Homilía en la Misa de la XXVII Asamblea Diocesana de Pastoral

Santiago de Querétaro, 16 de noviembre de 2015

Año de la Vida Consagrada – Año de la Pastoral de la Comunicación

 

Queridos hermanos sacerdotes diocesanos y religiosos,

apreciados diáconos,

queridos miembros de la Vida Consagrada,

muy amados hermanos laicos que integran los consejos de las diferentes comunidades parroquiales,

queridos representantes de movimientos y asociaciones,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con el corazón lleno de alegría y de gratitud, celebramos esta santa Misa de acción de gracias al concluir la XXVII Asamblea Diocesana de Pastoral, que ha tenido como objetivo “impulsar la comunión misionera, para seguir asumiendo corresponsablemente la Misión permanente en nuestra Diócesis”. Conscientes que como seguidores de Jesús y miembros de la Iglesia por el bautismo, nuestra tarea misionera, necesita urgentemente de cada uno de nosotros. Dicha tarea misionera exige estar organizada y con una proyección pastoral capaz de suscitar en el corazón de los creyentes y de los que no creen, la convicción del seguimiento de Cristo, a partir del encuentro con la Verdad, con su persona “Luz del mundo” (Jn 8, 12).  De esta manera la realidad en la cual vivimos muchos, se verá iluminada y será capaz de llevarnos a la vida en plenitud. Es el desconocimiento de la verdad y la falta de una experiencia realmente de fe, lo que ha orillado a muchos en nuestros días, a vivir comprometidos con la vivencia del evangelio y con el anuncio de su mensaje. Así lo nos lo hace ver la palabra de Dios que hemos escuchado.

2. El libro de los Macabeos, de manera dramática, narra el episodio de la insurrección judía contra Antíoco IV de Siria en el s. II a. de C. El pueblo de Israel, vacilante ante su fe, titubea y se entrega al culto de los ídolos y de los impíos; sin embargo, con todo esto muchos permanecieron firmes a pesar de la persecución, siguieron escrupulosamente la observancia de las disposiciones alimentarias, por ser el símbolo de una fidelidad que se debía conservar incluso a costa de la vida. Esta experiencia, de hace poco más de veinte siglos se sigue repitiendo con frecuencia en muchos sectores de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad, orillando a muchos a vivir entregados a los ídolos y al abandono de su fe. Hoy somos testigos de cómo “El proceso de secularización tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y de lo íntimo. Además, al negar toda trascendencia, ha producido una creciente deformación ética, un debilitamiento del sentido del pecado personal y social y un progresivo aumento del relativismo, que ocasionan una desorientación generalizada, especialmente en la etapa de la adolescencia y la juventud, tan vulnerable a los cambios” (EG, 64). Ante esta realidad se necesita  que  cada uno de nosotros —pastores y agentes de pastoral— permanezcamos firmes y nos decidamos a seguir viviendo el Evangelio con radicalidad.

3. San Lucas (18, 35-46), con la narración del ciego de Jericó, nos ofrece el itinerario y la pedagogía de Jesús, que nos permitirá a los agentes de pastoral seguir asumiendo la misión. En primer lugar, vemos a Jesús pasando en misión por Jericó, y en el camino se encuentra con un ciego, sentado a un lado del camino pidiendo limosna. Esto nos enseña que la misión se hace «saliendo» y yendo al encuentro de los que en el camino de la vida se han quedado ciegos, han perdido la esperanza y se contentan  con las migajas y limosnas que la vida le pueda ofrecer, renunciando a la vida en plenitud. Jesús nos enseña que la Iglesia tiene que ser una «Iglesia en salida», una Iglesia que “salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo” (EG, 23). Decir esto, no es un eslogan o una idea de moda, es el camino para la Iglesia, si realmente queremos ser fiel al modelo del Maestro.

4. El texto continua diciendo que [el ciego] al oír que pasaba mucha gente preguntó qué era aquello y le explicaron que era Jesús el nazareno, que iba de camino. Aquí está la clave: si realmente queremos hacer resonar el mensaje del evangelio, necesitamos echar mano de nuestra creatividad para que la palabra de Dios resuene en el oído y en el corazón de muchos.  Pues aunque tantos hombres y mujeres hayan perdido la luz de la fe, sin embargo siguen conservando el ‘oído’ del espíritu, es decir, ese deseo natural de conocer y encontrarse con  Dios, su creador. Ante esta realidad es importante que la centralidad de la palabra de Dios sea clara y contundente. “Si pretendemos poner todo en clave misionera, esto también vale para el modo de comunicar el mensaje. En el mundo de hoy, con la velocidad de las comunicaciones y la selección interesada de contenidos que realizan los medios (cf. EG, 34). Durante este año nos hemos dado cuenta que no podemos prescindir de los medios de comunicación para continuar con nuestra tarea. Invito a todos a seguir  impulsando el uso  de los medios de comunicación en el quehacer pastoral. ¡En la cualidad y calidad de la trasmisión  del mensaje del Evangelio, estará la clave de la respuesta de nuestros interlocutores!

5. En el Evangelio también descubrimos algo que me llama la atención, Jesús pide a sus discípulos que vayan y le traigan al ciego. Los discípulos de Jesús estamos llamados a esto, también hoy, especialmente hoy: a poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva. No a ser impedimento ni obstáculo para que puedan encontrarse con el amor de Dios. Hoy es tiempo de misericordia. Seamos misericordiosos. En este sentido considero que debemos sentirnos dichosos de esta etapa coyuntural de la historia que nos tocará vivir con el ‘Jubileo de la misericordia’, que invito a todos a preparar con entusiasmo y a vivir con alegría. De modo muy especial incluyendo en las programaciones, aquellas actividades nos permitan a cada uno de nosotros encontrarnos con el amor misericordioso de Dios. Es necesario, además, que propongamos iniciativas que promuevan y propicien la gracia entre aquellos más vulnerables. Especialmente les animo para que mediante las «obras de misericordia», tanto corporales como espirituales, puedan desarrollar un buen programa pastoral parroquial. Las iniciativas propuestas por la Vicaría de Pastoral iluminarán nuestro camino en este año de la misericordia fin de que seamos isla de misericordia en este mar de indiferencia (cf. Francisco )

6. Posteriormente, san Lucas nos cuenta como una vez que el ciego se da cuenta que quien está pasando junto a él, comenzó a gritar: « ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mi ¡»” (v. 38). Esto representa para nosotros un gran desafío. Pues requiere que como consecuencia de ser una «Iglesia en salida» seamos una «Iglesia en escucha», capaz de conocer y comprender las necesidades físicas, espirituales y existenciales de nuestros interlocutores. Cuando el grito de la humanidad, como el del ciego, resuena con fuerza, no hay otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús y sobre todo imitar su corazón. Las situaciones de miseria y de conflicto son para Dios ocasiones de misericordia. Recientemente el Papa Francisco ante la Asamblea sinodal en el 50 aniversario del Sínodo de los obispos ha señalado: “Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar «es más que oír». Es una escucha reciproca en la cual cada uno tiene algo que aprender” (Francisco, Discurso en la conmemoración el 50 aniversario del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015). Al iniciar este periodo de evaluación y programación de nuestro Plan Diocesano de Pastoral en su siguiente etapa, tengamos muy en cuenta este aspecto. ¡Necesitamos ser una Iglesia que escuche! Necesitamos ser una Iglesia que escuche las aspiraciones, las riquezas, los límites, los obstáculos, las necesidades, los miedos, los dolores, las preocupaciones de los jóvenes, de los niños, de los ancianos, de la familia, de las mujeres, del sector educativo, de la política, de la economía, de los migrantes, de los indígenas y marginados. Necesitamos ser una Iglesia que escuche —incluso el grito del desafío la ecología que clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes (LS, 2).

7. En este contexto, creo que es posible entonces que como Iglesia hagamos nuestra la pregunta que Jesús le dirige al ciego: “¿Qué quieres que haga por ti?”(v. 41). Podría parecer una petición inútil: ¿Qué puede desear un ciego si no es la vista? Sin embargo, con esta pregunta, hecha «de tú a tú», directa pero respetuosa, Jesús muestra que desea escuchar las necesidades del ciego. Quiere un coloquio con cada uno de nosotros sobre la vida, las situaciones reales, que no excluya nada ante Dios. Jesús quiere conocer nuestras necesidades porque  se siente ansioso de poder dar una respuesta. Es necesario que siguiendo el ejemplo de la Iglesia universal lo hagamos a partir de la sinodalidad, es decir, desde un “caminar juntos» de la grey de Dios por los senderos de la historia que sale al encuentro de Cristo el Señor…” (Francisco, Discurso en la conmemoración el 50 aniversario del Sínodo  de los Obispos, 17 de octubre de 2015).  Ustedes mismos se dan cuenta de la necesidad de caminar juntos bajo un plan de pastoral, bajo mismos criterios pastorales en la formación pre sacramental y de agentes de pastoral.  En este sentido hago mías las palabras del santo Padre dirigidas a los padres sinodales en octubre pasado: “Como Iglesia que «camina junto» a los hombres, partícipe de las dificultades de la historia, cultivamos el sueño de que el redescubrimiento de la dignidad inviolable de los pueblos y de la función de servicio de la autoridad podrán ayudar a la sociedad civil a edificarse en la justicia y la fraternidad, fomentando un mundo más bello y más digno del hombre para las generaciones que vendrán después de nosotros” (Francisco, Discurso en la conmemoración el 50 aniversario del Sínodo  de los Obispos, 17 de octubre de 2015).  La evaluación de la tercera etapa de nuestro Plan Diocesano de Pastoral deberá verse con esta perspectiva. Reconocer si lo que hemos hecho como comunidad diocesana, parroquial y comunitaria, ha dado respuesta a las necesidades de los ciegos de nuestro tiempo. Y que la programación que necesitamos hacer, no pierda de vista que el único objetivo que pretendemos es que los ciegos recobren la vista y se decidan a seguir al Señor como discípulos suyos. Hagámoslo sinodalmente, juntos en comunión, una comunión que está fundada en nuestra personal experiencia en mi pequeña comunidad, porque la comunión no se improvisa.  

8. Queridos hermanos y hermanas,  ¡ánimo! Dios nos ha llamado a trabajar con él, confiemos en que su gracia nos sostendrá en este caminar pastoral. Agradezco a todos ustedes sacerdotes, consagrados laicos y seminaristas, su entrega y su amor a la Iglesia. No duden en que lo que ustedes están haciendo responde a la llamada que un día el Señor les hizo.  Reconozco todo su servicio y su empeño pastoral  que día a día realizan en sus comunidades. Que la intercesión de María y el ejemplo de San Junípero Serra, Patrono de la misión permanente en nuestra Diócesis, nos impulse a ir siempre adelante y nunca retroceder. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro