¡Cuántas bendiciones ganamos con el rezo del Rosario!

Este mes queda siempre inmortalizado como el mes del Rosario. Una maravillosa oportunidad para acrecentar nuestra devoción a la Santísima Virgen María. Mucho se ha escrito y se ha dicho de esta práctica de piedad mariana. En mi experiencia personal, desde niño mi madre nos inculcó el rezo y la práctica de esta devoción. Es así como descubrí el gusto por esta sencilla devoción en mi hogar y que continuó en el inicio de mi seminario, en mi formación y ahora en mi sacerdocio.

Para descubrir la verdadera belleza de esta oración, tenemos que iniciar por practicarla diariamente. Es una lástima que muchos católicos no son capaces de darle el verdadero sentido y reduciéndolo a un simple objeto de moda o amuleto de la buena suerte alrededor del cuello o porque se ve bien y tiene estilo de decoración etc. Otros tantos opinan que es aburrido el recitar repetitivamente la misma oración; otros lo ven como una oración para rezar en la escuela cuando hay un acto mariano que se ve muy bonito. Hay quien piensa que es para las viejitas piadosas que lo hacen en los funerales o al terminar la misa porque no tienen nada qué hacer y así, una larga lista de excusas… pero qué equivocados están reducirlo a lo temporal. No nos engañemos cada católico tiene la oportunidad de ir desgranando las cuentas del Rosario como un pasamanos para llegar al cielo.

Por medio del Rosario descubrimos que existe esa relación de amor con Jesucristo. María nos une a Jesús aún en los momentos en que pasamos todo tipo de pruebas en nuestra fe o cuando por mis pecados me alejo de la gracias de Dios y el Rosario me sostiene, me regresa a los brazos del Padre para experimentar su inmensa misericordia divina.

La tradición atribuye al beato Alan de la Roche, de la orden de los dominicos el origen de estas promesas. Lo haré de forma sucinta:

1. Aquellos que lo recen con enorme fe el rosario recibirá gracias especiales.

2. Prometo mi protección y las gracias más grandes a aquellos que recen el Rosario.

3. El Rosario es una arma poderosa para no ir al infierno, destruirá los vicios, disminuirá los pecados y nos defenderá de las herejías.

4. Se otorgará la virtud y las buenas obras abundarán, se otorgará la piedad de Dios para las almas, rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y vanidades, y los elevará en su deseo por las cosas eternas. Las mismas almas se santificarán por este medio.

5. El alma que se encomiende a mí en el Rosario no perecerá.

6. Quien rece el Rosario devotamente y lleve los misterios como testimonio de vida no conocerá la desdicha. Dios no lo castigará en su justicia, ni tendrá una muerte violenta.

7. Aquel que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los sagrados sacramentos.

8. Quienes recen con mucha fe el Rosario en vida, en la hora de su muerte encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia.

9. Libraré del purgatorio a quienes recen el rosario devotamente.

10. Los niños devotos del Rosario merecerán un alto grado de gloria en el cielo.

11. Obtendrán todo lo que me pi­dan mediante el Rosario.

12. Aquellos que propaguen mi Rosario serán asistidos por mí en sus necesidades.

13. Mi Hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mi al rezar el Rosario tendrá como intercesores a toda la corte celestial en vida y a la hora de la muerte.

14. Son mis niños aquellos que recitan el Rosario, y herman@s de mi único hijo, Jesucristo.

15. La devoción a mi Rosario es una gran señal de profecía.

El Papa Benedicto XVI decía: “Para ser apóstoles del Rosario es necesario tener experiencia en primera persona. De la belleza y la profundidad de esta oración, sencilla y accesible a todos. Es necesario ante todo dejarse conducir de la mano de la Virgen María y contemplar el rostro de Cristo: rostro alegre, luminoso, doloroso y glorioso”. Así pues hagamos la experiencia, no dejes pasar ningún día sin el rezo del Rosario. ¡Hablemos claro!