CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

Santa Iglesia Catedral, Ciudad Episcopal, Santiago de Querétaro, 28 de octubre de 2018

 

El domingo 28 de octubre de 2018, Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de la Diócesis de Querétaro, Presidió la Celebración Eucarística en la Santa Iglesia Catedral, correspondiente al “Domingo XXX del Tiempo Ordinario”. Concelebraron el Pbro.  Rafael Gavidia Arteaga, Pbro. José Luis López Gutiérrez, y M.I. Sr. Cango. J. Guadalupe Martínez Osornio, Rector de la Catedral.

Mons. Faustino Armendáriz, agradeció la presencia de los miembros de los Talleres de Oración y Vida (TOV), por la tarea espiritual que realizan en esta Iglesia Diocesana y por ser instrumentos de Dios para cambiar el rumbo de la vida de muchas familias y de muchos hermanos que encontrándose en la oración con Jesucristo son capaces de tener la audacia de entrar en un proceso de conversión en su vida personal y en su vida familiar.

En su Homilía, Mons. Faustino Armendáriz, dijo:

“Muy queridos hermanos, hoy al escuchar la palabra de Dios le pedimos que nos ayude para recibir de Él la luz para nuestros ojos, le pedimos que ilumine las cegueras que nos impiden reconocerle a él y dar testimonio de él. El milagro de la curación del ciego Bartimeo, es un pasaje que se realiza al subir Jesús a Jerusalén y pasar por una comunidad que se llama Jericó. El encuentro con Bartimeo tuvo lugar fuera de la ciudad, mientras Jesús, como dice el evangelista salía de Jericó con sus discípulos y bastante gente, gente que después aclamará a Jesús como Mesías en su entrada a Jerusalén. Bartimeo significa ‘hijo de Timeo’, él estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna, pidiendo quien le ayudara, y así es el evangelio de Marcos, como se manifiesta en esta figura del ciego, un hombre de fe. San Marcos es un itinerario de fe que se desarrolla gradualmente en el seguimiento de Jesús, y los discípulos son los primeros protagonistas de este paulatino descubrimiento, pero hay también otros personajes que desempeñan un papel importante y el ciego Bartimeo es uno de estos. La suya es la última curación prodigiosa que Jesús realiza antes de sufrir su pasión y no es casualidad que sea la de un ciego, es decir una persona que ha perdido la luz de sus ojos, porque representa al hombre que tiene necesidad de la luz de Dios, cuando alguien no ve clara su vida, hay quien le llega a decir ‘parece que estas ciego’, tenemos necesidad de la luz de la fe para conocer verdaderamente la realidad y poder recorrer el camino de la vida, por eso es esencial reconocerse ciegos necesitados de esta luz, de lo contrario se es ciego para siempre. Bartimeo, esta  puesto estratégicamente en el relato de San Marcos, esta puesto como modelo, Bartimeo no es un ciego que nació ciego, sino que ha perdido la vista, es el hombre que ha perdido la luz, y es consciente de ello, él sabe el tesoro que ha perdido, pero no ha perdido la esperanza, sabe perseguir la posibilidad de un encuentro con Jesús y confía en Él para ser curado, en efecto cuando siente que el Maestro pasa por el camino, grita; “Jesús hijo de David, ten compasión de mí” y lo repite con fuerza.

Los Talleres de Oración y Vida nos enseña a orar, nos enseña a dirigirnos a Dios, nos enseña a entrar en una dimensión de dialogo con Dios, nos enseña también a gritarle a Dios como el ciego Bartimeo, solamente se le puede gritar a Dios y dirigirse a Dios desde la necesidad experimentada en el corazón, experimentada en el cuerpo en uno mismo. Jesús siempre va responder, por eso cuando Jesús lo llama y le pregunta que quiere, el responde “Maestro, que pueda ver”, la luz pasa junto al ciego y es capaz de detectarlo. Hermanos la luz pasa junto a nosotros, Dios se hace presente delante de nosotros y a veces preferimos adoptar al maligno que pasa en nuestra vida y nos quedamos en la tiniebla, aquel ciego es un modelo para nuestra vida de fe, porque a pesar de no ver físicamente, es capaz de detectar la presencia de Dios delante de el en su vida y gritarle a Dios. Bartimeo representa al hombre que reconoce el propio mal y grita al Señor con la confianza de ser curado, para ser sanado hay que reconocer la enfermedad y para reconocerla tenemos por un lado hacer un diagnóstico personal y por otro lado dejarnos ayudar por el que va delante en estos caminos de fe, la invocación simple y sincera del ciego es ejemplar y de hecho al igual que la del publicano en el templo; ‘Oh Dios ten compasión de este pecador’, ha entrado en la tradición de la oración cristiana, en el encuentro con Cristo realizado con fe, Bartimeo recupera la luz que había perdido y con ella la plenitud de la propia dignidad, se pone de pie y retoma el camino que desde aquel momento tiene un guía que es Jesús, tiene una ruta, que es seguir a Jesús, la misma que Jesús recorre. El evangelista no nos dice nada mas de aquel ciego, pero en él nos muestra quien es el discípulo, es aquel que, con la luz de la fe sigue a Jesús por el camino, camino de servicio y amor al prójimo, camino de humildad y sencillez que se refleja en el hermano más necesitado del amor de Dios, ese es el camino que hasta ahora en nuestros tiempos tenemos que seguir, dejar de lado nuestra ceguera de soberbia, ceguera de orgullo y seguir al Maestro, tal y como lo hizo el ciego del evangelio. San Agustín hace una observación muy interesante sobre este pasaje, y resalta que cuando se está en la prosperidad y después en la mendicidad, hay más sensibilidad para decir, ¡yo dependo de Dios!

 

Concluyó diciendo a todos los fieles: “Hoy, debemos dejarnos evangelizar por los pobres, por aquellos que tienen más sensibilidad que los que tenemos un poco más, dejarnos evangelizar por aquellos que vagan sin sentido y que muestran su necesidad como el ciego Bartimeo y que son capaces de responder ante la propuesta, “ven, el Señor te llama”. Hermanos, dejémonos iluminar por Jesús para que en este momento de la historia comprendamos que esta fe no nos separa de la realidad, sino que nos permite captar su significado profundo, dándonos cuenta que con este modo de vivir, lleva al cristiano a comprometerse a vivir con mayor intensidad en esta tierra, porque la fe sin obras es una fe muerta. Que María nuestra Madre Santísima, que recorrió el camino con Jesús, asumiendo los riesgos del seguimiento, sea para nosotros el modelo de vida a seguir para ser verdaderos discípulos del Señor. Que así sea”.

Al término de la Celebración, Mons. Faustino impartió la bendición a todos los laicos reunidos en esta Santa Eucaristía.