Homilia en la Misa del Día de la Familia

Santa Iglesia Catedral, Ciudad Episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 2 de marzo de 2014
Año de la Pastoral Litúrgica
Queridas familias,
Hermanos y hermanas todos en el Señor:
 

1. Me alegra poder encontrarme con cada uno de ustedes en este día domingo, en que “los hijos de Dios nos reunimos en la escucha de la Palabra y en la comunión de pan único y partido, celebrando el memorial de Señor Resucitado, anhelado el domingo sin ocaso” (cf. Prefacio Dominical X), para celebrar junto con toda la sociedad este día que se ha denominado “Día de la familia”, mediante el cual, se quiere reconocer y defender el don precioso de la familia, formada por un hombre y una mujer, con el objetivo de amarse mutuamente y de estar abiertos a la vida, en la procreación de los hijos. Les saludo a cada uno de ustedes miembros de los diferentes Movimientos y Asociaciones laicales y grupos de la sociedad civil, quien se unen a esta celebración gozosa. De manera especial saludo al P. Jaime Francisco Gutiérrez, Presidente de la Comisión Diocesana para la Familia, Juventud, Laicos y Vida. Valoro mucho este tipo de iniciativas pastorales que fortalecen e impulsan el proceso de la evangelización en la vida de nuestras comunidades.

2. La misión de predicar el evangelio a toda la humanidad ha sido confiada directamente por el Señor a sus discípulos y es la Iglesia quien lleva adelante tal misión en la historia. En el tiempo que estamos viviendo, la evidente crisis social y espiritual,  llega a ser un desafío  pastoral, que interpela la misión evangelizadora de la Iglesia para la familia, núcleo vital de la sociedad y de la comunidad eclesial. La propuesta del Evangelio sobre la familia en este contexto, resulta particularmente urgente y necesaria. Por tal motivo, es de reconocerse y valorarse todo aquello que fortalezca e impulse la evangelización de la familia. Gracias a quienes se han preocupado por este tipo de iniciativas.

3. Al escuchar los textos de la Sagrada Escritura en este contexto litúrgico dominical, surge en nosotros una grande confianza en la Palabra de Dios, pues la Buena Nueva de este día, nos manifiesta “la fidelidad de Dios para con sus creaturas” (Is 49, 14-15; Sal 61; 1Cor 4, 1-5; Mt 6, 24-34). Jesús, valiéndose de realidades existenciales muy humanas como lo es el alimento y el vestido,  nos muestra el rostro providente del Padre. Y nos exhorta a no preocuparnos por qué cosa es lo que comeremos o  qué cosa es lo que habremos de vestir. Jesús, no nos está diciendo que nos quedemos con los brazos cruzados y por ende dejemos de trabajar. Mucho menos nos invita a llevar una vida inconsistente. Más bien, nos lleva a que pensemos en la relación y la importancia que tenemos y damos a estas realidades, sin olvidarnos de la primacía de la gracia. Jesús, se vale del ejemplo del las aves del cielo, que ni siembran y que ni cosechan y sin embargo, se alimentan (v. 26);  y de las flores del campo, que ni hilan,  ni  tejen y sin embargo, ni Salomón con toda su gloria se vistió como una de ellas (v. 29), para enseñarnos que Dios cuida totalmente a quienes se confían en él. Dios se ocupa incluso de las cosas prontamente perecederas, como la hierba, de modo que hasta la proverbial riqueza de Salomón,  no es nada en comparación con las flores del campo: si Dios no descuida nada, ¡cuánto más se ocupará de los seres humanos, del varón y de la mujer que ha creado a su imagen! La preocupación por lo perecedero es característica de la fe débil. Jesús ya enseñó anteriormente a los creyentes que Dios, como Padre, conoce de antemano las necesidades de los hombres y por eso, podemos dirigirnos al Padre para pedirle nuestro pan cotidiano y vivir con plena confianza en Dios que se ocupa de nosotros.

4. Queridas familias, quizá muchos de ustedes en este momento están pensando ¿cómo puede ser esto, cuando en el diario vivir, tengo que luchar por conseguir el sustento para cada día? La respuesta nos la da la Palabra de Dios, “que es viva y eficaz y descubre los pensamientos e intenciones del corazón” (Hb 4, 12). Los creyentes no debemos sentirnos absorbidos por las preocupaciones de este mundo porque eso evidencia una falta de fe, antes bien, debemos ocuparnos en primer lugar del Reino de Dios y de su justicia,  pues todo lo demás se nos dará por añadidura (Mt, 6, 33). Cuando nosotros nos preocupamos más por las necesidades cotidianas nos olvidamos de buscar a Dios y su Reino. El Rabino Eleazar enseña al respecto: “Quien tiene alimento para hoy y se pregunta qué comerá mañana, es una persona sin fe” (cf. Melkita a Éx 16, 4).  La advertencia de nos preocuparse hoy por el mañana debe entenderse pues, desde el trasfondo de que, como ya cada día trae consigo las suficientes situaciones en las que debemos acreditar nuestra fe, podemos dejar tranquilamente nuestro futuro en manos de Dios.

5. Los invito a que en una actitud de oración en neutra vida, hagamos nuestras las palabras del Salmista que decía: “Solo en Dios he puesto mi confianza, porque de él vendrá el bien que espero. Él es mi refugio  y mi defensa, ya nada me inquietará. Sólo Dios es mi esperanza, mi confianza es el Señor; es mi baluarte, mi firmeza, es mi Dios y Salvador” (cf. Sal 61).

6. Otro de los aspectos importantes que la Palabra de Dios nos enseña en este día, va muy relacionado con la primera enseñanza. San Pablo nos recuerda que estamos llamados a ser servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios ―y añade― lo que se busca en un administrador es que sea fiel” (cf. 1 Cor 4, 1 -5). Queridos hermanos y hermanas, “estamos llamados a vivir en la fidelidad y en la responsabilidad”, de manera personal, hemos recibido muchos dones, Dios nos ha dotado de grandes cualidades y de grandes dones.  Por lo que hemos de poneros al servicio de los demás. Así, no solo contribuimos con Dios en la salvaguarda de la creación, sino que nos convertimos en dispensadores de la gracia. Dios nos ha hecho responsables de su creación, de manera especial a la familia del don de la vida.

7. Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de amor y de vida. El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen de Dios. Queridos esposos, viviendo el matrimonio no dan cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y su amor es fecundo, en primer lugar, para ustedes mismos, porque desean y realizan el bien el uno al otro, experimentando la alegría del recibir y del dar. Es fecundo también en la procreación, generosa y responsable, de los hijos, en el cuidado esmerado de ellos y en la educación metódica y sabia. Es fecundo, en fin, para la sociedad, porque la vida familiar es la primera e insustituible escuela de virtudes sociales, como el respeto de las personas, la gratuidad, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación. Queridos esposos, cuiden de los  hijos y, en un mundo dominado por la técnica, transmítanles, con serenidad y confianza, razones para vivir, la fuerza de la fe, planteándoles metas altas y sosteniéndolos en la debilidad. Pero también ustedes, queridos hijos, procuren mantener siempre una relación de afecto profundo y de cuidado diligente hacia sus padres, y también que las relaciones entre hermanos y hermanas sean una oportunidad para crecer en el amor.

8. De esta manera, queridos hermanos y hermanas, la Palabra de Dios nos anima a seguir poniendo nuestra esperanza en nuestro Padre. Como familias cristianas, tenemos ante nuestros ojos una ardua tarea, la evangelización de la “iglesia doméstica”, que es responsabilidad de cada uno de ustedes, ayúdenos con su ejemplo de vida y con su testimonio. Hoy necesitamos de ustedes para continuar con la tarea de Jesús.

9. Que la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús, María y José, sean siempre para nosotros, el modelo de familia santa, y pidámosle que interceda para que cada una de las familias de esta ciudad y de nuestra Diócesis, tengan a cada día lo necesario para un vida digna. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro