Homilía en la Misa de la Consagración Solemne de una Hermana Marcelina

Consagración Solemne de la Hna. María Julieta Ávila Pérez del Instituto Internacional de las Hermanas de Santa Marcelina  
Santa iglesia Catedral, Ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., Sábado 24 de agosto de 2013.
Annus Fidei – Año de la Pastoral Social – Año Jubilar Diocesano

Apreciados hermanos sacerdotes,

Queridas hermanas consagradas,

Hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Por la gracia de Dios nos reunimos en esta hermosa mañana para celebrar la consagración solemne de la Hna. María Julieta Ávila Pérez, y agradecer a Dios que su vida, quiere ser un signo preclaro del seguimiento de Jesús, mediante la vivencia de los consejos evangélicos, bajo el carisma de la familia de las Hermanas de Santa Marcelina. Agradezco la invitación para presidir esta Eucaristía que nos llena de júbilo y de alegría. Les saludo a cada uno de ustedes en el Señor, particularmente a la Hna. Antonia Contaldo, Delegada Regional en México del Instituto. Saludo a los papas y amigos de nuestra hermana María Julieta. A todos ustedes le deseo la paz y la gracia de Dios.

2. En la liturgia de la Palabra que hemos escuchado en esta mañana, se nos ofrecen algunas reflexiones que nos ayudan a entender mejor el misterio que estamos celebrando y la vida nueva en Cristo que se abraza al asumir los consejos evangélicos. Quiero reflexionar con ustedes de modo especial el texto del evangelio según san Juan (Jn 2, 1-11). El texto comienza diciendo: “Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús.  Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos” (v. 1). En el Antiguo Testamento, el tercer día hace referencia al día de la teofanía, como por ejemplo en el encuentro con Dios e Israel en el Sinaí (cf. Ex 19, 16-18) anticipando la teofanía final de la resurrección  de Cristo al tercer día, en el cual los anteriores encuentros con Dios, dejan paso a la irrupción definitiva de Dios en la tierra. La resurrección en la cual se rasga la tierra de una vez por todas, sumida en la vida misma de Dios. Los exegetas han contado los días precedentes en los que, según el evangelio de Juan, había tenido lugar la elección de los discípulos. Esto nos lleva a pensar en primer lugar que, leído este texto a la luz de este acontecimiento que hoy celebramos, la consagración religiosa tiene como origen la elección de Jesús, quien llama de manera particular a algunos a seguirle más de cerca y, en segundo lugar, se explica que la consagración tiene su fundamento en el acontecimiento de la resurrección que transforma la vida entera del ser humano.

3. “Del misterio pascual surge la misión del consagrado y la consagrada, dimensión que determina toda la vida eclesial. Ella tiene una realización específica propia en la vida consagrada. En efecto, más allá incluso de los carismas propios de los Institutos dedicados a la misión ad gentes o empeñados en una actividad de tipo propiamente apostólica, se puede decir que la misión está inscrita en el corazón mismo de cada forma de vida consagrada. En la medida en que el consagrado vive una vida únicamente entregada al Padre (cf. Lc 2, 49; Jn 4, 34), sostenida por Cristo (cf. Jn 15, 16; Gl 1, 15-16), animada por el Espíritu (cf. Lc 24, 49; Hch 1, 8; 2, 4), coopera eficazmente a la misión del Señor Jesús (cf. Jn 20, 21), contribuyendo particularmente de forma profunda a la renovación del mundo” (cf. Exhort. Apost. Posts. Vita Consecrata, 25).

4. Usted hermana de ahora en adelante participará con nosotros, de manera más plena y más perfecta, en la misión que Cristo nos ha encomendado, específicamente haciendo que las jóvenes generaciones conozcan el misterio de la resurrección. El Beato Luis Barighi decía: “Les recomiendo sobre todo el estudio continuo de la vida de Jesús. Contémplenlo seguido. Mediten su vida, oren, hagan obras santas… en esto consiste su vida, la vida de una religiosa” (L. 20/5/1843). Este debe ser queridos hermanos y hermanas el contenido de la misión, de su trabajo y de  su carisma. Buscando la gloria de Dios que debe buscarse y  con la obra de a cristiana educación e instrucción. Haciendo que Jesucristo sea bien conocido y amado (Cf. Constituciones, 2)

5.  Volviendo al texto el evangelio continua diciendo: “Y no tenían vino, porque se había acabado el vino de la boda. Le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.»  Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.»  Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.»” (v. 3). Sabemos por la cultura que el vino alegra el corazón del  hombre, lo que nos lleva a pensar que en esta fiesta se había terminado la alegría del corazón de los hombres. Lo que hace que María preocupada solicite de su hijo ayuda y auxilio. Jesús, dice a María su madre, que todavía no le ha llegado su hora. Esto significa que él no actúa ni decide simplemente por iniciativa suya, sino en consonancia con la voluntad del Padre, siempre a partir del designio del Padre. La hora de Jesús,  comienza en el momento de la cruz. No obstante Jesús tiene el poder de anticipar esta hora misteriosamente con signos. Por lo que el milagro de Caná  se caracteriza como una anticipación de la hora. El don de Dios, que se entrega así mismo viene ahora en ayuda de los esfuerzos del hombre  y con ello crea la fiesta de la alegría, una fiesta que solamente la presencia de Dios y de su don pueden instituir. Esto nos lleva a pensar queridas consagradas, que la vida consagrada debe ser como el vino de la fiesta que alegra el corazón del hombre, porque la consagración es signo de la manifestación de la hora de Jesús y en esta  mañana Jesús nos la ofrece para que haya alegría en el corazón de los bautizados, un  gozo que lo alegre y que lo llene de plenitud mediante la pobreza, la castidad y la obediencia.

6. Es necesario que los consejos evangélicos que los religiosos y religiosas asumen, brillen en la Iglesia y alegren el corazón de las comunidades. De modo especial ustedes Hermanas Marcelinas con ellos deben alegrar el corazón de la juventud y de los niños que acuden a sus colegios y a sus instancias educativas, a los oratorios y a los hospitales. La castidad de ustedes, en cuanto manifestación de la entrega a Dios con corazón indiviso (cf. 1 Co 7, 32-34), es el reflejo del amor infinito que les une a las tres Personas divinas en la profundidad misteriosa de la vida trinitaria; amor testimoniado por el Verbo encarnado hasta la entrega de su vida; amor « derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo » (Rm 5, 5), que anima a una respuesta de amor total hacia Dios y hacia los hermanos. La pobreza manifiesta que Dios es la única riqueza verdadera del hombre. Vivida según el ejemplo de Cristo que «siendo rico, se hizo pobre» (2 Co 8, 9), es expresión de la entrega total de sí que las tres Personas divinas se hacen recíprocamente. Es don que brota en la creación y se manifiesta plenamente en la Encarnación del Verbo y en su muerte redentora.  Y finalmente la obediencia, practicada a imitación de Cristo, cuyo alimento es hacer la voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34), manifiesta la belleza liberadora de una dependencia filial y no servil, rica de sentido de responsabilidad y animada por la confianza recíproca, que es reflejo en la historia de la amorosa correspondencia propia de las tres Personas divinas.

7. Finalmente el tercer aspecto que quiero reflexionar con ustedes brota del gesto mismo de Jesús en la conversión del agua en vino. Éste es un signo claro de la sobreabundancia de Dios. Lo vemos en la multiplicación de los panes, pero sobretodo en el centro de la historia de la salvación en el hecho de que se derrocha a sí mismo  por la mísera creatura que es el hombre.  Este exceso en su gloria. La sobreabundancia de Caná es, por ello, un signo que ha comenzado la fiesta de Dios con la humanidad, su entregarse a sí mismo por los hombres. La boda se convierte así en la imagen que, más allá de sí misma, señala la hora mesiánica: la hora de las nupcias de Dios con su pueblo ha comenzado con la venida de Jesús. La promesa escatológica irrumpe e presente.

8. Querida hermana María Julieta,  al consagrarse a Dios se consagra como esposa de Cristo, su vida está llamada a ser icono de la familia humana, que se prepara para desposarse con Cristo, el Esposo fiel. De ese amor virginal procede una fecundidad particular, que contribuye al nacimiento y crecimiento de la vida divina en los corazones. Sencillamente sólo hace falta hacer caso a las palabras de María: “hagan lo que él les diga” (v. 5). Si de su vida y de su consagración, desea hacer la alegría de los hombres, es necesario estar siempre atenta a la escucha de la palabra de Dios, de su mensaje y de su misión.

9. La encomendamos a la protección maternal de la Santísima Virgen María, la “Esposa fiel” y que santa Marcelina y el Beato Luis Barighi estén siempre como modelos de quien se ha consagrado a Dios de una vez y para siempre,  “haciendo que Jesucristo sea bien conocido y amado”.  Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro