¿Cisma a la vista?

Durante la semana (6 al 10 de octubre de 2014), mientras en el aula del Sínodo se debatía sobre el matrimonio y la familia, los medios nos presentaron a dos facciones de cardenales que, enfrentados por el tema del divorcio, tienen dividida a la Iglesia. ¿Está a punto de ocurrir un cisma?

El Sínodo extraordinario sobre la familia ha trascurrido según lo previsto, con la participación no sólo de cardenales y obispos, sino también de hombres y mujeres casados. Mientras tanto, en la opinión pública se está gestando otro “sínodo”: el “sínodo de los medios”, pues en los medios aparecen noticias contradictorias que quizá no reflejan del todo la realidad del aula sinodal.

La situación se ha puesto tan candente, que no han faltado quienes sostienen que estas diferencias entre los dos bandos darán lugar un cisma en la Iglesia. Recordemos que un cisma significa “el rechazo de la sujeción al Romano Pontífice o de la comunión de los miembros de la Iglesia a él sometidos” (Código Derecho Canónico, 751).

Sin embargo, si estudiamos con serenidad los hechos vemos que no hay por ahora señales de una ruptura de esa magnitud. Analicemos los hechos.

Los medios han presentado a la Iglesia dividida en dos grupos antagónicos. Uno, al que han llamado la “revolución de la misericordia”, que estaría supuestamente compuesto por el Card. Kasper y el Papa Francisco; y otro, al que se le tilda de “conservador”, cuyo objetivo sería “frenar el sínodo”. [Ver aquí y aquí]

En este caso, el diferencia entre la fantasía y la realidad es muy sutil. Sí hay dos posturas ante el tema de aceptar que los divorciados vueltos a casar pueden recibir la Comunión sacramental. Pero eso no significa que haya un grupo que acepta el divorcio.

En la indisolubilidad del matrimonio todos están de acuerdo. El propio Card. Walter Kasper, que aboga para que sólo en ciertos casos se pueda dar la Comunión a divorciados que contraen nuevas nupcias, recuerda que “el matrimonio sacramental ante la Iglesia es indisoluble, pues así lo declaro Jesús”. [Ver aquí]

Todos los padres sinodales están firmes en la indisolubilidad del matrimonio. De hecho, ese tema no está a discusión en el aula. El relator general del Sínodo, Mons. Peter Ërdo, dejó bien claro que “aunque el amor haya desaparecido, el vínculo matrimonial es indisoluble mientras vive uno de los esposos”.

Respondiendo a algunas posturas alarmistas, el cardenal Erdö reafirmó “la sacramentalidad del matrimonio y su indisolubilidad. No está en cuestión la doctrina de la indisolubilidad, reconocida incluso por quienes han tenido un matrimonio fracasado y buscan un nuevo inicio.”

De igual manera, todos los participantes en el sínodo saben que tienen que responder a un problema real, que es la atención pastoral de los fieles divorciados casados civilmente, pues “pertenecen a la Iglesia y tienen el derecho a ser acompañados por sus pastores”. [Ver aquí]

Los puntos en común son estos: “divorcio no, divorciados sí”. En cambio, al intentar discernir cómo debe ser  participación de estos fieles en las comunidades y en la Eucaristía es donde empiezan las diferencias que se están discutiendo apasionadamente en el Sínodo. Unos afirman que deben abstenerse de comulgar sacramentalmente y otros insisten en que reciban la Comunión.

Al repasar estos hechos, nos damos cuenta que no es lo mismo disentir en una posible solución para los divorciados, que en poner en duda toda la doctrina sobre la indisolubilidad matrimonial. Por eso, hablar de un cisma no es lo más adecuado… aunque sea lo que consiga más lectores.

 

Luis-Fernando Valdés