DESDE LA CEM: CELEBREMOS LA VIDA, AMEMOS LA VIDA, DEFENDAMOS LA VIDA A TIEMPO Y A DESTIEMPO.

Celebremos la vida, amemos la vida, defendamos la vida a tiempo y a destiempo


DIMENSIÓN EPISCOPAL PARA LA VIDA

Nuevo Casas Grandes, Chihuahua,  25 de Marzo de 2020

“Confío en ti, Señor. Me gozaré y me alegraré en tu misericordia

 porque te has fijado en mi aflicción” (Salmo 30)

 

A todo el Pueblo de Dios que peregrina en México:

Les saludo fraternalmente en nombre de Jesucristo, fuente de vida. Cada año el 25 de marzo celebramos la Solemnidad de la Anunciación, y en esta fecha la Iglesia conmemora el día de la vida humana, don de Dios desde la concepción hasta su muerte natural, para cada uno de sus hijos. En esta fecha y en el contexto de la crisis mundial de salud causada por el coronavirus, queremos transmitir este mensaje a los hombres y mujeres de buena voluntad de nuestro querido pueblo. Lo hacemos ante la mirada maternal de la Santísima Virgen de Guadalupe, nuestra madre tierna que nos recuerda que ella está cerca de nosotros en todo momento, en las alegrías y en las penas, en las preocupaciones y temores.

El anuncio del ángel Gabriel a la Santísima Virgen María, y la respuesta de esta al llamado a ser Madre de Dios, constituye el inicio de la existencia del Hijo de Dios hecho hombre y de una espera dichosa que concluye con el Nacimiento del Salvador. Este hecho de la Encarnación pasó aparentemente desapercibido en medio del mundo con sus preocupaciones e ignorado por el poder de los imperios o la sabiduría de los grandes de la tierra (cf. Lucas 1, 26-38),  así es como Dios se hizo hombre.

En los primeros meses de 2020 la humanidad también se ve sacudida por la turbación e inquietud. Un pequeño ser vivo ha puesto de rodillas a la especie humana y pone en cuestión nuestra arrogancia y soberbia. El coronavirus nos ha hecho reflexionar sobre nuestra fragilidad, sobre la caducidad de la vida terrena y sobre las vanidades de los poderes terrenales, pero al mismo tiempo, a la luz de la Anunciación, aprendemos a esperar y confiar en el Señor, de la mano de María, valorando el inmenso don de nuestra vida.

Como Obispos de la Iglesia Católica que peregrina en México, en respuesta a nuestra misión de ser “pastores con olor a oveja” como pide el Santo Padre, deseamos acompañar a nuestro pueblo para caminar en la esperanza y en la confianza inquebrantable en el Señor, tomados de la mano de María de Guadalupe. Es verdad que humanamente el presente y el futuro inmediato nos ponen a prueba, es verdad que la tribulación nos puede traer la tentación de la desesperación, pero ahora más que nunca debemos acogernos a las palabras amorosas de María de Guadalupe: “Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón, no temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?” (cf. Nican Mopohua).

Celebremos la vida, amemos la vida, defendamos la vida a tiempo y a destiempo, desde su concepción y en todas sus etapas hasta su muerte natural, no permitamos que el temor nos arrebate la esperanza y apague nuestra entereza. Pedimos para nuestros gobernantes y líderes de la sociedad la prudencia y fortaleza necesarias para conducir a nuestra nación. Pedimos por nuestros médicos, enfermeras y personal dedicado al cuidado de la salud, para que el Señor bendiga su labor y sea eficaz, así como para que vele por su salud y la de sus familias. Pedimos para cada mexicano la paz y la confianza en medio de la prueba. Invitamos a todos a elevar nuestras oraciones pidiéndole al Señor que nos escuche y venga en nuestra ayuda, que renueve a nuestro pueblo, un pueblo que valora y defiende la vida. Pedimos, de modo muy especial, a la Santísima Virgen de Guadalupe, que interceda por nuestro pueblo de México y lo libre de la pandemia del coronavirus.

Madre Santísima, tú que quisiste hacerte presente en medio de nosotros bajo la imagen y advocación de Guadalupe, tú que has abrazado con ternura a cada generación de mexicanos que se alegran y lloran a tus pies, venimos con toda humildad y sencillez, a rogarte por nuestra grey para que obtengas del Señor la gracia de la liberación de nuestra patria de la pandemia del coronavirus. Lo hacemos desde el fondo de nuestro corazón, con la certeza de que tu amor maternal siempre nos acompaña.

Fraternalmente

+José Jesús Herrera Quiñones

Obispo de Nuevo Casas Grandes y

 Responsable de la Dimensión Episcopal de Vida.