DISCURSO INAUGURAL EN LA SEMANA DE FORMACIÓN PERMANENTE DEL PRESBITERIO DE QUERÉTARO.

Aula magna del Seminario Conciliar de Querétaro, Av. Hércules, 216, Pte., Col. Hércules, Querétaro, Qro., lunes 09 de septiembre de 2019.
Año Jubilar Mariano
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Buenos días,

Con gran esperanza les saludo a todos ustedes, hermanos sacerdotes, en esta mañana en la cual, damos inicio a nuestra semana de estudio, conscientes de la necesitad e importancia de la formación permanente; buscando profundizar en algunos aspectos de la dimensión humana – sacerdotal, concretamente abordando el tema: “EL PRESBÍTERO MEXICANO EN TORNO A SUS INCIDENCIAS HUMANAS”. Durante estos días, queremos ahondar en los problemas psicológicos, afectivos sacerdotales, entre otros, que inciden en abusos de poder, de conciencia y sexuales, minando la veracidad del ejercicio ministerial.

Creo que para ninguno de nosotros es noticia, causa de novedad o extrañeza, el hecho de saber y darnos cuenta de las múltiples situaciones dolorosas que han afectado a tantas personas, por las malas conductas, malos tratos de algunos de nosotros, traicionando la confianza que han depositado en nosotros. Lamentablemente algunas de ellas no ajenas a nuestra realidad diocesana. Al grado de palpar la tristeza en diversos estratos de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad. Como bien lo dijo el Papa Francisco en la carta que envió al pueblo de Dios, en agosto de 2018: “Un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes” […] “El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado. Pero su grito fue más fuerte que todas las medidas que lo intentaron silenciar o, incluso, que pretendieron resolverlo con decisiones que aumentaron la gravedad cayendo en la complicidad. Clamor que el Señor escuchó demostrándonos, una vez más, de qué parte quiere estar”. (Francisco, Carta al pueblo de Dios, 28 de agosto de 2018).

En un proceso de conversión personal y pastoral como el que nos hemos propuesto llevar a cabo desde nuestro Plan Diocesano de Pastoral, es imperiosa la necesidad de hacer frente a este tipo de situaciones de manera concreta, activa y efectiva; de tal manera que se garantice, a nivel individual e institucional que, quienes por libre voluntad, desean dedicarse al servicio del Evangelio, estén dispuestos en asegurar una sólida formación humana y profesional, que impida que este tipo de situaciones nunca jamás sucedan entre nosotros.

Quiero exhortarles en nombre de Dios, para que cada uno, asuma responsablemente el compromiso de aprovechar este curso, pues como bien se los señalé en la carta que les envié el pasado 04 de septiembre: La Comisión del Clero ha diseñado este curso, de tal manera que cada uno, profundice en la necesidad e importancia de fortalecer la dimensión humana; que cada sacerdote, cuente con los elementos de maduración que le faciliten proyectar su ministerio sacerdotal de manera significativa, creativa y positiva y así, el ejercicio ministerial, sea humanamente más creíble y aceptable, sirviendo de puente y no de obstáculo a los demás, en su encuentro con Cristo (cfr. PDV, n. 43)”. “He pedido a la Comisión del Clero poner todo el empeño para que al final del curso, cada sacerdote quede certificado en este tema, de tal manera que se garantice, que se cuenta con los conocimientos y la preparación profesional para abordar y hacer frente a nuestra realidad, pues como el Papa Francisco nos lo ha señalado: “Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse. El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad” (Carta al pueblo de Dios, 28 de agosto de 2018)” (Prot. Op. N. 93/2019/FP).

Pensemos en nosotros mismo pero también, pensemos en aquellos por los cuales y para los cuales fuimos ungidos.

Enhorabuena, les doy a todos la más cordial bienvenida, animándoles a fortalecer la formación humana, de tal manera que al final del curso podamos confirmar el objetivo de nuestra consagración y poder llegar a decir nuevamente: “Yo me santifico por ellos. He velado por ellos y ninguno se ha perdido” (cfr. Jn 17, 12.17).

Muchas gracias.

 

+ FAUSTINO ARMENDÁRIZ JIMÉNEZ
IX Obispo de Querétaro