DESDE LA CEM: Conclusiones de la XII Jornada Catequística Nacional

La Dimensión Nacional para la Nueva Evangelización y Catequesis de la Conferencia del Episcopado Mexicano haciendo eco de las directrices del Papa Francisco celebró del 20 al 23 de noviembre en la Ciudad de Victoria de Durango, Durango la XII JORNADA CATEQUÍSTICA NACIONAL: “LA FAMILIA, PROTAGONISTA Y ESCUELA DE LA MISERICORDIA EN SUS AMBIENTES”.

Lema

¡Familia, catequista de la Misericordia!

Objetivo

Reflexionar, desde el Ministerio de la Catequesis, la vivencia de la Misericordia en la Familia, a partir de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia, para discernir y asumir propuestas pastorales en las Provincias y Diócesis de México.

Temática

 La XII Jornada estuvo estructurada en los siguientes pasos metodológicos:

    Ver

  • Realidad de la Familia en México
  • Situación de la Familia ante el cambio de época
  • Dinámica de asimilación: Situaciones que afectan a la Familia hoy.
  1. Pensar
  • El plan de Dios para el Matrimonio y la Familia
  • El papel de la Familia en el Proceso de Iniciación a la Vida Cristiana
  • Dinámica de asimilación: Orientaciones y propuestas pastorales para que las familias experimenten la misericordia de Dios.
  1. Actuar
  • Panel: La Familia, protagonista y escuela de la misericordia en sus ambientes
  • Discernimiento Pastoral
  • Dinámica de asimilación: Orientaciones y propuestas pastorales para la formación de los Agentes de Pastoral en la perspectiva de la misericordia.
  1. Celebrar
  • La alegría de celebrar en familia la misericordia de Dios

Agradecemos al Excmo. Sr. Arzobispo Octavio Ruiz ArenasSecretario del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización, quien al final de los trabajos de la XII Jornada Catequística Nacional nos ofreció una serie de compromisos a desarrollar en nuestras respectivas Diócesis para reavivar nuestra tarea evangelizadora a favor de la familia, desde el ámbito de la catequesis.

CONCLUSIONES DE LA XII JORNADA CATEQUÍSTICA NACIONAL

Del 20 al 23 de noviembre de 2017, bajo la mirada materna de Nuestra Señora de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización, nos hemos reunido en Durango catequistas venidos de todas las diócesis de México para vivir como familia estos días de convivencia, reflexión y oración con el fin de profundizar algunos aspectos relacionados con la “Familia, protagonista y escuela de la misericordia en sus ambientes”.

Damos gracias al Señor que nos ha acompañado y guiado durante estos días, en los cuales, alimentados y fortalecidos por la Eucaristía, hemos sentido su ternura y su misericordia, que nos ha permitido sentirnos sus discípulos misioneros, compartiendo como hermanos en la fe nuestro entusiasmo y alegría en el ejercicio de nuestra vocación como catequistas.

A la luz de las ponencias que hemos escuchado y trabajado en estos días, como también de las conclusiones de los diferentes grupos de trabajo, podemos tener en cuenta algunos puntos de compromiso para nuestra tarea evangelizadora:

  1. En la primera jornada de reflexión y trabajo hemos podido dar una mirada, desde el proyecto de Dios, de los distintos problemas por los que atraviesan nuestras familias en México en los diversos ambientes: socio-cultural, económico, educativo, político y religioso. Esta problemática tiene tres causas fundamentales que van en aumento: la ausencia de Dios, la pérdida de valores y la falta de amor. Esto nos está llevando a una crisis de identidad, al individualismo, a la desintegración familiar, a una sociedad sin Dios y a un sincretismo religioso.
  1. No podemos pasar por alto el enorme influjo de la cultura en la vida de la familia. En la cultura postmoderna en la que vivimos, la familia no es concebida de manera única, pues existen diversas concepciones de familia (nuclear, extendida, monoparental, adoptiva, ensamblada, etc.). Esta diversidad de concepción familiar, plantea verdaderos desafíos para la transmisión de la fe en la Iglesia, lo cual nos hace ver como necesario pasar de una actitud contracultural, es decir, de estar solo apuntando a los errores del mundo (cf. AL 38), a una actitud procultural, es decir, que muestra la belleza de la familia, que es posible la fidelidad y el perdón, como también que es posible generar la vida, que hay un futuro y que es posible salir adelante (cf. AL 184).
  1. El Santo Padre ha expresado el sueño de que la Iglesia sea una familia en donde ninguno se sienta excluido. Se trata de un sueño que tenemos que compartir todos nosotros y para ello es necesario que como catequistas hagamos lo posible para anunciar con alegría la Buena Nueva del Evangelio y, con un fuerte impulso misionero, ayudemos a quienes no conocen a Cristo, como también a aquellos que se han alejado de la Iglesia o son indiferentes frente a sus compromisos bautismales, para que lo busquen y encuentren personalmente y sean acogidos con entusiasmo en la comunidad eclesial.
  1. La familia constituye uno de los tesoros más valiosos de los pueblos latinoamericanos (cf. DA 302). Ella ha sido y es fuente de valores humanos y cristianos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente. Sin embargo, en la actualidad ella está inmersa en diversas crisis que, lejos de llevarla a sentimientos de derrota y destrucción, constituyen un desafío para nuestra tarea evangelizadora, la cual debe infundir esperanza y optimismo para fortalecer los lazos de amor que deben alimentar y sostener la vida familiar y la unidad y comunión de los esposos.
  1. La familia, a pesar de los problemas que tiene que enfrentar, debe tomar consciencia de que Dios tiene un proyecto de amor para con ella y que constituye el espacio de realización de la vocación humana a la felicidad y de la realización de la dignidad humana. Para ayudar a que esto se realice es necesario que los catequistas anunciemos con entusiasmo y convicción la belleza y la alegría del evangelio de la familia.
  1. Al anunciar el evangelio de la familia tenemos que recalcar el origen divino de la vida humana, la dignidad inviolable de todo hombre y mujer, la grandeza de la vocación al amor, la sacralidad del matrimonio, la colaboración de los padres en la obra creadora de Dios, el respeto a la naturaleza y la responsabilidad que tiene la familia para iniciar y acompañar a los hijos, no solo en la inserción en la cultura y en la sociedad, sino también en la fe cristiana. Por consiguiente, en el ámbito familiar cristiano debe siempre estar presente y resonar en todo momento el kerigma, para impregnar toda la vida del amor y la ternura de Dios.
  1. La familia cristiana está llamada a que cada uno de sus componentes sea un discípulo misionero del Señor Resucitado y en cuanto tal ella debe cumplir una función catequística cuidando la formación y el crecimiento de la fe de todos sus miembros. Para realizar esto, debe estar siempre atenta a discernir cual sea la voluntad de Dios en el cumplimiento de su misión, consciente de que forma parte de una comunidad cristiana, de la cual ha recibido, por su predicación y testimonio, la fe que debe transmitir.
  1. En cuanto generadora de valores, a la luz del Evangelio, la familia constituye el espacio privilegiado para aprender a hacer el bien y por eso está llamada a ser ejemplo de unidad, de amor, de reconciliación, de perdón y misericordia. A partir de lo que realizó el Señor, sabemos que la misericordia constituye el corazón palpitante del evangelio. En este sentido la catequesis tiene un campo muy extenso de acción presentando la figura de Cristo, rostro visible de la misericordia del Padre, para invitar a todos a conocer al Señor, a amarlo con todo el corazón, a vivir como él imitando sus actitudes, su amor oblativo, su cercanía y ternura para con los más pobres y necesitados, como también con las personas más vulnerables de la sociedad.
  1. La familia tiene la misión, no solamente de gestar a los hijos, que son el don de Dios, sino también la ser el primer y fundamental peldaño para que la persona valore la importancia de la vida comunitaria, luego vendrán otras instancias: la escuela, el trabajo, la Iglesia. Esta última instancia está al servicio de la familia. En este sentido, los sacerdotes, y en especial los párrocos, tienen la responsabilidad de establecer y cuidar la Pastoral familiar para acompañar en las distintas etapas a quienes pretenden formar, establecer y desarrollar una familia. Ciertamente en el cuidado de las familias se juega el futuro de la Iglesia, pues es decisivo su papel para la transmisión de la fe. Para ello, será de gran utilidad desarrollar un proceso pastoral que contemple la línea de la vida: niñez, adolescencia, juventud, familia, adultos mayores. Con ello podremos favorecer la interrelación de dichas etapas y la mutua ayuda, sin descuidar las situaciones de riesgo que viven algunos integrantes de la familia o quienes quedan desprovistos de ella, como, por ejemplo: familias con miembros discapacitados o con enfermedad terminal, padres separados, divorciados y/o vueltos a casar, madres solteras.
  1. La Iglesia nos ha invitado a realizar una conversión pastoral, que involucra necesariamente el campo de la catequesis. Estamos por lo tanto llamados a examinar qué tipo de Iglesia necesita el mundo actual para responder a los grandes desafíos que nos plantea el cambio de época que estamos viviendo. Es necesario, por consiguiente, interrogarse sobre qué modelo de catequesis es necesario desarrollar, cómo debe ser el catequista que se requiere y qué formación debe ser impartida para responder a todo ello. Esta conversión pastoral nos debe llevar a renunciar a modelos de catequesis ya superados que no contemplan procesos graduales y permanentes de catequesis, sino que se quedan en una simple preparación pre-sacramental.
  1. Para que la familia sea “escuela de la fe” y pueda ayudar a los padres a ser los primeros catequistas de sus hijos, necesitamos ofrecer a los padres de familia, desde la catequesis y la pastoral familiar, espacios formativos, materiales catequéticos, momentos celebrativos, que le permitan cumplir su misión educativa. “La familia está llamada a introducir a los hijos en el camino de la iniciación cristiana. La familia, pequeña Iglesia, debe ser, junto con la Parroquia, el primer lugar para la iniciación cristiana de los niños. Ella ofrece a los hijos un sentido cristiano de existencia y los acompaña en la elaboración de su proyecto de vida, como discípulos misioneros” (DA 302).
  1. Uno de los campos en el que la mujer está realizando una labor de gran responsabilidad y de cumplimiento de su tarea como discípula misionera es el de la catequesis. Allí nos muestra la importancia de su presencia y de su valioso aporte en la tarea evangelizadora. Ella es prácticamente la que en el hogar viene a ser la primera transmisora de la fe. Como dice el papa Francisco, “las mujeres actúan como discretas artesanas del bien y sin su presencia y colaboración la Iglesia perdería la fuerza de renacer continuamente”.
  1. Ante las actuales situaciones que viven la gran mayoría de los padres de familia, que encuentran grandes dificultades para una permanencia en el hogar a fin de educar a sus hijos y transmitirles la fe, es necesario valorizar y estimular el papel que tienen los abuelos en este campo.
  1. Dentro de esa conversión pastoral es urgente que los obispos y sacerdotes asuman con responsabilidad su papel de ser los primeros catequistas de sus diócesis y parroquias, acompañando al mismo tiempo y formando de manera integral a los catequistas, que son los principales colaboradores de su ministerio sacerdotal.
  1. En la actualidad se está imponiendo cada vez más las relaciones virtuales en donde, sobre todo los niños y los jóvenes, viven inmersos en una cultura digital manejada por el basto mundo de las redes. Sin desconocer los grandes beneficios que tiene el avance tecnológico no podemos desconocer que se está perdiendo el valor del encuentro personal y que la comunicación está enfocada en una información de lo inmediato y muchas veces manipulada ideológicamente. Ante este fenómeno cada vez más creciente, el catequista, por una parte, debe buscar cómo llegar a los jóvenes a través de ese mundo, tratando de conocer sus nuevos lenguajes y preocupaciones, pero por otra fortaleciendo y promoviendo una cultura del encuentro, del diálogo y de la responsabilidad.

 

+ Octavio Ruiz Arenas

Secretario del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización

 

 

Les pedimos que difundan ampliamente estos compromisos entre los Catequistas y demás Agentes Evangelizadores de su Diócesis para fortalecer la unidad de criterios pastorales y cada una de las personas que integran a las familias de sus respectivas comunidades experimenten vivamente la Misericordia de Dios y la expresen en los ambientes donde desarrollan su vida.

 

¡Revistámonos de misericordia para que superando toda debilidad por el amor vivamos de otra manera![1]

 

Fraternalmente.

 

 


[1] Cfr. Francisco. Misericordia et Misera, 1. Vaticano, 20 de noviembre de 2016.