El discípulo, sensible a la sed del otro

XIII DOMINGO ORDINARIO
Mt. 10, 37-42

El llamado “discurso misionero” termina con una serie de sentencias directamente dirigida al grupo de los doce Apóstoles y que sin duda son válidas para los discípulos misioneros de todos los tiempos.

Una propuesta de opciones en la vida del seguidor de Jesús que solamente se pueden entender con una mirada de fe, ya que a final de cuentas, lo que quiere el Señor es que haciendo nuestra escala de valores, lleguemos a  la opción radical de que EL AMOR Y LA COLABORACIÓN CON CRISTO Y SU MISIÓN ESTÁN POR ENCIMA DE TODO.

Por ello, en Mateo se plantea la alternativa de tener que elegir entre Jesús y la propia familia. Se trata de una alternativa muy dolorosa y arriesgada, pues entonces la familia era el grupo social que daba sentido a la vida de los individuos, y por eso la ruptura con ella suponía un desarraigo social casi completo.

Además, viene a continuación la exigencia de romper con las propias seguridades, simbolizada en al actitud de tomar la cruz y seguir a Jesús. Esta expresión refleja una profunda comprensión del seguimiento como un camino de unión con Jesús.

He llegado a tierras queretanas, y hurgando su historia miro con gratitud los innumerables testimonios de ésta comunidad eclesial donde los discípulos de Cristo han entregado su vida en las diferentes etapas de la peregrinación de nuestro pueblo. Consagrados y consagradas, laicos y laicas que tuvieron la valentía de seguir a Jesús como misioneros suyos, sin otra seguridad que la fuerza del Espíritu de Dios. Asumieron el reto de sembrar la semilla de la Palabra de Dios en medio de  hostilidades y resistencias.

Somos hoy parte de esta historia de salvación donde tenemos que refrendar el compromiso de continuar sembrando la semilla del evangelio con todos los retos que tengamos que afrontar; es posible, desde la convicción de que el amor y la colaboración con Cristo están por encima de todo.

La tarea de anunciar el evangelio pertenece a toda la comunidad; una comunidad que proclama la Palabra, pero también que extiende la mano para ayudar a los más débiles, a los “pequeños”; una comunidad cuyos miembros son sensibles a las sed del otro. Una comunidad, cuyos miembros dejemos de pensar tanto  en nosotros mismos y orientar nuestro seguimiento de Jesús, buscándolo en el que necesite del “agua fría”.

Madre Teresa de Calcuta fundó su proyecto de servicio en la experiencia de encontrarse con Jesús sufriente que en las calles le gritaron “tengo sed”, que la lleva a realizar su servicio como   “misioneros y misioneras de la caridad”.

Todos los bautizados tenemos este compromiso, seguidores de Jesús para responder legítimamente a nuestra identidad de discípulos misioneros, “siempre y dondequiera”. Ánimo, que esta barca la impulsa el soplo del Espíritu Santo.

† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro