Homilía en la Misa de la Peregrinación de los Consejos Parroquiales a la Basílica de Soriano

Soriano, Colón, Qro., 2 de febrero de 2015

Año de la Pastoral de la Comunicación – Año de la Vida Consagrada

 

Estimados hermanos sacerdotes y diáconos,

queridos miembros de la vida consagrada,

muy queridos laicos quienes integran los consejos parroquiales  de pastoral,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

1. Con alegría nos reunimos en este día a los pies de Nuestra Madre Santísima de los Dolores de Soriano para celebrar nuestra fe, envueltos por el clima de la Fiesta de la Presentación del Señor, cuarenta días después de su nacimiento; la monición con la cual me he dirigido a todos ustedes al inicio de esta celebración, señala que esta fiesta conmemora “la venida de Cristo que viene al encuentro con su pueblo que lo esperaba con fe”, es decir, es el momento en el cual Dios Niño cumple las expectativas de un pueblo que anhelaba la salvación, representados en los ancianos Simeón y Ana. Además, esta fiesta, pone ante nuestros ojos un momento particular de la vida de la Sagrada Familia: según la ley mosaica, María y José llevan al niño Jesús al templo de Jerusalén para ofrecerlo al Señor (cf. Lc 2, 22). Simeón y Ana, inspirados por Dios, reconocen en aquel Niño al Mesías tan esperado y profetizan sobre él. Estamos ante un misterio, sencillo y a la vez solemne, en el que la santa Iglesia celebra a Cristo, el Consagrado del Padre, Primogénito de la nueva humanidad, Luz de las naciones.

2. Me alegra que sea este el contexto litúrgico – celebrativo en el que nos reunamos  los Consejos Parroquiales de Pastoral, pues de esta manera se cumple en nosotros el misterio que hoy celebramos: “Jesús viene a nuestro encuentro como ‘luz de las naciones’ para iluminar nuestro proceso evangelizador”, y confirmar así que efectivamente, él quiere venir al encuentro de todos los hombres, saciando las expectativas de una promesa de salvación.

3. Llama mi atención que la narración del acontecimiento que hace san Lucas (Lc, 2, 22-40), señala dos cosas importantes:

a. En primer lugar, el evangelista insiste en que “aquel acontecimiento debía cumplirse según lo prescrito por la ley y para que se cumpliera la ley”. Es decir, José y María eran hombres de fe, conocían sus tradiciones y por lo tanto vivían de acuerdo a lo que ellas les iban pidiendo. Sin embargo, la novedad radica no en lo que han hecho, sino en la centralidad de Cristo en sus vidas, en sus tradiciones y en sus costumbres. Queridos hermanos y hermanas, nuestra pastoral no puede renunciar a las costumbres y a las tradiciones; ellas son un riqueza extraordinaria de nuestras familias, pueblos y comunidades, sin embargo, es preciso que cada vez más ellas reflejen la genuinidad del Evangelio; que sean capaces de poner a Cristo en contacto, tanto con las generaciones de ayer como las de hoy. Por el contrario no serán realidades salvíficas donde Cristo se haga presente. Una pastoral de estructuras caducas, es una pastoral que corre el riesgo de olvidarse de mostrar la luz del evangelio. Que corre el riesgo de quedarse con la forma y no con el mensaje. “Cristo es el «Evangelio eterno» (Ap 14,6), y es «el mismo ayer y hoy y para siempre» (Hb 13,8), pero su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad” (EG, 11). Necesitamos ser conscientes que “Hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador; igualmente las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin «fidelidad de la Iglesia a la propia vocación», cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo.” (EG, 26). Revisemos aquello que hacemos y cómo la hacemos; no nos dejemos llevar —como nos ha dicho el Papa Francisco— por el cómodo criterio “del siempre ese ha hecho así” (EG, 33).

b. El segundo aspecto importante que me llama la atención del evangelio que escuchamos es cómo Cristo, con su eterna novedad, sacia las expectativas la vida de los ancianos Simeón y Ana, quienes han aguardado toda su vida el consuelo y la liberación de Israel. “Jesús, hace a sus fieles siempre nuevos; aunque sean ancianos… Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas obscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva». (cf. EG, 11). Quien se ha encontrado con Cristo se siente necesariamente impulsado a compartir con los demás lo que le hace feliz.  Es necesario no desfallecer para que  guiados por el Plan Diocesano de Pastoral y  por el proceso de la Misión Permanente en su tercera etapa, busquemos caminos para  encontrarnos CON Jesús, y propiciar que sean muchos quienes se encuentren con Cristo de manera personal y comunitaria. Por eso no me canso de repetir que el encuentro con Jesús, genera la misión y la misión genera la comunidad. Dice el Evangelio que “Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación e Israel” (Lc, 2, 38).

4. Queridos sacerdotes y agentes de pastoral,  en este sentido, esta fiesta que comúnmente se le llama  “Fiesta del Encuentro” tiene mucho que enseñarnos, especialmente a nosotros los miembros de los Consejos Parroquiales de Pastoral.  Al celebrar el año de la Pastoral  de las Comunicaciones, debemos caer en la cuenta que los medios de comunicación pueden ayudarnos en esta tarea, especialmente hoy, cuando las redes de la comunicación humana han alcanzado niveles de desarrollo inaudito.  Debemos ayudarnos de los medios de comunicación para poner a las jóvenes generaciones en contacto con el mensaje del evangelio. “El desafío que hoy se nos propone es, por tanto, volver a aprender a narrar, no simplemente a producir y consumir información. Esta es la dirección hacia la que nos empujan los potentes y valiosos medios de la comunicación contemporánea. La información es importante pero no basta, porque a menudo simplifica, contrapone las diferencias y las visiones distintas, invitando a ponerse de una u otra parte, en lugar de favorecer una visión de conjunto” (cf. Francisco, Mensaje para la XLIX Jornada Mundial de las Comunicaciones). No basta que en las parroquias tengamos Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, o Página Web, es necesario que éstos medios sean un camino que lleve a vivir a hombres y mujeres la experiencia de la “Pequeña Comunidad”, ahí donde Dios nos habla al corazón,  ahí donde Dios forma el corazón del hombre, ahí donde se aprende el lenguaje del amor.  Las ‘pequeñas comunidades’ son verdaderas escuelas donde se aprende el lenguaje de la comunicación, donde se aprende a perdonar, a hablar con Dios, donde se aprende el lenguaje universal del amor.

5. Simeón y Ana, eran hombres llenos del Espíritu  que conocían el lenguaje de Dios y sabían leer los signos de los tiempo, por eso supieron distinguir entre la multitud a la Sagrada Familia que era portadora de Jesús. Dejemos que sean ellos quienes nos enseñen a interpretar los signos de los tiempos. Aprendamos de ellos a descubrir la presencia de Dios en medio de nuestra vida ordinaria, en lo que hacemos y en el cumplimiento de nuestras tradiciones. Permitamos, que a ejemplo suyo, la luz de Cristo que hemos visto físicamente simbolizada en estas velas,  ilumine aquellas realidades que  han envejecido en nuestra vida pastoral y en nuestra vida comunitaria. Acojamos a Jesús en nuestra vida y con el corazón repitamos siempre las bellas palabras del cantico de Simeón: “Mis ojos han visto al Salvador” (v. 30). Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro