Homilía en la Misa de la Fiesta Litúrgica de N.S. de los Dolores de Soriano

Fiesta Litúrgica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, Patrona Principal de la Diócesis de Querétaro

Santa Iglesia Catedral, Ciudad Episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., 15 de septiembre de 2015

Año de la Vida Consagrada – Año de la Pastoral de la Comunicación

 

 

Muy queridos hermanos sacerdotes,

queridos diáconos,

estimados miembros de la vida consagrada,

queridos seminaristas,

hermanos y hermanas todos en el  Señor:

1. El día de ayer la Iglesia universal ha celebrado la Fiesta litúrgica de la Exaltación de la Santa Cruz, en donde se manifiesta de manera perfecta la compasión de Dios con nuestro mundo. Misterio que nos revela en toda su plenitud la misericordia de nuestro Dios. Hoy, al celebrar esta solemnidad de Nuestra Señora de los Dolores, Patrona de Nuestra Diócesis, contemplamos a la Madre piadosa que sufre al ver a su Hijo condenado a morir, por nuestra salvación. Triste, llorosa y afligida, junto a la cruz de su Hijo, la Virgen dolorosa nos ayuda a comprender que es el hombre la causa de la condena. Y que por lo tanto, cada uno de nosotros,  estamos invitados a llorar con ella, abrazando la salvación y haciéndola nuestra. Contemplar a Cristo en la cruz, nos debe mover a sentir dolor de nuestros pecados, no como un sentimiento estoico, sino como un impulso que nos permita iniciar un ‘camino de conversión‘, capaz de hacer de nuestra vida, una vida más humana y más cristiana.

2. En este contexto, esta noche quiero invitarles para que juntos reflexionemos sobre lo que significa realmente iniciar un camino de conversión y lo que María puede enseñarnos en dicho camino, al ser nuestra Madre y nuestra Señora.

3. En la secuencia de esta esta fiesta, escuchamos decir: “Y, porque amarlo me anime, en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí”. Es decir, la conversión, tiene como punto de partida el reconocimiento del amor de Dios en la vida personal, un amor gratuito y puro; un amor que es fruto sencillamente de la misericordia de Dios. Es el amor de Dios la pauta que cambia el corazón y permite al ser humano descubrirse una creatura hermosa, destinada a la felicidad y a la vida plena. No al pecado y a la muerte. Abrazándonos al corazón de Cristo es como podemos descubrir que la vida del hombre sólo en Dios encuentra su plenitud. Imprimir en la propi vida las llagas de cristo significa dar la vida por los demás, inclusive hasta la muerte.

4. El camino de la conversión exige llorar los pecados, pues la salvación sólo entra en el corazón cuando nosotros abrimos el corazón a la verdad de nuestros pecados. Así entendemos que un lugar privilegiado del encuentro con Jesucristo, son los propios pecados; reconocer los pecados, reconocer nuestra miseria, reconocer lo que nosotros somos y lo que nosotros somos capaces de hacer o hemos hecho es en realidad  la puerta que se abre a la caricia de Jesús, al perdón de Jesús, a la Palabra de Jesús. Digamos por eso a la Virgen María “¡Virgen de vírgenes santas! Llore yo con ansias tantas que el llanto dulce me sea; porque su pasión y muerte tenga en mi alma de suerte que siempre sus penas vea”.  (Secuencia).

5. Queridos hermanos y hermanas, el camino de la conversión, después de reconocer los pecados, exige abrazar la cruz y en esto María nos enseña cómo.  La señal de la Cruz es de alguna forma el compendio de nuestra fe, porque nos dice cuánto nos ha amado Dios; nos dice que, en el mundo, hay un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que nuestras debilidades y pecados. El poder del amor es más fuerte que el mal que nos amenaza. Este misterio de la universalidad del amor de Dios por los hombres, es el que María reveló aquí. Ella invita a todos los hombres de buena voluntad, a todos los que sufren en su corazón o en su cuerpo, a levantar los ojos hacia la Cruz de Jesús para encontrar en ella la fuente de la vida, la fuente de la salvación. Volvamos nuestras miradas hacia Cristo. Él nos hará libres para amar como Él nos ama y para construir un mundo reconciliado. Porque, con esta Cruz, Jesús cargó el peso de todos los sufrimientos e injusticias de nuestra humanidad. Él ha cargado las humillaciones y discriminaciones, las torturas sufridas en numerosas regiones del mundo por muchos hermanos y hermanas nuestros por amor a Cristo. Les encomendamos a María, Madre de Jesús y Madre nuestra, presente al pie de la Cruz.

6. Para acoger en nuestras vidas la Cruz gloriosa, María sale a nuestro encuentro para indicarnos los caminos de la renovación de la vida de nuestras comunidades y de cada uno de nosotros. Al acoger a su Hijo, que Ella nos muestra, nos sumergimos en una fuente viva en la que la fe puede encontrar un renovado vigor, en la que la Iglesia puede fortalecerse para proclamar cada vez con más audacia el misterio de Cristo. María es la mujer de nuestra tierra que se entregó por completo a Dios y que recibió de Él el privilegio de dar la vida humana a su eterno Hijo. “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Ella es la hermosura transfigurada, la imagen de la nueva humanidad. De esta forma, al presentarse en una dependencia total de Dios, María expresa en realidad una actitud de plena libertad, cimentada en el completo reconocimiento de su genuina dignidad. Este privilegio nos concierne también a nosotros, porque nos desvela nuestra propia dignidad de hombres y mujeres, marcados ciertamente por el pecado, pero salvados en la esperanza, una esperanza que nos permite afrontar nuestra vida cotidiana. Es el camino que María abre también al hombre. Ponerse completamente en manos de Dios, es encontrar el camino de la verdadera libertad. Porque, volviéndose hacia Dios, el hombre llega a ser él mismo. Encuentra su vocación original de persona creada a su imagen y semejanza. Con esta conciencia digamos a María: “Haz que su cruz me enamore y que en ella viva y more de mi fe y amor indicio; porque me inflame y encienda y contigo me defienda en el día de juicio” (Secuencia).

7. Finalmente, en el camino de la conversión  es necesario no olvidarnos de la Madre, en este sentido considero que humanamente cuando en la vida familiar hemos hecho cosas que no están bien, lo primero que hacemos es acudir a nuestra madre. En la vida cristiana sucede lo mismo. Por eso Jesús antes de morir no nos h dejado huérfanos. Él consciente de nuestra fragilidad humana nos hadado en la persona de Juan a su Madre, como Madre nuestra.  Hoy quisiera que cada uno de  nosotros  conciencia de la importancia de tener a María como madre. Necesitamos confiar en María como nuestra madre.  En la secuencia que hemos escuchado, se honra a María con el título de Fons amoris, “Fuente de amor”. En efecto, del corazón de María brota un amor gratuito que suscita como respuesta un amor filial, llamado a acrisolarse constantemente. Como toda madre, y más que toda madre, María es la educadora del amor.

8. Que cada uno de nosotros, nos veamos necesitados de convertirnos y de retomar nuestro camino hacia Cristo. Pidámosle a María que ella, como madre nuestra, nos indique siempre el camino de la conversión. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro