DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO. ¿Cuál es tu experiencia de Jesús en la oración?

DOMINGO XII  DEL TIEMPO ORDINARIO

Lc. 9, 18 – 24

¿Cuál es tu experiencia de Jesús en la oración?

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La pregunta que hace Jesús a los suyos por su identidad se realiza en un marco de oración. Es en la oración donde Jesús nos hará ordinariamente las preguntas por él y por todo lo que a él se refiere. La identidad más radical de Jesús nos la revela el mismo en la oración.

No nos pide que sepamos todo de El ya. Nos pide que estemos dispuestos a escuchar lo que Él nos quiere revelar. ¿Quién dicen que soy yo? No es una pregunta de examen; es una pregunta de aprendizaje íntimo. Lleva su tiempo. El marco mejor de revelación de Jesús a los suyos es la oración. Aceptar la verdad del otro y acogerla sin escandalizarnos, sin cuestionarla, pide contexto de intimidad y de oración.

Jesús quiere seguidores a su lado consientes de lo que hacen. Nunca el seguimiento de Jesús será una trampa o un engaño. Jesús nos revela su identidad, pero la profundidad de esa identidad se alcanza poco a poco, en el trato frecuente, en la oración sostenida, en el silencio expectante, en la sorpresa acogida y en el sí renovado.

Es cierto, que ante el cuestionamiento de Jesús los discípulos responden vaguedades, sobre lo que los demás dicen, sin embargo el Maestro quería una confesión más personal, por eso les vuelve a preguntar, ¿Y ustedes quien dicen que soy yo? Pedro responde desde su admiración por Jesús y no mide las consecuencias: “Tu eres el Mesías el Hijo de Dios”. Esta declaración de Mesías encerraba otros sentidos que luego la Iglesia explicaría con los términos de Hijo de Dios, Señor y Salvador. San Lucas, junto con San Marcos añade que Jesús reafirmó entonces, su próxima muerte en la cruz.

Esta confesión pública de Pedro los comprometía a todos. Quizás desde aquí arranco su firme convicción sobre quien será este Maestro, hasta dar luego la vida por él.

Hoy se nos pide a nosotros confesar quien es Jesús y dar nuestro testimonio, no de lo que hemos leído u oído. Sino de los que él ha hecho en nosotros y por nosotros. El testimonio se da en el seguimiento, lo cual implica mirar al crucificado, y es allí donde se aprende a ser discípulo, a cargar la cruz y llevarla. Solo la cruz propia, llevada detrás de Cristo acerca a Dios. Jesús va, no solo con nosotros sino que va delante. Basta seguir detrás de Él.

Si se habla de abnegación y de llevar la cruz, no por ello somos enemigos de la vida. Es cierto que se habla de mejor gana de cosas placenteras, que de cruces. Pero el negarse a sí mismo y e cargar con la cruz en nada se oponen a la propia autorrealización. Jesús no busco ni amo la cruz por la cruz; más bien le temía. Pero cargo con ella con decisión y amor.

Cuando San Lucas habla de tomar la cruz no significa el martirio, sino que habla de la cruz de cada dia e indica con ello las pequeñas o grandes pero inevitables dificultades de la vida aceptadas por amor y necesarias para agradar a Dios.

Termino con el pensamiento del Santo Cura de Ars., quien solía decir que la cruz es el libro más erudito y profundo del mundo porque en él se encuentra el remedio para las horas de soledad, de vació en la propia vida, de los problemas de decepción y de injusticia. En todas estas situaciones es posible percibir la compañía y las caricias del amor de Dios. Es por lo tanto una necedad pretender eliminar las cruces de nuestra vista y de nuestra vida.