virgen María: en cada familia, en cada corazón y en cada persona.

9. Santa María de El Pueblito, nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María. A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz y de Dios; y la invocamos todos juntos, y les invito a invocarla siempre diciéndole:

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos siempre de todos los peligros,
Oh Virgen gloriosa y bendita.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro