Homilía en la Misa de inicio de cursos en el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Guadalupe

Santiago de Querétaro, Qro., 22 de agosto de 2011

Saludo con afecto en el Señor a todos de ustedes, de manera particular al Pbro. Martin Lara Becerril, Rector del Seminario Conciliar de Querétaro; al Pbro. Miguel Ángel Peralta Valverde, Rector del Seminario de Teotihuacán; al Pbro. Gilberto Moya, Rector del Seminario de los Operarios del Reino de Cristo:

A los sacerdotes, formadores y profesores del Seminario de las diferentes casas y centros de formación sacerdotal:

A los consagrados y consagradas:

A ustedes queridos seminaristas, que en sus diferentes etapas de formación tanto de Filosofía como de Teología, se han decidido a seguir al Señor de manera pobre y humilde, preparándose con diligencia, empeño y sobre todo con docilidad al Espíritu Santo, para dejar moldear su corazón como el corazón de Cristo y de esta manera, estar dispuesto a la entrega generosa en el anuncio gozoso del Reino de  los cielos.

1. Es un profundo gozo celebrar esta liturgia eucarística con ustedes los futuros pastores del pueblo santo de Dios, pues se renueva y confirma la promesa de Dios para su pueblo: “Les daré pastores según mi corazón” (Jr 3, 15). Siéntanse contentos y felices, pues el Señor Jesucristo ha puesto su confianza y su esperanza en ustedes, de manera que cada uno cautivado por su amor y su gracia, experimente la dicha de ser su discípulo, viviendo en la “comunión” y en la “santidad de vida” este tiempo del seminario, anhelando “no” el día de la ordenación sacerdotal, sino el día en el cual, con su vida y su testimonio, atraigan a todos los hombres a Dios (Hb), contribuyendo de manera directa en la obra que realizó Cristo de la redención humana y de la glorificación perfecta del Padre (Cfr. SC 5). La vocación no es fruto de ningún proyecto humano o de una hábil estrategia organizativa, es una realidad más honda, es un don de Dios, una iniciativa misteriosa e inefable del Señor, que entra en la vida de una persona cultivándola con la belleza de su amor y suscitando consiguientemente una entrega total y definitiva a ese amor divino (Cfr. Jn 15 9.16).

2. Al inicio de esta celebración eucarística, hemos implorado al Padre del Cielo, que envíe el Espíritu Santo Paráclito sobre cada unos de nosotros, pidiendo que “ilumine nuestras mentes y las guíe hacia la verdad plena”, para que vivamos conforme  a este Espíritu en la fe y en la humildad. Pues  “es el Espíritu de Jesús el que da la luz y la fuerza en el discernimiento y en el camino vocacional. No hay, por tanto, auténtica labor formativa para el sacerdocio sin el influjo del Espíritu de Cristo” (Cfr. PDV 65). Por ello, los invito a todos ustedes, formadores y seminaristas a que ésta sea nuestra principal y perenne ocupación, “estar abiertos al soplo del Espíritu”, ya que no se comprende auténticamente la revelación cristiana sin tener en cuenta la acción del Espíritu Santo y, “el encuentro con la Palabra de Dios, que nos humaniza y clarifica nuestra vocación” sin la acción del Espíritu es parcial y subjetiva, pues en efecto, “el mismo Espíritu que actúa en la encarnación del Verbo, en el seno de la Virgen María, es el mismo que guía a Jesús a lo largo de toda su misión y que será prometido a los discípulos. El mismo Espíritu, que habló por los profetas, sostiene e inspira a la Iglesia en la tarea de anunciar la Palabra y la predicación de los Apóstoles; es el mismo Espíritu, finalmente, quien inspira a los autores de las Sagradas Escrituras” (Cfr. VD 15). Conscientes de este horizonte pneumatológico se requiere señalar la importancia de la acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y en el corazón de los creyentes en su relación con las Sagradas Escrituras, de manera excepcional en la vida cotidiana de cada seminarista. Él, es nuestro único y principal punto de referencia en la humanización y clarificación de nuestra vocación.

3. Al escuchar los textos de la Palabra de Dios de esta celebración litúrgica, quisiera que nos detuviéramos a reflexionar en la primera lectura, tomada de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses. La cual es la exposición más clara del propio Pablo contando cómo se origina una comunidad en su tarea misionera. La carta en sí misma contiene las recomendaciones para que la naciente comunidad de creyentes, continúe con la tarea evangelizadora iniciada y bruscamente suspendida por la obligada y súbita partida del grupo misionero (Hch 17, 5-10).Uno de los temas principales es la destacada responsabilidad testimonial de la Iglesia de Tesalónica ante otras comunidades.

4. Durante estos días la liturgia, conservando la tradición de leer de manera continua o semi-continua los libros de la Sagrada Escritura, estaremos escuchando al Apóstol Pablo. Hoy nos detenemos en el saludo y en la intención de la carta, sin embargo, esto no significa que sea menos importante o no tenga un mensaje concreto para nosotros.

Pablo, escribe a la “Ekklesía”, la cual es reflejo de una nueva realidad, una “asamblea alternativa” la que se reúne en el nombre de Dios Padre y del Señor Jesucristo. Lo que aparece como una fórmula inocente, convoca en realidad a otra patria y otro Señor, alternativos a los de la política oficial. Son éstos, y no los que gobiernan el imperio, los que pueden brindar gracia y paz. La acción de gracias recuerda y refuerza el vínculo que une el equipo misionero  con la comunidad de Tesalónica. Pablo hace de su oración una evocación de su relación establecida (Dios, la comunidad y el grupo misionero). La asamblea cristiana de los Tesalonicenses es partícipe de ese proyecto misionero. Ellos están realizando su trabajo, perfeccionando su obra, afirmados en una perseverancia que da continuidad a la tarea de los misioneros, en la fe, el amor y la esperanza.

El Apóstol quiere hacer hincapié en la nota electiva de la comunidad, “Nunca perdamos de vista que él es quien los ha elegido”, pues la elección se hace imitación y se transforma en dato para otros. En el plano ideológico nuestro evangelio es aceptado como “la Palabra” y transmitida como Palabra autorizada. Llegando a ser una comunidad que se ha transformado en modelo de realización plena. La combinación del saber del grupo  misionero con el saber de la nueva comunidad, se transforma en acción evangelizadora.

5. Queridos jóvenes, ¿no es éste nuestro proyecto formativo? Llegar a ser una comunidad que se vincule por la fe, el amor y la esperanza, para que así, a ejemplo de la comunidad de Tesalónica, nuestra comunidad seminario sea modelo en la evangelización.

6. Hemos asumido la centralidad de la Palabra de Dios como aquella que nos humaniza y clarifica nuestra vocación. El Sínodo sobre la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia, al referirse a ustedes candidatos al orden Sagrado dice: “los candidatos al sacerdocio deben aprender a amar la Palabra de Dios. Por tanto la Escritura ha de ser el alma de su formación teológica, subrayando la indispensable circularidad entre exégesis, teología, espiritualidad y misión. Ustedes están llamados a una profunda relación personal con la Palabra de Dios, especialmente en la Lectio Divina, porque de dicha relación se alimenta la propia vocación: con la luz y la fuerza de la Palabra de Dios, la propia vocación puede descubrirse, entenderse, amarse, seguirse, así como cumplir la propia misión, guardando en el corazón el designio de Dios, de modo que la fe, como respuesta a la Palabra, se convierta en el nuevo criterio de juicio y apreciación de los hombres y las cosas, de los acontecimientos y los problemas (Cfr. VD 82).

7. Es a partir del encuentro con la Palabra de Dios que las dimensiones de la formación: humana, espiritual, intelectual, vocacional  y pastoral se desarrollan, buscando la humanización del hombre, la respuesta a las exigencias personales y culturales y el compromiso con el hombre contemporáneo. “La novedad del anuncio cristiano, no consiste en un pensamiento, sino en un hecho: Él, se ha revelado” (VD 92) y al revelarse se ha encarnado, por eso la dinámica soteriológica-salvífica hoy día es la misma, pues Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (Hb 13, 8). La Palabra de Dios ha inspirado a lo largo de los siglos diferentes culturas, generando valores morales fundamentales, expresiones artísticas excelentes y estilos de vida ejemplares. Por lo que les invito y les exhorto a que sea ella la fuente de nuestras inspiraciones, de nuestras transformaciones y sobretodo la fuente de nuestras relaciones interpersonales que van siendo signos concretos de una nueva cultura cuya nota fundamental es la “comunión”. “La iglesia necesita sacerdotes y consagrados que nunca pierdan  la conciencia de ser discípulos en comunión” (Cfr. DA 324).

8. Es en la comunión donde los discípulos de Jesucristo purifican la  recta intención, donde la madurez afectiva cobra su fuerza y su transparencia; es en la comunión donde la confianza siembra lazos de amistad y diálogo, capaces de sentir al otro como verdaderamente alguien que me pertenece y por lo tanto me impulsa a sentirme corresponsables de su formación. No se podría vivir un auténtico discipulado, si no se vive en la transparencia de vida y en la disciplina evangélica.

9. Por lo tanto estimados padres formadores y queridos seminaristas: deseo en verdad que asumamos el compromiso de prepararnos a vivir este año como una experiencia a la luz del Evangelio de Jesucristo, que sea capaz de transformar nuestra vida cristiana, concretamente en el estilo de vida que la disciplina del seminario tiene proyectada para cada uno de los que con libertad se han decidido a segur al Señor  de cerca.

10. El itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde sus raíces en la naturaleza dinámica de la persona y en la invitación personal de Jesucristo, que llama a los suyos por su nombre y éstos le siguen porque conocen su voz. Pues estamos convencidos que el seguimiento es fruto de una fascinación que responde al deseo de realización humana al deseo de vida plena. El discípulo es alguien apasionado por Cristo a quien reconoce como el maestro que lo conduce y acompaña (DA 277).

11. Necesitamos como comunidad estar preparados y dispuestos a responder a las grandes problemáticas y desafíos humanos; a nivel eclesial: la vida, la familia, el sentido de la existencia humana, la integridad de la persona humana; a nivel personal, la identidad personal, la libertad, la sexualidad madura como preámbulo de entrega celibataria, la capacidad de diálogo. Estoy convencido que a estas realidades, es la Palabra de Dios la que nos impulsa a dar una respuesta definitiva y definitoria.  “Es indispensable confirmar que los candidatos sean capaces de asumir las exigencias de la vida comunitaria la cual implica diálogo a solas con Dios, y esto lo digo para cada uno de ustedes, no hay mejor tiempo que aquel que aprovechamos a solas con Dios en la presencia eucarística; que triste y que vana sería la disciplina del seminario si cada seminarista y cada formador no tiene a Cristo como modelo y el fundamento de vida cotidiana.

12. El estudio que se reduce al conjunto de conceptos y conocimientos es un estudio enciclopédico que no le permite al hombre el encuentro pleno con la Verdad, pues la Verdad es Cristo (Jn 14, 6) y solo él es capaz de satisfacer el anhelo y el deseo de verdad. El verbo latino studere significa empujar hacia adelante con esfuerzo, o esforzarse por algo con celo. El estudio real, requiere del silencio, un silencio que provoque a la contemplación y la asimilación de la Verdad.

13. Finalmente deseo que cada uno de ustedes no pierda de vista el objetivo por el cual ha llegado a esta casa, esto será fundamental e indispensable, pues a partir de estas motivaciones, es que la vida cotidiana se renueva y se purifica.

14. Pidamos la intercesión de María, la madre del Sacerdote Jesucristo, para que ella nos muestre el camino para meditar la Palabra de Dios en el corazón y así poder trasformar nuestra vida cada día, según el corazón de Cristo.

Amén.

† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro