Decirle «Sí» a Dios

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Jn. 1, 35-42

 

“Dios se presenta en nuestra vida como un verdadero interlocutor que nos llama por nuestro nombre para darle sentido a nuestra existencia”. Este es el mensaje que surge de la Palabra de Dios en este domingo. En los textos de las lecturas, encontramos diferentes personajes que nos muestran como Dios ha querido entrar en comunicación con el hombre para mostrarle un proyecto diferente capaz de re-fundamentar su vida y su existencia. En la primera lectura vemos al joven Samuel que es llamado de noche, ayudado por su maestro Elí, él discierne en aquella voz la llamada de Dios. La actitud del joven es de total disposición “habla que tu siervo escucha”. Toda la vida de Samuel será después marcada por esta apertura a su Palabra: “él no dejó escapar ninguna de sus palabras”.

De igual manera el texto evangélico nos habla de la vocación de dos discípulos del Bautista, Andrés y Simón Pedro, quienes estimulados de las palabras del precursor que indican en Jesús el Mesías esperado, aceptan su llamado y lo siguen. Uno de los dos llamado Andrés, se hace portavoz de este acontecimiento con Pedro, quien también se convierte en discípulo de Jesús.

Jesús al inicio de su existencia, expresa una total disposición para llevar a término el designio que el Padre tiene para él al servicio de los hombres. También nosotros, siguiendo las huellas de Samuel, de los apóstoles y del mismo Jesús, estamos llamados a vivir en una actitud de continua disposición al deseo de Dios: “Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad”. Pues pertenecemos a Cristo, más aún, somos templo del Espíritu Santo. No podemos traicionar la propia vocación cristiana esclavizando nuestro cuerpo a cualquier tipo de pecado. La vocación cristiana abraza y envuelve no sólo el alma y el espíritu, sino también el cuerpo. El cuerpo, no es otro que el hombre mismo en cuanto vive y obra en el mundo y es este hombre quien es tocado por la redención de Cristo.

La llamada de Jesús no se termina en el primer encuentro con él en el acto de fe. Él nos habla continuamente a través de múltiples mediaciones. Por lo tanto, la fidelidad a la primera llamada debe ser continuamente confirmada y se debe manifestar también en la concreta disposición para dar testimonio de nuestra fe. Hemos visto que aquél que escoge seguir a Cristo se convierte en su testigo y es su misionero. Quien se escucha sólo a sí mismo, quien piensa haber encontrado la verdad, saber todo sobre el sentido de la vida, quien piensa sólo en las cuestiones materiales y económicas, en la carrera o en la salud, ciertamente éste piensa que pueda existir una palabra diferente, superior, capaz de cambiar y enriquecer siempre la propia existencia. Naturalmente estamos orientados hacia Dios, por ello hagamos silencio para escuchar su llamada y levantarnos como signo de nuestro “SÍ” a lo que Él disponga.

† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro