Homilía en la Misa de Recepción del Excmo. Sr. Dr. D. Faustino Armendáriz Jiménez, en la Santa Iglesia Catedral

Santiago de Querétaro, Qro., 17 de Junio de 2011

«Reciban gracia y paz de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús, el Señor» (2 Cor 1,2).En la alegría de estar con ustedes como padre y pastor, después de la emotiva ceremonia de ayer en que asumí la misión de apacentar esta Iglesia particular de Querétaro. Me congratulo en saludar con especial deferencia a los Sres. Arzobispos y Obispos hermanos en el episcopado, gracias por el espíritu de colegialidad que manifiestan al acompañarme esta tarde. Me place poder visualizar a mis más próvidos colaboradores dentro del ejercicio pastoral, los Sacerdotes de este presbiterio y juntamente con ellos a los futuros pastores, los Seminaristas. Me dirijo con aprecio a todas las hermanas y hermanos de la vida consagrada; a los agentes de pastoral que corresponsablemente ejercitan su ministerio en medio de nuestras comunidades. A todas las laicas y laicos que desde su estado de vida y condición en el seno de la Iglesia contribuyen al engrandecimiento del Reino, aquí y ahora.

Con especial atención saludo a las Autoridades civiles que tienen a bien acompañarnos en esta ceremonia, es confortante palpar que su presencia constituye un interés común a favor del pueblo queretano y guanajuatense. Con gratitud saludo a las personas que integran los medios de comunicación. Finalmente, no podría dejar de dirigirme a quienes con la gracia de Dios me han concebido y acompañado en todo momento, mi amada madre Doña Panchita y mi apreciado padre Don Valentín, gracias por estar aquí como parte de esta gran Familia; a todos mis Familiares y amigos, gracias por su cercanía e incondicional apoyo.

Aun con los sentimientos encontrados que experimentaba el día de ayer –dejar la Diócesis de Matamoros que me vio nacer como Obispo y recibir mi nuevo hogar, la Diócesis de Querétaro que indudablemente continuará forjando mi espíritu de discipulado en pos de la misión–, me dirijo a ustedes consciente que a partir de hoy y desde este lugar sede de nuestra Iglesia particular, prosigue una nueva etapa en mi vida personal y episcopal. Con la gracia de Dios sostengo el fiat de la vocación y asumo con esperanza la predicación de mi lema episcopal de hacerme todo para todos.

Como pastor buscaré ejercitar en todo momento la misión pastoral encomendada de velar por esta grey. Reconozco que es una ardua tarea y no deja de ser un gran desafío, sobretodo, cuando se rememora el paso de cinco siglos y puede contemplarse la impronta evangelizadora que han legado tantas mujeres y hombres insignes, que con su testimonio de vida han aquilatado la configuración presente de nuestra Diócesis queretarense. En este denso proceso valoro sobremanera a mi digno antecesor Don Mario de Gasperin y Gasperin que en los últimos veintidós años ha entregado su vida, acompañando el caminar diocesano. Monseñor, muchas gracias.

Hoy me uno a formar parte de esta legendaria historia eclesial que transita en las realidades de una comunidad profundamente comprometida con la transformación social. Y no lo hago como un advenedizo que se incrusta ocasionalmente en el devenir de esta admirable tradición, sino como un discípulo de Jesucristo que providencialmente es llamado a contribuir en el desarrollo de la misma, comprometiéndome y preocupándome por cada una de las comunidades cristianas.

En la carta que San Pablo dirige a la comunidad de Corinto y que hemos escuchado en la liturgia de la palabra, el Apóstol puntualiza el carácter de presunción a propósito de una identidad en el ámbito de la misión y desde esa jactancia nos señala una serie de avatares que tuvo que afrontar con alegría por la causa de Cristo. Hoy ante ustedes también yo quiero presentarme con todo mi bagaje humano y cristiano, soy oriundo del Noroeste de México, Sonora es mi estado y Magdalena de Kino mi terruño, en esos lares aprendí de mis padres grandes valores, uno de ellos, que como magdalenense corre por mis venas, es el gran legado misionero e incansable del Padre Eusebio Kino; años más tarde en el rincón Noreste de nuestra Patria, Tamaulipas y su llanura fértil me acogió y fue en Matamoros donde engendrado al episcopado aprendí a ser padre y pastor, en la calidez de esa región también me instruí al estilo de Fray Andrés de Olmos a “llevar la cruz por delante”. Hoy se entrecruza mi vida con el centro del País, enmarcada con la sierra gorda de Querétaro –que no deja de evocarme el paisaje sonorense– y con el vasto bajío de Guanajuato que me recuerda los sembradíos Tamaulipecos. Pues bien, en medio de esta nueva realidad y con el cumulo de experiencias precedentes que indudablemente han marcado mi vida, me planto hoy como un discípulo más en medio de ustedes, dispuesto a evangelizar, buscando emular a tantos misioneros encabezados por Fray Junípero Serra quien infatigablemente incursionó en vuestras majestuosas serranías.

En este itinerario de cincuenta y seis años he testificado momentos de peligro y de cansancio, pero ante todo, he saboreado la gracia de Dios, razón que me induce como pastor a presumir también de mis debilidades, una de ellas –y espero que pronto la vayan corroborando–, es: evangelizar y evangelizar con la Palabra de Dios que siempre será luz en la vida y misión de la Iglesia. Cierto que para ser evangelizador es esencial ser discípulo, semejante identidad se adquiere cuando se crece en estrecha comunión con el Maestro Jesús, a propósito de esta vinculación, señalábamos los participantes en la V Conferencia General del episcopado latinoamericano y del Caribe en Aparecida Brasil: «No hay discipulado sin comunión» (DA 156). En efecto, el núcleo de la comunión dimana de nuestra relación con Jesucristo, pues donde esta nuestro tesoro, ahí también estará nuestro corazón. Mantenerse en esta adhesión será la causa fundamental que nos impulsará con la inercia del Espíritu a la evangelización, hoy inscrita en la misión continental.

Ha quedado en el pasado el reservarme de expresar: voy a la Diócesis de Querétaro, por gracia de Dios hoy puedo manifestar que soy de la Diócesis de Querétaro y como tal, he venido en nombre del Señor a luchar incansablemente –junto con todos ustedes–, uniéndonos a la obra de misioneros y próceres que con una raigambre de cuño netamente cristiana no titubearon en forjar principios para nuestra Nación. Que el referir estos principios fruto de nuestros antecesores, nos inste a valorarlos como una autentica primicia de nuestra región; consolidarlos como una joya que demanda ser abrillantada para una mejor contemplación y que proyectarlos sea en adelante nuestra mejor acción. Como discípulos y misioneros de Cristo no podemos quedarnos con los brazos cruzados, mucho menos ante un escenario social fragmentado en que se han infiltrado con sutileza ciertas  ideologías de corte pragmatista, materialista y hedonista, que van deteriorando a pasos insospechados los valores humanos, cívicos, éticos, morales y cristianos, legado sagrado de nuestros antepasados. Rescatarlos y ponerlos al servicio del hombre, sea nuestra misión.

Hacer frente a este clima aciago que merodea el entorno de convivencia, es posible cuando como bautizados asumimos con determinación la propia identidad; ser otros cristos en medio de las realidades circundantes, ejerciendo con generosidad nuestra misión, profética sacerdotal y real. Como obispo de Querétaro asumo desde la cátedra esta triple función y espero que como fieles cristianos, miembros de esta porción del Pueblo de Dios, la asumamos juntos, no sólo como un acto protocolario y retorico sugerido dentro de esta ceremonia litúrgica, sino con una plena convicción de nuestra filiación con Cristo mediante el bautismo. Si no asumimos aquello que profesamos como es que podríamos atrevernos a proclamarlo? Más aun, como es que podríamos añorar una sociedad más justa y pacífica, si a la fecha no nos hemos dado del todo a la tarea de fecundar a los hombres de las insondables riquezas de Jesucristo.

 

Carácter profético: función de enseñar

En mi tarea de enseñar es imprescindible el predicar el Evangelio, el cual, no es para mí motivo de vanagloria; es más bien un deber que me incumbe y apremia. A propósito bien dice el Apóstol Pablo: ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! (Cf. 1 Co 9, 16). Anunciar la Buena Nueva no deja de ser escándalo para quienes están al margen de la Cruz, no obstante, en mi función profética de pastor no puedo soslayar este cometido de anunciar el mensaje de salvación a todos los hombres sin importar estrato ni condición, impregnándolo siempre con la fragancia del amor. Pero también como parte de la encomienda profética está el de denunciar todo aquello que en el orden social atropella los derechos fundamentales del hombre; de manera particular cuanto concierne al valor de la vida y todas las vejaciones que trastocan la dignidad de la persona. La homilía constituye uno de los momentos fundamentales en que como obispo ejerceré la enseñanza, espero hacerlo con claridad y caridad pastoral, de tal manera, que todo lo expuesto a la luz de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia, convierta el corazón de los hombres y redunde en beneficio de todos. Dentro de este campo docente estaré muy pendiente de todos los procesos catequéticos que se ejercitan en las comunidades, asimismo, de las directrices que hoy día rigen a nuestras Instituciones educativas, mi gratitud a todos los sacerdotes, agentes, catequistas y profesores que desgastan su vida en este renglón.

 

Carácter sacerdotal: función de santificar

El día de ayer en el marco de la toma de posesión canónica de esta Diócesis de Querétaro, teníamos a bien celebrar la festividad de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, de él hemos recibido la gracia de santificar. En mi función de santificar a la grey encomendada, estoy llamado a cultivar en mi propia persona y en ustedes como fieles, una actitud de religación con Dios. Asimismo, propiciar y desarrollar en toda la comunidad cristiana una vida de gracia mediante la celebración de los sacramentos y actos de piedad popular. Exhorto a que nuestro ejercicio discipular y misionero tenga su soporte en la vida sacramental, estamos llamados a la santidad y esta es posible cuando nos mantenemos en estrecha vinculación con Aquel que es Santo. Que el augusto sacramento de la Eucaristía sea nuestra fuente de vida cristiana, invito a mis hermanos sacerdotes a que nuestra participación eucarística diaria no se limite a la observancia de una prescripción canónica, monición episcopal o mera costumbre, sería devaluarla, sino que se inscriba en nuestro sacerdocio como una necesidad vital, que nuestro encuentro con Jesucristo que ha querido entregarse por nosotros y quedarse en la especie de pan y vino, constituya un aliciente en la vida ministerial y emane una vitalidad para nuestro pueblo santo. En este punto, quiero exhortar a mis hermanos sacerdotes a que atendiendo las debidas previsiones, no se prive a ningún fiel de las gracias sacramentales, signo de santificación para los hombres.

 

Carácter regio: función de regir

En cuanto a mi función de regir, tengo la delicada tarea de gobernar esta porción del Pueblo de Dios, ejercitar esta encomienda surte su efecto a través de los consejos paternales, exhortaciones pastorales, ejemplos fraternales y de una manera fehaciente desde el ámbito jurídico. Como juez tengo la responsabilidad de velar porque se administre rectamente la justicia a favor de los bautizados, atendiendo con diligencia a quienes se encuentran en situaciones de agobio. Manifiesto que estaré cercano e inmiscuido en las instancias administrativas y jurídicas de mi gobierno pastoral, buscando dar cauces y favorecer las necesidades que apremian a vuestras comunidades. Deseo que la estructura curial y sus diversos órganos de consejo, constituyan un modelo y referente para las demás entidades diocesanas. Custodiare con celo de padre todos los bienes de nuestra Iglesia particular. Quiero asegurarles que en mi carácter legislativo no escatimaré en decretar todo aquello que sea pertinente y urgente  para el desarrollo integral de nuestra comunidad diocesana.

Finalmente, quiero reiterar que acojo con mucha benevolencia y gratitud, toda la riqueza plasmada por ustedes en el Plan diocesano de pastoral, en su tercera etapa. En el momento presente les exhorto a asumir estas directrices con fidelidad y determinación, teniendo como hilo conductor la iniciación cristiana y la formación permanente de discípulos y misioneros. Espero con la gracia de Dios que una pastoral de conjunto reflejada en el espíritu de coparticipación y corresponsabilidad, nos conduzca a una actualización colmada de esperanza que posibilite la edificación de nuestro futuro, teniendo en puerta los 150 años vida diocesana. Soy consciente que esta obra es de Dios y de tantas mujeres y hombres de buena voluntad que han prodigado su vida por la construcción del Reino, hoy nos corresponde embarcarnos juntos en esta aventura y ser protagonistas de la nueva evangelización. De antemano, gracias de todo corazón a todos ustedes por su sí al Señor.

Pongo en las manos de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano a nuestra amada Diócesis de Querétaro, que ella interceda por nosotros ante su Hijo y nos conceda llevar a término esta hermosa obra de salvación. Así sea.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro